21 de junio de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Trump, «el Pacificador»

En apenas unos meses de gobierno, Trump ha puesto en marcha iniciativas que por separado serían consideradas históricas, y que en conjunto parecen una epopeya sin igual.

Ahora mismo tiene cinco frentes abiertos, cinco bolas que mantiene en genial malabarismo: Ucrania, India, Oriente Medio, la economía con China y la política interior.

En Ucrania quiere lograr un alto el fuego y su deseo es que cese la guerra. Por supuesto, la está ganando Rusia, así que podrá exigir a Putin menos de lo que desearían los nostálgicos de la Guerra Fría. Al menos, ya se vuelve a negociar en Turquía. Trump quiere desescalar con Rusia y logar un acuerdo. Las personas con escaso realismo querrían liarse a misilazos con Putin, pero Trump es razonable y en esto ya ha empezado a cambiar las cosas.

Su amenaza arancelaria, dentro de un plan económico mayor que afecta a la moneda, la deuda y el déficit, se sustancia ya en acuerdos comerciales bilaterales. Con China acaba de firmar una reducción de aranceles. Su viraje hacia el nacionalismo económico no es obstáculo para el comercio ni la prosperidad. Los precios bajan en Estados Unidos y seguirán las negociaciones, los tiras y aflojas.

En el conflicto desatado entre India y Pakistán, Estados Unidos reaccionó de inmediato para lograr un alto el fuego. Antes del anuncio, ya había dicho Vance, con nuevo acento, que a Estados Unidos se le había perdido poco allí.

Y en Oriente Medio, endemoniado polvorín planetario, Trump intenta igualmente la paz. La paz más difícil. Terminó la escaramuza en Yemen y trata de evitar la guerra con Irán. Amenaza con fuertes sanciones si hay desarrollo nuclear. Lo hizo al inicio de una gira por Qatar, Emiratos y Arabia Saudí. Allí firmó con Mohamed bin Salmán un acuerdo para recibir  inversiones por 600.000 millones de dólares y dio un discurso de época: quiere comercio para Oriente Medio, no bombas y caos. Los constructores de naciones, en referencia a pasados presidentes, destruyeron más que construyeron. En Riad sonaba atronador el YMCA. Con ese discurso enterraba la política exterior que afianzó el globalismo y exponía su idea de un Oriente Medio alternativo.

Ha negociado con Hamas en solitario la liberación de un rehén estadounidense y detalles y rumores apuntan a una cierta tensión con el gobierno israelí. O quizás algo de otro signo: igual que tomó distancia de la Unión Europea, lo haría con Israel. EEUU negocia con el resto de Oriente Medio y pretende un alto el fuego definitivo en Gaza. Esto no debería sorprender. Una de las cosas más asombrosas ha sido el consenso universal para no querer escuchar lo que Trump decía en voz alta. Yendo al Vaticano, habló de ayudar en Gaza, de la necesidad de ayuda humanitaria. Y cuando deslizó su lisérgica idea de una riviera trumpiana, habló de ese territorio como infernal e inhabitable. Reconocía la extrema gravedad de la situación.

Los objetivos de Trump son difíciles y están entrelazados. Tirar mucho de un hilo puede arriesgar otro. Además, se enfrenta a enconados obstáculos internos. El primero es la arraigada influencia del mundo neocon, con su propensión al bombardeo y una fuerte corriente partidaria de intervenir en Irán. Trump se ha apoyado en Witkoff, un hombre de su confianza sin experiencia diplomática aunque de gran pragmatismo. Hay en esto algo a veces naíf, incluso amateur, pero ya no está tan solo entre partidarios de la línea dura.

También puede haber una división en la base electoral. Parte de su apoyo es proisraelí, pero hay otro sector del MAGA que considera una auténtica prioridad evitar cualquier escalada bélica. No lo hacen por pacifismo, ni por economía: es una obsesión por la democracia y la soberanía. Su base populista quiere ver cumplido su mandato electoral sobre política exterior.  Trump se la juega aquí. Si hay guerra en Irán, o continúa la de Biden en Ucrania, habrá traicionado al corazón de su movimiento. Si las evita, y avanza hacia la paz, unos le seguirán llamando Hitler, y otros además le llamarán Chamberlain, pero será difícil negarle la condición de gran benefactor de la humanidad. «Mi gran esperanza es ser un pacificador, un unificador. No me gusta la guerra. Como hace unos días, negociando con India y Pakistán. Dije: venga, chicos, hagamos un trato. Let’s do some trading. Utilicemos el comercio para ello».

© La Gaceta

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