El 8 de enero, Sahra Wagenknecht, antigua miembro de Die Linke [La Izquierda], anunció la creación de un nuevo partido que tú calificas de “izquierda conservadora”. ¿Cuáles son las razones de su ruptura con Die Linke?
Die Linke ha abandonado lo que era su fuerza, es decir, su relación especial⇓ con el pueblo de Alemania Oriental. En términos ideológicos, el partido sufrió una transformación basada en la identidad, creyendo que su futuro estaba en luchas específicas como el movimiento woke, el apoyo a las minorías y la inmigración, al tiempo que abandonaba su tradición obrera. Sahra Wagenknecht lleva mucho tiempo oponiéndose a la dirección del partido; cree que el futuro de la izquierda pasa por volver a una doctrina relativamente tradicional, firmemente anticapitalista, pero que también se opone a ciertos fenómenos que irritan a gran parte de la población, empezando por la inmigración. Esto va junto con un rechazo de la dominación estadounidense, así como de la orientación prorrusa, adoptada por Sahra Wagenknecht, lo cual tiene su importancia en los nuevos estados de Alemania Oriental, donde Putin y Rusia tienen bastante buena prensa. Sahra Wagenknecht considera que la estrategia woke es extremadamente peligrosa porque conduce a una explosión de la sociedad en minigrupos. Y estas cuestiones no interesan en absoluto a la población de Europa del Este. Las encuestas sobre la situación política en los nuevos estados muestran que a la gente le preocupan sobre todo la inflación y las pensiones. Incluso la ecología ya no les interesa para nada. Los sociólogos llevan observando este fenómeno desde los años 50: la clase obrera, o al menos lo que queda de ella, es fundamentalmente conservadora en su forma de vida y de pensar. Puede que el anticapitalismo siga desempeñando un papel fundamental, pero social, política y culturalmente, se trata de personas partidarias de una sociedad autoritaria en la que no exista el desorden.
Sahra Wagenknecht parece sentir nostalgia de la antigua Alemania Oriental. El surgimiento de este partido y la alta intención de voto a la AfD en los estados del este, ¿es todo ello indicativo de la ruptura entre las dos Alemanias?
No es realmente una cuestión de nostalgia de la RDA. Sarha Wagenknecht ha cambiado mucho en los últimos treinta años: antes era estalinista y líder de la Fracción Comunista dentro del PDS, pero desde entonces se ha alejado de estas posiciones. Hoy se siente más impulsada por la certeza de que los habitantes estados federales se sienten incómodos tras la reunificación. Hay que decirlo: la reunificación es un fracaso. Durante mucho tiempo se supuso que las dos Alemanias crecerían juntas, pero no es así. Los alemanes del Este se sienten infrarrepresentados en la élite política y en la dirección de las empresas. Durante mucho tiempo, todos los jóvenes se marcharon al lado occidental, mientras que, por otro lado, un gran número de élites occidentales llegaban y ocupaban todos los puestos, sobre todo en la universidad. También persisten las diferencias en el nivel de vida: cuarenta años después de la reunificación, todavía no se ha igualado el nivel de salarios y pensiones entre el este y el oeste.
¿Cómo será recibida Sahra Wagenknecht por la población?
Hoy es difícil responder. Una encuesta de Insa predice que obtendrá el 14% de los votos; otro centro de investigación calcula que Sahra Wagenknecht y su partido obtendrán entre el 4 y el 5% de los votos en las elecciones al Bundestag. Lo único que puede decirse es que, entre la población del este de Alemania, un cierto número de personas estaría dispuesto a correr el riesgo de votar a su partido porque sintoniza con los sentimientos colectivos. Sin embargo, esto plantea verdaderos problemas para su futuro en el lado occidental. No estoy seguro de que pueda movilizar a mucha gente en esta parte del país.
Tampoco creo que pueda atraer a muchos votantes de la AfD a su partido político. Los elementos que ambos partidos tienen en común siguen siendo relativamente limitados. Aparte de las cuestiones de la inmigración, la lucha contra el mundo woke, la vuelta al orden y el bloqueo de las fronteras, las visiones económicas de los dos partidos son completamente opuestas. Por tanto, será difícil convencer a los votantes de la AfD, a pesar de la dimensión obrera del electorado de dicho partido, que representa el 50% del voto obrero.
La AfD se creó en un momento de tensión social en Alemania y de impopularidad del canciller Olaf Scholz. ¿Existe el riesgo de que el inicio de la crisis económica en Alemania desemboque en una crisis política?
Alemania se encuentra en las primeras fases de una recesión, lo cual preocupa mucho a los empresarios. A esto se añade la cuestión de la inmigración y las críticas a las élites. La gente teme que las élites no puedan o no quieran, como los Verdes, limitar la inmigración. La crisis del gobierno es tal que la población ha abandonado por completo a la coalición actual. Las encuestas lo demuestran: el SPD está en el 14%, los Verdes en el 13% y el FDP en el 4%. La opinión pública sobre los Verdes ha cambiado completamente: hace sólo cuatro años, eran un partido que albergaba la esperanza de transformar la sociedad a mejor, no sólo ecológicamente, sino también social y culturalmente. Hoy, en las encuestas de opinión, los Verdes son vistos como un partido dogmático que quiere imponer a la gente una determinada forma de vida, una determinada forma de comer y de escribir. Pero la clase trabajadora no soporta que le digan que no puede comer salchichas a la hora de comer en el comedor de su empresa. En cuanto al SPD, se llama a sí mismo partido obrero cuando ya no le vota ni un solo trabajador. Y eso por no hablar de los liberales, que están por los suelos. La situación no es mucho mejor para la CDU-CSU, que no ha logrado su transformación política: sigue en la fase post-Merkel y todavía no ha conseguido elaborar un programa.
Todo esto se suma al malestar entre la población, que ve a los partidos políticos como clones. Sólo entre el 5% y el 7% de los alemanes creen ahora que los partidos políticos hacen su trabajo y siguen siendo respetables. El malestar es profundo, y sólo puede conducir a una transformación del sistema político. Nadie sabe lo que nos deparará el futuro, pero es seguro que todo se desmoronará algún día. Porque la suma de los votos de la CDU/CSU y el SPD, es decir, una gran coalición, ya no conforma una mayoría. La única mayoría clara hoy sería la de la CDU/CSU con la AfD (66% de los votos). Pero está claro que la CDU no quiere formar una alianza con la AfD. Pronto este partido, y tal vez Sahra Wagenknecht, podrán impedir las coaliciones. Con otras palabras, estamos sumidos en una niebla total.
© Le Figaro
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