Bajo el título «Hispanidad o ‘panchitos’: el barranco cultural de la derecha española», Víctor Lenore ha publicado en Vox Pópuli un interesantísimo artículo que, se esté o no de acuerdo con él, les invitamos a leer.
En líneas generales lleva razón: la hispanidad, esta comunidad que en la realidad efectiva de las cosas —desengañémonos— se ha vuelto harto vaporosa, sigue estando llena de un pasado, una lengua y una cultura común que nos corresponde, sin lugar a dudas, reivindicar.
El problema es cuando se reivindica con tanta fuerza —y los ejemplos abundan en nuestra derecha patriótica— que la hispanidad queda antepuesta a la europeidad; es decir, se ve afirmada en detrimento de esa otra gran identidad que nos da sentido y ser: nuestra gran patria, la civilización europea. Precisemos que no es esto lo que dice Víctor Lenore, quien se limita a no entrar en dicha disyuntiva. Pero otros, en cambio, sí entran en ella. Por ejemplo, Marcelo Gullo, quien en el video que reproducimos a continuación llega a afirmar que «el indio, al hablar la misma lengua y rezar al mismo Dios, es tan español como yo».
¿No hay, pues, nada esencial que nos distinga? ¿Qué hacemos entonces de unas diferencias étnicas que son tanto más poderosas cuanto que, además de por lo cultural, están constituidas por lo genético? ¿Qué hacemos con esas diferencias que, por grande que haya sido el empeño asimilador de España, nunca se consiguieron borrar?
Por respetables que sean tanto las culturas indígenas (olvidemos piadosamente su antropofagia masiva) como el mestizaje hispano-indígena que ha acabado forjándose, son estas diferencias —insisto: genético-culturales— las que hacen que sea en Europa, y sobre todo en los países cuya lengua uno domina, donde cabe sentirse como como en casa.
Son estas diferencias las que hacen también que, ante la ola migratoria que nos llega desde el otro lado del Atlántico, uno se pregunte: aparte de su trabajo, ¿qué gran cosa nos aportan, en el fondo, los «hermanos hispanoamericanos»? La facilidad del idioma, por supuesto, ciertas costumbres comunes (fiestas de Navidad, etc.), así como una menor virulencia que la desplegada por la inmigración magrebí o africana (y aún: piénsese en las bandas que por Vallecas y otros lugares trafican, agreden y a veces matan).
Son también estas diferencias las que hacen que la inmigración hispanoamericana salga a veces a la calle, como los peruanos lo hicieron hace poco, manifestándose en la madrileña Puerta del Sol y clamando su profundo odio a la «Madre Patria», cuyos ciudadanos eran tildados de haber sido habidos en prostibulario comercio; situación ante la que un tan conspicuo patriota como Fernando Paz estalló (véase el siguiente video) con la más vehemente y justificada indignación.
Es difícil discutir y razonar cuando los sentimientos están de por medio. Vamos, pues, a concluir limitándonos a dos sencillas cuestiones. Por un lado, vamos a reafirmar el pleno respeto de quien esto escribe por la parte indígena que, con las salvedades de los países y sectores sociales que todos conocemos, impregna al mundo hispanoamericano. Por otro lado, preguntémonos: aparte de los grandiosos escritores hispanoamericanos que Víctor Lenore cita en su artículo, y a los que cabe añadir algunos más, todos los cuales son europeos hasta la médula; aparte también de toda la belleza del barroco europeo que España dejó plasmada en ciudades, palacios, universidades, iglesias…; aparte de todo ello, ¿cuál ha sido la gran aportación del mundo hispanoamericano a nuestra civilización? Si nos ponemos a comparar dicho aporte con el efectuado por dicha civilización, no en términos económicos o de condiciones de vida (que también), sino exclusivamente en términos de belleza, cultura y espíritu, ¿podemos decir que ser español es realmente lo mismo que ser indio?
Marcelo Gullo en El Gato al Agua (El Toro-TV)
Fernando Paz también en El Gato al Agua (El Toro-TV)
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