22 de diciembre de 2024

Director: Javier Ruiz Portella

Individualismo hasta el delirio: “casarse” consigo mismo

Narciso (pero no degrademos a los mitos) no lo hubiera hecho mejor. La moda de “casarse consigo mismo” se está expandiendo en nuestro enloquecido mundo posmoderno. El individualismo woke y liberal arrasa con todo, y puestos a destruir arraigos y desvencijar instituciones, el arrasamiento ha llegado ahora al ámbito matrimonial. Así sucede en Estados Unidos sobre todo, pero también en España, especialmente en las regiones del norte y entre mujeres, aunque también algunos hombres profesan ese arrasador amor hacia sí mismos.


La persona a la que más ama Vanessa García es Vanessa García. Para ella, el amor es “lo mejor del mundo, el motor de la vida, lo que enciende la llama”. El sentimiento que profesa por sí misma es tan fuerte que decidió ‘autocasarse’. La boda tuvo lugar el pasado 6 de julio en Gijón. En una ceremonia, carente de validez legal, Vanessa lució un vestido rojo y caminó hasta un altar en el que no tuvo una pareja esperándola. Ese mismo día, dos de sus amigas también se casaron. Jéssica Abbattista se casó con Jéssica Abbattista y la otra mujer, que no quiso decir su nombre, se casó consigo misma.

El ritual en el que una persona se casa consigo misma se conoce como sologamia. Quienes lo hacen alegan que es un acto de “amor propio”, “independencia” y “empoderamiento”. “Es el compromiso con uno mismo. Obviamente no tiene ninguna validez legal. “Puede hacerse como una boda real o se puede hacer más como nosotras, que cada una lo va a enfocar a su manera”, explica Teresa Estay, quien está casada con Teresa Estay desde hace cinco años y oficiará la boda de las tres ‘novias’ de este sábado.

Lo que harán no es nada nuevo. El primer caso del que hay constancia se remonta a 1993, cuando Linda Baker se dio el “sí, quiero” en Estados Unidos. En España, la primera fue May Serrano en 2011, quien lo hizo frente a cien invitados. Ella se siente “muy satisfecha” por haber sido pionera en casarse consigo misma. Desde entonces, según sus cálculos, ha habido “cerca de 150 bodas” de sologamia en el país, pero al no estar registradas, no es posible saber la cifra exacta. “Ha sido un camino largo y muy divertido, y me encanta que cada vez más mujeres lo hagan”. La mayoría de las ceremonias han sido en el norte del país y algún hombre también lo ha hecho, “pero no llegan ni al 1%”, detalla May.

May, además, ha organizado el casamiento de unas 65 personas en solitario, pero en ceremonias conjuntas. La mayoría en Bilbao, pero también en Sopelana, Ondárroa, Teruel, Cádiz y Málaga…y  hasta en Ecuador. Ella es partidaria de las grandes celebraciones y continúa planificando bodas a través de su cuenta de Instagram @mecasoconmigomisma y bajo su marca registrada ‘¡Sí, me quiero!

“El rito de paso se queda en el cuerpo. No es lo mismo decirte bajito en tu casa ‘me quiero y me voy a querer’, que plantarte delante de tanta gente y decir en voz alta que me quiero, que soy la primera en mi lista de prioridades y que me voy a respetar todos los días de mi vida”, expresa la pionera de los ‘autocasamientos’ en España.

Asturianas “rompedoras”

Vanessa y sus amigas se desmarcan de una sologamia que sea un “copia y pega de una boda típica tradicional”. “Nosotras lo estamos haciendo sobre el sentir. Yo, por ejemplo, sentí que tenía que llevar un anillo y un ramo, pero no porque sea tradición”. Por tanto, sienten que están siendo doblemente “rompedoras”: primero, por no necesitar de una segunda persona para casarse; y segundo, por adaptar la celebración a su “sentir”.

Teresa, de 35 años, es quien ha guiado a las futuras ‘novias’ en la sologamia. Ella aún recuerda su día especial. Fue el 14 de abril de 2019. “Hace cinco años estaba viviendo mi noche oscura del alma y necesitaba sentirme amada por alguien”, comparte. Los libros de crecimiento personal la ayudaron a salir a flote. “Me enseñaron a amarme a mí misma. Decían que tú tenías que ser una naranja completa, que no te hacía falta tener una media naranja. Me encantó tanto la idea que yo estaba tan triste y tan mal que me dije ‘con esto ya me comprometo’ “. Pensó: “si la gente se promete amor eterno por parejas, ¿por qué yo no me lo prometo primero a mí misma? Y si más adelante me caso con un chico, pues genial”.

Organizó una boda tan íntima que sólo había una invitada: una amiga que la apoyó sin juzgarla. “Elegí un vestido blanco y me compré un anillo blanco y negro que simula para mí el ying y el yang, o sea, aceptar mis luces y mis sombras”. La ceremonia fue en el salón de su casa. “Hice un altar con los cuatro elementos. Puse incienso, agua, piedras, tierra y fuego. Ahí me leí los votos… Lo pasamos genial y ella me regaló unas cartas del Tarot porque a mí me gustan mucho todas esas cosas de terapias holísticas. De hecho, soy terapeuta holística”.

“Un antes y un después”

“Casarse con uno mismo es algo ‘psicomágico’ que marca un antes y un después”, señala Teresa, quien asegura que, desde entonces, su vida cambió. “Ahí me empecé a amar como la que más, empecé a viajar sola, conocí gente, me metí a bailar, ¡buah! Se me abrió un mundo de posibilidades”.

Antes de “amarse como la que más”, Teresa tuvo una mala experiencia con su entonces novio. “Siempre fui una persona muy empática y dada; y tanto di que me anulé como persona”. Dice que ya no siente esa “dependencia emocional” y comparte una de sus frases favoritas: “A mí me gustaría tener una pareja que me quisiera para todo, pero que no me necesitara para nada”. Además, se mantiene optimista para conseguir pareja. “Yo siento que mi amor está cerca”.

Vanessa, de 37 años, relata que también tuvo un par de parejas infructuosas en el pasado. Con uno se aburría y no se sentía feliz. El otro era un “celópata”. Y Vanessa puso fin a ambas relaciones. Sin embargo, asegura que no fueron las malas experiencias amorosas las que la llevaron a desear casarse consigo misma. “No me pasó nada malo, simplemente fue la decisión de querer experimentar qué es lo que pasa y si realmente es un antes y un después. Creo que estoy en mi mejor momento y quiero celebrarlo“.

Todas las chicas que se autocasaron en julio, además del “amor propio”, tienen en común que son de Oviedo, son heterosexuales y no se cierran a tener una relación o, incluso, a casarse realmente. Se conocieron en las clases de baile de salsa y bachata, donde también acude Teresa. Vanessa. Fue ella quien tuvo la idea de organizar una boda conjunta para el que quisiera apuntarse, chicos incluidos. “Teníamos a un chico, pero al final no se atrevió a dar el paso”, cuenta.

Jéssica, la otra chica que se casó, tiene 32 años y es maestra. La otra ‘novia’ tiene 63 años y ésta será su “segunda boda”. “Ella se casó, tiene un hijo, se divorció hace unos años y ahora está ‘pa ella’ “, relata Vanessa. “Cada una se encuentra en diferentes etapas de su vida y de su crecimiento personal”. Hasta hace unos días, quien iba a ocupar el lugar de esta última ‘novia’ era la psicóloga Verónica Cándano. Pero, como argumenta su amiga Vanessa, se desvinculó porque “no está en ese momento que ella pensaba para dar el paso”.

Las bodas se celebraron, con carácter íntimo (con unos treinta invitados), en el Hotel Villa Gijón 1907. Hubo una DJ y un menú, “pero no el típico menú de boda por el que hay que pagar ciento y pico euros, sino un menú más sencillo”. Una vez oficiada la boda se pasó al banquete y la música. El evento duró desde las doce del mediodía hasta las cinco de la tarde.

Las asturianas consideran que sería importante que todos se autocasaran antes de adquirir un compromiso con otra persona. En palabras de Vanessa, “como si fuera tu pequeña comunión, pero contigo, para después realizarlo con otra persona. Pero primero tú. Si yo el día mañana me caso con alguien, pues yo ya sé que estoy casada conmigo y que ya no me voy a fallar”.

Las autocasadas no se amilanan ante las críticas. “Nos dicen que si estamos locas, que si es narcisismo… Pero todas esas críticas denotan una carencia en quienes las formulan. “A ellos —dice Teresa— lo único que les mando es amor y bendición.. Yo, mientras sea feliz y esté acompañada de personas que también lo entiendan, ya me doy por satisfecha“.

© El Mundo

 

 

 

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