Han sido más de dos horas de una entrevista en la que el presidente de Rusia ha puesto una vez más de relieve su estatura política, contestando a las preguntas con coherencia, sentido común y datos difícilmente rebatibles. También ha hecho gala de una discreción que corresponde a un jefe de Estado, evitando entrar en los cotilleos a que estamos acostumbrados por parte de ciertos gobernantes europeos. Se ha podido observar que Putin tiene muy claro el cambio que se está produciendo en el resto del mundo y la necesidad de aceptar la realidad promoviendo políticas de colaboración y no de intimidación como las desarrolladas por los Estados Unidos y sus vasallos.
No se ha dedicado a comunicar de la forma en la que estamos acostumbrados a que lo hagan nuestros dirigentes, sino que ha explicado con claridad y precisión las posiciones que ordenan la política rusa, manifestando tener una altura de estadista que difícilmente podemos observar en el resto de los dirigentes occidentales.
Sobre su exposición de la historia de Rusia, al inicio de su intervención, ha demostrado un conocimiento profundo de los acontecimientos que se desarrollaron en la constitución, primero, del Imperio ruso y, luego, de la URSS, así como la desmembración de ésta.
De los efectos que puede tener esta entrevista creo que, en lo fundamental, va a servir de ariete empuñado contra Biden por el Partido Republicano. No cabe duda, por otra parte, de que los dirigentes europeos, incapaces e intelectualmente mediocres como son, se extenderán en múltiples declaraciones vanas y vacuas.
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