Supongo al lector enterado de la polémica que se ha levantado en la muy noble y vinícola villa de Jumilla por la prohibición de celebrar la fiesta del cordero en un polideportivo. Recordemos que el veto para celebrar ceremonias religiosas en lugares que sean propiedad del ayuntamiento de Jumilla es general, es decir, se extiende a mormones, testigos de Jehová, acólitos de la iglesia de Satán, budistas y, también, a los católicos.
La izquierda extincionista se ha lanzado a degüello (nunca mejor dicho) sobre los munícipes y no han faltado espingardas de la derechona obispal indignadas por la cerrazón de los ediles. Si se tratase de la prohibición de un acto católico, nadie protestaría y se exhibirían las justificaciones habituales: “vivimos en un Estado laico”, “las instalaciones municipales no pueden ser patrimonio de una iglesia”, “el que quiera celebrar algo que vaya a la parroquia” y el indispensable “esto ofende a las minorías”, porque en el Régimen del 78 se debe ofender a la mayoría, está para eso. Pero no deja de sorprender que quienes persiguen con todo el rigor de la ley los festejos taurinos y todo encierro en el que se corra a sus hermanos cornúpetas toleren el degollamiento de corderos en el espacio público, donde el sufrimiento animal, esa lacra de nuestra era, es insoportable. Poner un buen par de banderillas es un crimen, pero cortarle el gañote a un cordero (y sin sedación previa) es una bonita muestra de la diversidad que tanto nos enriquece. Al jamdulilá, habibi!
¿ Y qué opinan los rabadanes de los borreguitos de Cristo? ¿Vela el Buen Pastor por sus ovejas? La Iglesia de Roma se pasa al moro y condena a quienes tratan de limitar su avance. El sucesor de Tarancón, un tal Cobo, dice que no hay que tener miedo a los barbudos. Desde luego, las experiencias de Siria e Irak le avalan. ¿Quién dijo miedo? La lógica de la Conferencia Episcopal “Española” (con perdón) deriva de su casa madre, que no está en Roma, sino en Ferraz. La logia de bujarrones apátridas que prospera en la calle Añastro[1] tiene demasiados muertos en el armario: ¿cuántos videos guardan las cloacas del Estado donde aparecen sus eminencias con el tafanario en pompa?, ¿cuántos chaperos han mortificado las níveas carnes de los purpurados, cilicio va disciplinazo viene? No se trata de dogma ni de tradición, son sus pecados los que les clavan en la única cruz que adoran, la que marca el contribuyente en su declaración de la Renta. ¿Alguien dijo Cuelgamuros?
El islam es el vector esencial en la aculturación de Europa. En 1962, el general De Gaulle, para evitar la arabización de Francia, entregó la Argelia Francesa al FLN, en la primera gran derrota de Europa frente al Islam desde Solimán el Magnífico. No sirvió de nada, sus herederos traicionaron a quien a tantos había traicionado y hoy las harkas magrebíes son las dueñas de las calles de Francia. Porque el muy mal llamado proyecto “europeo” consiste en eso: en importar miseria, en abarrotar de pobres las ciudades, en empobrecer a las clases medias nativas, en aniquilar a las naciones originarias, en destruir su identidad cultural y en borrar hasta el recuerdo del único poder que puede acabar con ellos: la soberanía nacional. El nihilismo de los mercados exige aglomeraciones humanas sin identidad, sin sangre, sin tradiciones, sin nada que obstaculice la ascensión del hombre sin atributos, la mónada de producción y consumo idiotizada que es el europeo actual. Sólo importa que la plutocracia maximice sus beneficios y los comparta cada vez con menos gente. El capellán de esta oligarquía atea es el obispo de Roma.
Por supuesto, todavía hay una minoría de clérigos que mantienen el honor de la Iglesia, aquellos a los que la jerarquía castiga, margina, calla y humilla un día sí y otro también. ¿Necesita el lector que le recuerden qué se hizo de la Sacristía de La Vendée original? En teoría, la Iglesia somos todos, pero unos mucho más que otros. No es el pueblo el que ha tirado la fe al arroyo. Pero nadie le exige responsabilidades a esa piara mitrada que, desde los años sesenta, se empeña en hacer incompatible ser español con ser católico. Al revés que los cochinos de Gadara, que tuvieron la decencia de lanzarse al abismo por propia voluntad, los verracos episcopales se revuelcan en las zahúrdas del Presupuesto con pezuñas, hocicos y rabo. ¡Qué les voy a contar a mis sufridos lectores! Es muy triste que, para escuchar la sana voz de la tradición cristiana, tengamos que sintonizar con Moscú o con Belgrado, países donde los pastores sí defienden a su grey. Lean o escuchen las potentes declaraciones sobre la inmigración islámica en Rusia del Patriarca Kirill, o atiendan a sus condenas de la deriva espiritual de Occidente. Y comparen con lo de aquí. Y elijan. Es hora de hacerlo.
- Calle de Madrid en la que se halla la sede de la Conferencia Epìscopal. (N. de la Red.) ↑