En Sharm el-Sheikh, Trump repartió puntos buenos y malos con aparente franqueza
Rediseñar el orden mundial
Trump no hace nada como los demás: ése es el secreto de su éxito. Dice en voz alta lo que muchos piensan en silencio: ese es otro secreto. Así, ha expresado sucesivamente todo lo bueno que pensaba de Viktor Orbán, luego de Giorgia Meloni (aunque lo reduzca a su belleza física), antes de presentar a los participantes en la cumbre de Sharm el-Sheikh como si fuera él quien recibía. Aplaudido con entusiasmo por los participantes, después de que los israelíes lo compararan con Ciro el Grande, el rey aqueménida que puso fin al exilio del pueblo hebreo, Donald Trump es muy consciente de su valor… salvo que esta vez, a diferencia de las campañas de odio que se desataron contra él, nadie puede considerar ridícula su pretensión de grandeza. Fue él quien puso fin a un conflicto aparentemente irresoluble, retrasando (pero ¿por cuánto tiempo?) la reanudación de los enfrentamientos del insoluble conflicto israelo-palestino. Fue él quien, tras dos años de matanzas, llevó a los irreductibles adversarios a la mesa de negociaciones. Y es él quien parece estar rediseñando el orden mundial, un orden que ahora se opone radicalmente al orden globalista.
¿Emmanuel Macron? Trump se burló de él (y de Pedro Sánchez)
Ya casi no se oye hablar de los portadores de ideales generosos y de universalidad angelical. ¿Emmanuel Macron? Se cree el centro de todo. Basta con ver su tuit, publicado la mañana del 14 de octubre.
Emmanuel Macron, pues, Trump se burló de él porque, por una vez, estaba manteniendo un perfil bajo y casi le disloca el hombro durante uno de esos apretones de manos de luchador de los que tienes el ridículo secreto. ¿Ursula von der Leyen? Después de vociferar, agitarse y desplazarse, logró demostrar sin lugar a dudas que no servía para nada, al igual que las instituciones europeas, que se supone que representan a una población más importante que la de Estados Unidos, pero que son totalmente transparentes en este asunto como en tantos otros. ¿Dónde están los comentaristas de televisión que criticaban el aislacionismo de Trump, su estupidez, su falta de sutileza, y que confiaban en las negociaciones entre cancillerías y en los intercambios de despachos discretos en los pasillos, como en la época de Austria-Hungría? Ya casi no se les oye.
Ha vuelto el equilibrio de poder, como modo normal de resolver las tensiones internacionales
Trump ha comprendido antes que nadie —porque es en parte responsable de ello— algo que se les escapa a muchos de nuestros políticos: ha vuelto el equilibrio de poder, como modo normal de resolver las tensiones internacionales. Y es muy probable que dure mucho tiempo. Desorientada, la clase política francesa y europea, que no sabe producir otra cosa que protestas adolescentes o griteríos de sans culottes, no sabe cómo reaccionar. Nada grande, pues, nada ambicioso, nada serio: el Titanic francés y europeo se encoge a medida que se hunde. Y al mundo, que antes redactaba los acuerdos de paz en francés, le importa un comino.
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