Al igual que Pericles, que utilizó su relativa riqueza para mantener a raya a la élite ateniense, Trump ha aprovechado su controvertida posición entre otros multimillonarios estadounidenses para cultivar su imagen popular, argumenta el ensayista Hubert Rodarie.
Desde las elecciones estadounidenses se han pronunciado las mismas frases sobre el presidente Trump, prolongando el discurso construido durante la campaña electoral. Y, sin embargo, las líneas se mueven. Cada vez más gente le apoya. Lo que era sólo hipotético se ha convertido en plausible. Para intentar discernir futuros posibles, volvamos al pasado lejano, al apogeo de la democracia ateniense en tiempos de Pericles, en el siglo V a.C.
Es cierto que, 25 siglos después, los debates pueden dificultar una presentación simplificada. Pero vale la pena intentarlo, porque hay muchas similitudes entre la democracia ateniense bajo Pericles y la situación en los Estados Unidos bajo Trump. Atenas, como todas las ciudades griegas, había visto debilitarse su monarquía en favor de un gobierno en el que el pueblo era ostensiblemente soberano, pero, en la práctica, estaba dominado por las familias más ricas (los eupátridas), que competían por llevar las riendas del poder.
Algunos analistas describen el sistema estadounidense de la siguiente manera. Pericles, como Trump, era bastante libre de espíritu, estaba divorciado y vivía con una mujer brillante e influyente. Al igual que Trump, se presentaba modestamente, cuidaba mucho sus discursos y sabía cómo hacer girar a una audiencia. Hacia 462-461 a.C., tras el ostracismo de Temístocles (desterrado de la ciudad durante diez años), Efialtes, mentor de Pericles, hizo abolir el Aerópago, el Consejo de los Aristócratas, y lo despojó de todos sus poderes por decisión de la Ecclesia, la Asamblea del Pueblo. Pericles, aunque también era eupátrida, tomó el relevo de los demás eupátridas y devolvió el poder al pueblo apoyándose en la Ecclesia.
Como su riqueza, más limitada que la de sus adversarios, no le permitía igualarles en generosidad, tuvo que encontrar otra forma de consolidar su poder. Esto nos recuerda una vez más a Donald J. Trump, multimillonario ciertamente, pero mucho menos rico que otros, el cual se apoyó en el pueblo para enfrentarse a las élites. El ascenso al poder de Trump fue contra sus homólogos multimillonarios, aprovechando el descontento popular con ellos. Fue la explotación de la brecha entre «ellos y nosotros» lo que hizo ganar las elecciones a Trump en 2016 y le permitió recuperar el poder en 2024. En el siglo VI, Atenas ya había experimentado un periodo de concentración de la riqueza, al que Solón puso fin bruscamente. Pero la acumulación se reanudó. La concentración de la riqueza en Estados Unidos, el aplastamiento de la clase media y el estancamiento de sus ingresos demuestran que los ricos ya no saben —¿o no quieren? — detener esta acumulación.
Fuera de Atenas, para hacer frente a los persas, Temístocles había creado la Liga de Delos, reuniendo a las ciudades griegas para financiar una flota. De 160 ciudades, sólo tres construyeron barcos; las demás pagaron phoros (un tributo) a Atenas, que se hizo cargo de ellos. La OTAN se constituyó de modo parecido como una alianza frente al peligro soviético: sólo unos pocos países mantenían una importante base de producción de material militar, mientras que los demás hacían sus pedidos a Estados Unidos.
Entonces, ¿cuál fue la política seguida por Pericles durante más de treinta años, cuyo éxito le aseguró renombre al hacer suyo el siglo V a.C.? Puede afirmarse que Pericles se apoyó en dos dinámicas. La primera fue la transformación en imperialismo de la hegemonía de la que gozaba Atenas a través de la Liga de Delos. Este imperialismo le permitió duplicar el tributo y sobre todo —ésta es la segunda dinámica— imponer la plata y la moneda de Atenas (el dracma con el búho) como moneda a sus aliados, convertidos en vasallos, aprovechando así las minas del Laurión abiertas por Temístocles. Los ingresos y la riqueza minera del hegemón le permitieron financiar su generosidad social y sus esfuerzos bélicos y, en última instancia, dar a la democracia treinta años de esplendor.
Si volvemos a Estados Unidos, podríamos establecer fácilmente un paralelismo con la transformación de los aliados de la OTAN en vasallos observando la extensión extraterritorial de las leyes estadounidenses, la intrusión de los servicios de inteligencia, la influencia de los bancos de inversión y el control de las organizaciones financieras internacionales, a lo que cabe añadir el uso exclusivo del dólar para el intercambio de bienes esenciales (energía, equipos electrónicos, etc. ), que también se sustenta en su condición de primer productor mundial de petróleo. La riqueza petrolera de Estados Unidos es así la contrapartida de la riqueza minera ateniense, lo que le permite respaldar un dólar con riqueza real, como hacía el dracma, y emitirlo sin límite aparente.
En su discurso de investidura, el presidente Trump habló de una nueva edad de oro para Estados Unidos. Está siguiendo los pasos de Pericles; como él, pretende traer de vuelta el tributo, e incluso duplicarlo. Es probable que aumenten los poderes democráticos: hay que mantener a raya a los ricos. Así podrá instaurar la edad de oro prometida. Pero más tarde hubo en Atenas motivos de preocupación, ya que Pericles tuvo que enfrentarse a Esparta y a otras ciudades que desafiaban la hegemonía de Atenas. El siglo de Pericles terminó con la guerra del Peloponeso y Atenas nunca recuperó su poderío inicial. Los romanos habrían podido decir: sic transit gloria mundo.
© Le Figaro
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