8 de noviembre de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Rafael de Paula, torero, gitanito de Jerez

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Homenaje en la muerte del gran Rafael de Paula

Una cosa es ser el mejor. Otra, parecerlo. Y de seres sublimes, autoproclamarse como tal a los cuatro vientos. Y así lo hizo el torero de Jerez, Rafael de Paula. Cual axioma, pregonó en una entrevista que él era el mejor que había toreado de todos los tiempos. Podría haber apostillado: “Después de mí, naide, y después de naide, Morante”. ¿Quién nos queda ahora, maestro?

Admirado por unos, odiado por otros tantos, lo que está fuera de todo lugar es que de Paula ha sido auténtica leyenda viva. Y será torero eterno. Sus verónicas ya comparten cartel con las de Curro Puya o Gitanillo de Triana. Por su embrujo gitano, por su eterno duende, por lo azarosa y enigmática de su vida dentro y fuera de los ruedos. El duende dejó lo terreno y se elevó al cielo de lo eterno. Sólo él decidirá en quién desea reencarnarse.

¿Qué es el arte? ¿Por qué consideramos algo como tal? En una sociedad donde se nos impone aquello que debemos considerar o no artístico, la figura de los genios, de los artistas del birlibirloque, jamás pasa desapercibida. Se nos va un pedacito de Curro Romero, un frasquito de Morante de la Puebla, gran parte del duende de Cagancho. Jerezano, genuino e irrepetible, cuyo sabor hemos de degustar despacio, al ralentí, templando, como se torea, como se canta y se bebe, como se siente, como se vive y vivió Rafael de Paula, torero, gitanito de Jerez, del barrio de Santiago, axioma del duende, del arte del birlibirloque, del milagro, de la ley divina, aquel que ponía todo y Dios disponía de ello.

Rafael fue sinónimo de arte, de toreo añejo, dentro y fuera del ruedo. Torero romántico en una sociedad desconocedora de cualquier tipo de estética. El arte por el arte. Rafael por Rafael.

Dionisos te llora, y en su llanto vierte lágrimas negras, en su sueño te colma de bendiciones. Pero tranquilo, Rafael, las lágrimas de Baco las recogeremos en tarritos de esencia para que en el albero de la triste existencia que llevamos el resto de los mortales, jamás olvidemos que a la vida y, sobre todo, a la muerte, hay que mirarla con verdad y estética. Porque sin arte no hay vida. Porque sin arte, el caos lo invade todo. Sin arte, Rafael, la vida no merece la pena.

Todavía al toreo le quedan muchos misterios que decir. Y de frente, por derecho, como le gustaba hacer y decir al maestro gitano.

Quedan rafaeles aún en Curro, tu compañero de terna. En José Antonio, que huele y sabe a ti. Porque, aunque Dionisos llore, Apolo le consuela, sabedor de que, aunque tú hayas abandonado el mundo terreno, el duende es eterno y resurgirá para dotar de luz y esperanza a un mundo que camina hacia el abismo.

El arte no tiene fronteras. El arte, como Rafael, es eterno.

 

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