24 de febrero de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

El montaje fotográfico de un desventurado oso polar privado de hielo por los malvados fascistas que calientan la tierra.

Los científicos rebaten a los calentólogos

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Nada nuevo bajo el sol

En su libro El clima y sus incertidumbres, Steven Koonin, profesor de física teórica y exsecretario de Estado para la Ciencia en la administración Obama, relata cómo los hechos científicos han sacudido sus convicciones previas y le han llevado a criticar las afirmaciones de los medios de comunicación y de los políticos que pretenden indebidamente basarse en el consenso científico.

Durante el último millón de años, se han alternado periodos de calentamiento rápido con otros de enfriamiento más lento. Evidentemente, estas variaciones no son el resultado de la actividad humana, sino, en particular, de ligeros cambios en la órbita de la Tierra alrededor del Sol y en la inclinación de su eje.

Alban d’Arguin señala que la órbita de la Tierra alrededor del Sol suele ser un factor en estos trastornos, debido a las variaciones de la actividad magnética solar. Durante un «pequeño óptimo» entre los años 900 y 1300, las temperaturas fueron más elevadas que en la actualidad. Durante los últimos 170 años, el clima se ha ido calentando, pero con rachas de calor y frío, así como ocasionales veranos tórridos e inviernos gélidos.

En el siglo XX, el planeta se calentó entre 1910 y 1940, se enfrió entre 1940 y 1980 y se ha ido calentando desde entonces, sobre todo en las latitudes altas, la baja atmósfera y el interior. Los más mayores quizá recuerden que el último periodo de descenso de las temperaturas llevó a muchos climatólogos de la época a predecir la llegada inminente de una nueva edad de hielo.

El crecimiento demográfico y la actividad económica contribuyen al calentamiento global, principalmente a través de los combustibles fósiles, pero los aerosoles y la deforestación ejercen una influencia de enfriamiento que anula aproximadamente la mitad de la influencia inversa de los gases de efecto invernadero causados por las actividades humanas. La influencia humana es ciertamente creciente, pero actualmente sólo representa una proporción muy pequeña de la energía que circula por el sistema climático.

 

Los científicos desafían al IPCC

Christian Gerondeau señala que el IPCC (Prevención y Control Integrado de la Contaminación) no es un organismo científico, sino un órgano supranacional de carácter político que reúne y selecciona contribuciones, la mayoría de cuyos representantes no tienen experiencia en cuestiones climáticas. Muchos científicos critican sus conclusiones.

Steven Koonin observa que la modelización del clima, cuya incertidumbre aumenta con su sofisticación, depende de la forma en que se traten los parámetros difíciles de predecir, como las nubes, por ejemplo. Es más, estos modelos son incapaces de explicar el calentamiento que se produjo a principios del siglo XX.

Los resúmenes de los informes de evaluación del IPCC también contienen conclusiones contradictorias sobre el origen antropogénico del calentamiento global. Estas conclusiones se presentan como incontrovertibles, a pesar de que, en 2008, la « petición de Oregón » que rebatía enérgicamente esta tesis fue firmada por 31.000 científicos, de los cuales el 30% eran doctores.

 

 

En cuanto al papel de las actividades humanas en las catástrofes naturales, repetido regularmente por los medios de comunicación y muchos políticos, la Organización Meteorológica Mundial reconoce que «ningún acontecimiento individual, como un ciclón tropical grave, puede atribuirse al cambio climático inducido por las actividades humanas».

Los datos comunicados por el IPCC transmiten los grandes temores ancestrales de la humanidad, como la sumersión de las zonas costeras por el mar, el aumento espectacular de las temperaturas y la desaparición de especies animales simbolizada por la famosa imagen —resultado de un montaje fotográfico— de un desafortunado oso polar tristemente a la deriva sobre un témpano de hielo, aunque en realidad es capaz de nadar distancias muy largas. Los osos polares existen desde hace cientos de miles de años y se han adaptado a las sucesivas fases glaciares e interglaciares, pero estuvieron a punto de extinguirse recientemente debido a la caza incontrolada, a la que el gobierno canadiense puso fin en 1975.

 

Los verdaderos daños medioambientales, relegados a un segundo plano

Guillaume Sainteny cuestiona la pertinencia de la prioridad concedida al clima en las políticas medioambientales. Bajo la presión de las ONG de alto nivel, las políticas elegidas suelen pasar por alto otros grandes problemas medioambientales que probablemente tendrán mayores consecuencias económicas y sanitarias que las derivadas de los efectos del cambio climático.

Esta elección política parece tanto más cuestionable cuanto que nuestro país es responsable de menos del 1% de las emisiones mundiales de CO2 (el cual, como nos recuerda oportunamente Christian Gerondeau, lejos de ser un contaminante, es esencial para la vida).

Problemas medioambientales cruciales como la contaminación atmosférica (principal causa de muerte prematura en el mundo), la desaparición de especies (más de un tercio están amenazadas de extinción) y la degradación de los suelos por erosión, aridificación, salinización, compactación, contaminación química o agotamiento de nutrientes (un tercio de los suelos del planeta están afectados, según Naciones Unidas) quedan así relegados a un segundo plano.

En los países en desarrollo, los principales riesgos medioambientales no son tanto el cambio climático como la contaminación del aire y del agua, la explotación insostenible de los recursos naturales y la falta de acceso al agua, los alimentos y la energía.

Steven E. Koonin sabe por experiencia que la presión institucional sobre los científicos es real y que muchos de ellos han sido estigmatizados por publicar datos que no apoyan la narrativa oficial del cambio climático.

Como nos recuerda Alban d’Arguin, en 2019, 500 científicos, entre ellos ganadores del Premio Nobel, enviaron al Secretario General de las Naciones Unidas una declaración, que se quedó sin respuesta, titulada «No hay emergencia climática», que constaba de seis párrafos con los siguientes temas:

  1. El clima de la Tierra siempre ha variado;
  2. El calentamiento actual es mucho más lento de lo previsto;
  3. La política climática se basa en modelos inadecuados;
  4. El CO2 es el alimento de las plantas, la base de toda la vida en la Tierra;
  5. El calentamiento global actual no ha aumentado las catástrofes naturales;
  6. La política debe respetar las realidades científicas y económicas.

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