Sí, desde luego, es toda una visión del mundo (de un no-mundo, mejor dicho; de un mundo inmundo) lo que subyace tras el designio de nuestras élites que se dedican a posibilitar, si es que no a organizar, el alud migratorio que, si nada cambia, terminará arrancándonos de nuestra cultura y sustituyéndonos como pueblo. Sí, lo esencial —no sólo para las «élites», también para las masas que las votan— es el mundo concebido como un amasijo de átomos individuales tan indiferentes como intercambiables entre cualquier lugar.
Ahora bien, además de este designio macabro, está todo lo demás. Está toda la pasta —¡y pasta gansa!— con la que sufragamos nuestra aniquilación (o sea, ¡encima de cornudos…, apaleados!). Además de la pretensión siniestra de aplanar el mundo y dejarlo liso como una plancha, está el inmenso pastizal con el que se unta a un sinnúmero de beneficiarios de toda laya. Sin ellos, sería imposible que funcionase la logística necesaria para arrancar de sus lugares a millones de individuos, trasegarlos e implantarlos en casa de otros.
Es de este inmenso pastrizal de lo que nos habla, con todo lujo de detalles, el post-cast que les ofrecemos seguidamente.
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