Sí, no tengamos miedo a nombrar las cosas por su nombre. Al pan, pan; al vino, vino; y a las dictaduras liberales…, dictaduras.
Según datos recientemente publicados por el Times, el Gobierno laborista de Su Majestad lleva realizando desde hace dos años una media de unas 30 detenciones diarias (¡treinta al día, treinta!) por «comentarios ofensivos en línea». Esto es, por abrir el pico y hacer comentarios disidentes que, emprendiéndola, entre otras cosas, contra el wokismo o la invasión migratoria, socavan el orden imperante.
Durante 2023 se efectuaron 12.183 detenciones por infracciones relacionadas con mensajes tildados de «ofensivos, amenazantes o perturbadores» enviados a través de las redes sociales, y ahora viene lo más grave: y también mediante correos electrónicos, servicios de mensajería o llamadas telefónicas. En fin, que el Ojo de Gran Hermano es muy poderoso y todo lo controla, todo lo sabe, todo lo castiga.
Como, por citar un ejemplo, fueron castigados en Hertfordshire los padres de un niño. La dirección del colegio del mozalbete los denunció a la policía (se entiende, a la policía del pensamiento) por comentarios «despectivos y fuera de lugar» efectuados en un grupo de WhatsApp. Ocho horas los mantuvieron detenidos, si bien al cabo de cinco semanas de investigación un juez, dando muestras de amplio y generoso espíritu, desestimó sus cargos y sobreseyó el asunto.
Sin embargo, el «totalitarismo democrático» (vaga el oxímoron) que tiene curso en Gran Bretaña es, como decíamos, un «totalitarismo blando». Contrariamente al totalitarismo puro y duro, las dictaduras liberales se acomodan aún de ciertos mecanismos del Estado de Derecho que aún no han sido totalmente desmantelados. Así, de las 12.183 detenciones practicadas en 2023 sólo se dictaron —fue una pena, pero no consiguieron encontrar pruebas lo bastante contundentes— 1.119 sentencias condenatorias. Con ellas ya se logró un suficiente efecto intimidatorio, aparte de que nadie les quitó a los 11.064 exculpados el mal trago del tiempo pasado entre rejas o el miedo a acabar definitivamente entre ellas.
Donde impera, en cambio, plena libertad
de expresión es en nuestra revista
¡Hasta damos la palabra a Santiago Armesilla!
