2 de junio de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

El écolo-wokismo nos sume en las tinieblas

Aunque los medios sistémicos dan la información con mucho tiento y en sordina, las cosas parecen estar claras. Es la sobreabundancia de energías renovables lo que nos ha sumido en el más colosal apagón que vieran los tiempos y que dejan en ridículo aquellas «restricciones de la luz» que había en la terrible e inicua dictadura franquista.

Lo que provocó el más brutal de los colapsos (un colapso, por cierto, que ya había sido pronosticado por algunas Casandras científicas) es la imposible regulación de las energías renovables. Febo Apolo, el dios que, con su dorada carroza tira del sol (decían aquellos para quienes la naturaleza era divina), lo hace a su albur. De igual modo, Eolo, el dios de los vientos, los hace soplar cuando bien le parece. Por ello, no hay forma de medir o fijar la energía que de ambos extrae hoy el hobre de la Técnica, ese que entiende la Naturaleza nada más que como un ingente depósito de materia para su exploración (o su turismo). Contrariamente a la energía procedente de las centrales nucleares, hidroeléctricas o accionadas con carbón, la cantidad de la producción solar o eólica es absolutamente aleatoria. Tan pronto hay poca como hay mucha. El viento y el sol no se pueden almacenar y desplegar según convenga. De ahí los altibajos, las puntas hacia arriba o hacia abajo que se originan, lo cual es fatal para el correcto funcionamiento de la red eléctrica. Tan fatal… que puede acabar pasando lo que pasó este lunes en España y, como consecuencia, en Portugal y parte de Francia.

O sea, que la ecología woke o izquierdista (¡hay otra ecología; luego lo explicamos!) no sólo se dedica a talar bosques con miles de olivos centenarios, que son sustituidos por placas solares; no sólo esta «ecología» destroza todo el esplendor del paisaje, al que envilece con los espantosos molinos de viento que, éstos sí, son pavorosos gigantes merecedores de ser acometidos y destruidos. No sólo, pues, cometen cometen tales desmanes y tropelías, sino que, encima, el irregular, incontrolable flujo de la nueva producción energética nos sume en las tinieblas.

¿Significa ello que la explotación industrial de mares y tierras no engendra manifiestos ataques contra la integridad y la belleza de la Naturaleza, así como  —pensamos algunos— para el carácter «sagrado» que la caracteriza? ¡En modo alguno! Pero las «panaceas» que aporta el «woke-ecologismo» no son en la inmensa mayoría de los casos (y el que estamos analizando lo ilustra a la perfección) sino remedios peores que la enfermedad. No olvidemos tampoco que nada obliga a conjuntar el izquierdismo y el cuidado y amor a la Naturaleza. Baste recordar que los inicios de la preocupación ecológica tuvieron un claro signo de derechas, tanto en el siglo XIX, dentro del ambiente dominado por el Romanticismo, como en su prosecución en los años 20 del siglo XX, muy particularmente en Alemania.

No nos dejemos sin embargo abatir por tantos desmanes que contra la Naturalezas y los hombres comete el enemigo. Pongamos al mal mal tiempo buena cara y riámonos a mandíbula batiente, por un lado, con la estupidez de quienes anunciaban, engreídos, que no había el menor riesgo de apagón alguno; y disfrutemos, por otro lado, con el gran ingenio del que siempre da muestras, en tales circunstancias, el pueblo español.

 

Se ha hecho viral, pero démosle una vuelta de tuerca más

 

 

La que fue enchufada, entre tantos, es la presidente de Red Eléctrica, una socialista carante de títulos y de formación en el sector. Aquí se ríe de la posibilidad de un apagón

 

 

 

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