Incluido el índice más importante de todos: la reducción de la tasa de pobreza, la mejora del nivel de vida. ¿Entonces?… Seamos claros , agarremos el toro por los cuernos y preguntémonos: dado que las cifras son las cifras, y las de este artículo parecen irrebatibles, ¿se impone entonces saludar, desde nuestras tan i-liberales páginas, el superliberalismo libertario —aunque limitado a lo económico— de un Javier Milei?
Doctores tiene la Iglesia, y economistas la economía, que podrán —deberán— debatir la cuestión. Por nuestra parte, dejemos dos pinceladas. La primera para recordar que la primerísima necesidad era —es todavía—acabar con la destrucción económica (y espiritual) del país emprendida por el kichnerismo (sin olvidar los predecesores de los Kichner). Debemos, pues, saludar con júbilo la relativa mejora de la vida de los argentinos que estas cifras representan. Pero hay otros que, sacando una tajada infinitamente mayor de tales cifras, se van a alegrar aún muchísimo más por todo ello. Pregúntenselo, si no, a los dirigentes de las grandes multinacionales.
La segunda observación consiste en recordar que sí, es innegable: el liberal-capitalismo no es tan sólo ese monstruo que reduce la vida al capital y a lo material. También puede ser capaz de engendrar un gran festín de abundancia del que deja caer algunas migajas (incluso abundantes) que recogen las clases populares. Pero esa abundancia, esa indudable prosperidad económica, no sólo es el muy liberal laissez faire, laissez passer el que es capaz de conseguirla. Dos ejemplos históricos (pero está prohibido pronunciar su nombre) demostraron en la primera mitad del pasado siglo que una economía de mercado, pero políticamente dirigida, políticamente puesta al servicio de una determinada visión del mundo, fue capaz de conseguir en un lapso fulgurante de tiempo unos éxitos económicos tan colosales —sólo de éstos hablo ahora— que a su lado palidecen todos los triunfos de los que puede prevalecerse el liberal libertario Javier Milei.
El plan económico de Milei ha conseguido resultados de una forma sorprendentemente rápida: varios superávits fiscales, una poderosa desinflación (el IPC mensual ha pasado del 25% al 2,4% en unos cuantos meses), una drástica caída del riesgo país, la apertura de los mercados en dólares para algunas empresas, un superávit estable en la balanza energética, un aumento de las reservas brutas de dólares… Sin embargo, este plan tenía todavía un punto muy débil. En los primeros meses del Gobierno de Javier Milei, la tasa de pobreza aumentó hasta superar el 50%, una cifra alarmantemente elevada que empañaba casi cualquier logro financiero y económico. Sin embargo (y a falta del dato oficial que se conoce con bastante retraso), nuevos datos, varios indicadores adelantados y estudios realizados por diversas instituciones han demostrado, en los últimos días, que la tasa de pobreza en Argentina se ha desplomado en la segunda mitad de 2024. Aunque esto era algo previsible ante el notable aumento de los salarios reales (descontando la inflación) y la caída de la tasa de paro de los últimos trimestres, la caída de la pobreza ha sido más que notable, pasando de casi el 55% del primer trimestre del año a caer por debajo del 40% en el tercer trimestre de 2024.
La vuelta del crecimiento económico, el aumento de la inversión y el crecimiento de los salarios reales están rebajando un ritmo elevado la tasa de pobreza en Argentina. Este indicador partía desde unos niveles muy elevados provocados, en parte, por las mismas políticas que hoy están dando sus frutos: los drásticos recortes del gasto público, la reestructuración del balance del banco central, la desregulación de ciertos sectores y la liberalización de precios en la economía no iban a salir gratis en el corto plazo a la economía de Argentina. El aumento del desempleo, la contención de los salarios reales y de la tasa de pobreza han sido algunos de los costes de estas políticas con objetivos largoplacistas. Sin embargo, la recuperación de estos indicadores se ha comenzado a producir en la segunda parte del año y con ello el descenso de la pobreza.
Si bien es cierto que el dato oficial de la tasa de pobreza no se publicará por el INDEC (el instituto de estadística argentino) hasta bien entrado 2025, los estudios realizados usando los mismos parámetros por la Universidad Torcuato Di Tella ya venían revelando desde hace tiempo una caída mes a mes de la tasa de pobreza. Pero el gran cambio ha venido de la mano del último trabajo publicado por el Ministerio de Capital Humano, a través del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (CNCPS), utilizando los datos oficiales del Indec, que proyecta que en el tercer trimestre de 2024 la pobreza se desplomó hasta el 38,9% (una caída de 15 puntos respecto al primer trimestre del año). Cabe recordar que el Indec solo publica los datos de la pobreza dos veces por año.
Asimismo, el CNCPS proyecta que la incidencia o tasa de la indigencia (es más estricta que la tasa de pobreza, puesto que mide el porcentaje de personas cuyos ingresos no alcanzan para cubrir una canasta básica alimentaria) se ubicó durante este período en un 8,6%, después de haber registrado un 20,2% en el primer trimestre y un 16% en el segundo. Todos estos datos coinciden con los publicados por la Universidad Católica de Argentina, que reveló sus resultados el 20 de diciembre.
Por qué se reduce la pobreza
De esta manera, gracias a la apliacación de políticas económicas que han contribuido a reducir la inflación y estabilizar la economía, la pobreza está descendiendo con intensidad en la segunda parte del año (aunque ya comenzó a hacerlo en el segundo trimestre), tras haber pasado del 54,8% el primer trimestre al 51% en el segundo, con un resultado semestral del 52,9%, y con una proyección que desvela un desplome hasta el 38,9% para el tercer trimestre del año. El CNCPS insiste que ha utilizado los mismos datos y parámetros que utiliza el INDEC y que son públicos; la única diferencia es que el instituto de estadística sólo publica el dato de pobreza dos veces al año, aunque con los datos ofrecidos se podría realizar de forma trimestral, tal y como ha hecho el CNCPS.
La clave en esta caída de la pobreza se encuentra en la recuperación de la economía, el crecimiento de los salarios reales (los salarios avanzan por encima de la inflación gracias a la moderación de esta última) y el descenso del desempleo que ha venido de la mano de la recuperación de la economía. La economía de Argentina batió todas las expectativas de crecimiento para el tercer trimestre del año. El PIB se expandió un 3,9% respecto al trimestre anterior, lo que anualizando la cifra daría un crecimiento cercano al 17% (usando este indicador de ciencia ficción que tanto les gusta a los americanos). El consenso del mercado esperaba un crecimiento del 3% intertrimestral y una caída del 2,6% interanual.
Más inversión y empleo
Pero lo que es más importante, analizando ese dato de PIB se observa que hay un componente que se dispara; además ese componente es el que tiene la llave para abrir la puerta del crecimiento futuro de la economía y el empleo: la inversión privada. La inversión se ha disparado gracias a la desregulación y la generación de certidumbre en la economía a través de varias leyes aprobadas por el Gobierno. Con todo, la tasa de paro ha caído ya desde el 7,7% del primer trimestre del año al 6,9% del tercer trimestre de 2024, último dato oficial.
Un buen ejemplo de por qué ha aumentado con tanta intensidad la inversión se encuentra en el sector conocido como ‘minas’[1] en Argentina, cuyo crecimiento ha sido del 7,3% trimestral, siendo de este modo el segundo que más ha crecido después de la agricultura (este año la cosecha ha sido muy buena). El sector de minas incluye el petróleo y con ello la inversión que se está realizando en Vaca Muerta —el yacimiento de petróleo que ya produce más de 430.000 barriles de crudo no convencional— promete ser la llave para lograr superávits por cuenta corriente constantes en Argentina, lo cual dará lugar a una mayor entrada de dólares para ‘atar’ el tipo de cambio del peso. Pero, además, la inversión en Vaca Muerta queda contabilizada en el PIB en la formación bruta de capital fijo (FBCF), incrementando la producción presente y generando mejores expectativas de cara al futuro.
Sin embargo, éste es sólo el comienzo de un camino que aún enfrenta desafíos. Aunque los datos proyectados indican una mejora significativa, el reto será mantener esta tendencia en un contexto global incierto y con una economía que todavía lucha por diversificarse y atraer inversión extranjera. La estabilidad macroeconómica lograda hasta ahora es una base prometedora, pero deberá ser acompañada por medidas estructurales que garanticen un crecimiento inclusivo y sostenible en el largo plazo.
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La palabra ‘minas’, como es bien sabido, también tiene en argot argentino otro significado mucho más delicioso e interesante, pero no es a éste al que alude el artículo. (N. de la Red.)
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