El Manifiesto

Cien años

De algún modo, EL MANIFIESTO no deja de ser también una familia. Y para salir por una vez de la política, de sus glorias y de su ciénaga (sí, ésa del Estado profundo que un estadista, por fin, se ha puesto a demoler), vamos a dedicar hoy nuestro artículo a festejar como se debe y él se merece a nuestro decano: al único miembro de nuestra familia lectora y combatiente. (Si hubiera alguno más, tengan la bondad de comunicárbiski con urgencia.)

Nuestro centenario amigo se llama Álvaro Rodríguez Redondo, vive en Zaragoza, lee y comenta cada día EL MANIFIESTO, compra nuestros libros, está suscrito a nuestrasrevistas, y este 19 de febrero cumple cien años de una vida plena, entregada a la cultura (extensa es la suya) y a defender las ideas que compartimos.

Fue librero, y ésta que ven en la imagen es la que fue su librería, una de aquéllas ante cuyo escaparate, para hacerse una idea de los libros, se paraba la gente. ¡Ay, aquella gente de aquellos tiempos! ¿Dónde se han ido? Observen la foto con detenimiento. Nadie entonces hacía alarde de zarrapastros vestidos y burdas maneras. Elegantes, unos (todos lo eran o lo intentaban; hasta los pobres, con sus vestidos mil veces zurcidos y recompuestos), o con prendas de trabajo el mozuelo que también mira libros mientras sostiene el capazo con el que trajina productos de la tienda. ¿Se imaginan alguno de su edad que, para mirar libros, dejara hoy de lado la playstation?

Se me olvidaba. La foto data del año 1946 y fue tomada en aquel «yermo erial» que era la España de la época… Tenía entonces veintiún años el Álvaro que hoy cumple cien, y a cuyo propósito otra lectora de este periódico, Ana María Lezcano, ha escrito: «Es emocionante don Álvaro porque es real, porque es un hombre todavía despierto, vital, amable y comprensivo, curioso. Un honor tener su amistad. Una alegría. Un regalo.»

Aunque no lo conozcan, compartan con nosotros, amigos lectores, el regalo de contar entre nosotros a semejante lector.