Arrasa, en primerísimo lugar, en Alemania. A pesar de todos los ataques (desde las puñaladas islamistas recibidas por sus militantes hasta las persecuciones legales y las tretas mediáticas), la AfD (Alianza para Alemania) ha alcanzado este domingo el segundo puesto en Alemania Occidental y el primero en Alemania Oriental (por cierto, ¿y si se empezara a pensar en volver a dividir Alemania?…).
Si decimos que ello sucede “en primerísimo lugar” en Alemania, no es sólo por la importancia que el país tiene como columna vertebral de la UE. Lo decimos porque la AfD constituye, junto con el húngaro Fidesz, de Viktor Orbán, y el partido eslovaco de Robert Fico, igualmente vencedores en sus países, así como el FPÖ austriaco, la fuerza más decididamente, más radicalmente europea —entiéndase: más hondamente defensora de los principios de la civilización europea, hoy en peligro—.
Hoy por hoy y visto lo que se está viendo, las anteriores son las principales fuerzas identitarias europeas, situándose netamente por encima del resto de los partidos que se dan igual nombre. O se lo daban, pues Giorgia Meloni —hecho más que significativo— ya está definiendo a sus Fratelli d’Italia como partido de centro-derecha. Entre estos partidos que por sus palabras (salvo las de Meloni) parecen situarse en la derecha patriótica o radical, pero cuyos hechos no acaban de confirmarlo (o sólo lo confirman en parte), destaca ante todo el RN (Reagrupación Nacional) francés, de Marine Le Pen, cuya aplastante victoria, duplicando el número de votos de Macron, ha obligado a éste a disolver el Parlamento y convocar próximas elecciones.
Ya hemos hablado en otras ocasiones, y no es cuestión de volver a entrar en detalles, de las tibiezas y concesiones al Sistema que caracterizan a estos partidos: desde sus dejaciones en lo relativo a la cuestión inmigratoria hasta su sumisión a la política estadounidense que les lleva a convertirse en halcones de la guerra que amenaza con sumergir a Europa, si es que no al mundo.
¿Y en España?
Ah, en España… Pues, en España, la otra cara de la moneda, la vergüenza de Europa, su hazmerreír. España es el único país (ah, no, me parece que en Finlandia también) donde el centro-derecha-izquierda-centrado —léase PPSOE— ha arrasado absolutamente en unas elecciones cuyo principal vencedor (con más de un 60%) ha sido sin embargo el partido de la abstención. Vox, por su parte, ha pasado de tres a seis diputados, al tiempo que un curioso olvido hacía mella tanto en el discurso de Jorge Buxadé como en las páginas de La Gaceta: ni una sola palabra celebraba el espectacular triunfo de los hermanos (se supone) de la AfD alemana, estos díscolos anti-OTAN. Pero un olvido, en fin, lo puede tener cualquiera.