22 de diciembre de 2024

Director: Javier Ruiz Portella

Yo acuso a la oligarquía

Acuso a la oligarquía occidental de provocar crisis para controlar al pueblo y allanar el camino hacia un gobierno mundial

La oligarquía no ha fracasado a la hora de encontrar soluciones a las distintas “crisis”, ya se trate del desempleo, la inmigración, la natalidad o la inseguridad. Estos “fracasos” son en realidad éxitos para la oligarquía, porque el choque y el caos son parte integrante de su estrategia.

Acuso a la oligarquía de haber sistematizado la práctica del choque, teorizada por los neoliberales de la Escuela de Chicago en los años 70, como medio de imponer reformas económicas y sociales contra la voluntad del pueblo.

Acuso a la oligarquía de fomentar la sucesión de “crisis” para reducir la resistencia del cuerpo social, extender la ansiedad y provocar un estado de aturdimiento en los sometidos para inhibir su capacidad de reacción política y de oposición.

  • La inseguridad lleva así a los ciudadanos a replegarse sobre sí mismos, lo que contribuye a su desmovilización política y debilita la legitimidad de los Estados. También permite la rápida privatización de las funciones soberanas del Estado, en gran beneficio del “mercado”.
  • El terrorismo permite reforzar el control sobre la población, en particular a través de Internet y de las nuevas tecnologías de la comunicación.
  • La inmigración beneficia a los empresarios, pero también sirve para desmoralizar a los europeos haciéndoles sentir que ya no están en casa.
  • El desempleo propaga la ansiedad sobre el futuro y hace que los empleados sean dóciles con sus empleadores.
  • La crisis de la deuda soberana permite controlar la política económica nacional y promover soluciones cada vez más liberales para “restablecer las cuentas públicas”. A su vez, estas políticas liberales están deconstruyendo la protección social, reforzando el aislamiento y la dependencia de los individuos.
  • El ecologismo y la cuestión del calentamiento global proporcionan nuevos pretextos para extender la ansiedad y legitimar el aumento de las regulaciones y controles y la reducción de las libertades prácticas.

Acuso a la oligarquía en el poder en Occidente no de ser incapaz de resolver las “crisis” sino, al contrario, de provocarlas, orquestarlas y mantenerlas. Pues cada crisis ofrece nuevos pretextos para avanzar por el camino hacia la “gobernanza” mundial que tanto desea.

Acuso a la oligarquía de alentar todo lo que favorezca la implosión de las sociedades

En siglos anteriores, las revoluciones se libraban contra los poderes fácticos. En el siglo XXI, por el contrario, son los poderes establecidos los que inician la agitación constante de las sociedades.

Acuso a la oligarquía de revolucionar constantemente la sociedad, en contra de la voluntad del pueblo, para controlarla mejor.

Acuso a la oligarquía de promover el individualismo en todas partes y la desaparición de las tradiciones y de las normas religiosas, morales, culturales y sociales para reducir a todos los pueblos al estado de átomos indiferenciados e indiferentes entre sí, al estado de “recurso humano” que hay que trabajar a merced. Pues la instauración de un gobierno mundial ejercido sin reparto presupone la ruina previa de todo orden social, de todas las tradiciones, de todas las instituciones y de toda la solidaridad humana existente.

Acuso a la oligarquía de declarar una guerra permanente a las naciones, a las soberanías, a las identidades y a la naturaleza humana por una única razón: crear el caos en todas partes para socavar todo lo que pueda obstaculizar la realización de su sueño escatológico de una humanidad sometida a una ley única y al gobierno de unos pocos autoproclamados “elegidos”.

Acuso a la oligarquía financiera de fomentar todo lo que pueda socavar la identidad y los valores de cada pueblo. La acuso de promover el cosmopolitismo, el mestizaje, la inmigración, la “revolución de la moral”, la banalización del consumo de drogas, la homosexualidad, el aborto y el feminismo como “valores universales”. También la acuso de promover el egoísmo individual, presentado como una virtud “liberal”. Porque la oligarquía se ha unido al neoliberalismo, una ideología de lucha que propugna el individualismo radical, la deconstrucción de los Estados y la “sociedad abierta” -es decir, la desintegración de la sociedad- y que afirma que los vicios humanos son virtudes sociales.

Acuso a la oligarquía de planear la destrucción de la cultura y el conocimiento

A diferencia de siglos anteriores, la oligarquía no pretende basar el orden político en la difusión de la educación y el conocimiento en la sociedad, sino en el embrutecimiento y el condicionamiento mediático de los individuos. Por eso planea erradicar la cultura y el conocimiento, un proyecto que denomina “sociedad de la comunicación”.

Acuso a la oligarquía de organizar cínicamente el embrutecimiento de la población mediante los medios de comunicación, el deporte y la publicidad.

Acuso a la oligarquía de permitir que los sistemas de educación pública se deterioren por este motivo. En particular, se están asegurando de que la educación deje de ser un medio de transmisión de cultura o de selección de competencias. Porque la degradación de la educación hace que el futuro “recurso humano” sea aún más dócil.

Acuso a la oligarquía de destruir el lenguaje, de cambiar el significado de las palabras y de imponer la novolengua para impedir que la gente piense y perciba el estado de sometimiento en el que la mantienen. Acuso a la oligarquía de querer imponer el inglés como lengua del nuevo orden mundial.

Acuso a la oligarquía de fomentar la difusión por todas partes de un “arte” cosmopolita desarraigado que contribuye a ahogar el genio de cada pueblo.

Acuso a la oligarquía de utilizar los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la comunicación para condicionar a los jóvenes. Pues es reeducando a los jóvenes —que representan la mayoría de la población mundial— como la oligarquía espera realizar su proyecto y cambiar a la gente.

Acuso a la oligarquía de difundir una cultura del arrepentimiento cuya verdadera función es hacer que los europeos renieguen de sus antepasados, nieguen los logros de su civilización y renieguen de su identidad. Tanto mejor para mantenerlos en la sumisión y el letargo.

Acuso a la oligarquía de destruir la democracia

La oligarquía lleva a cabo su proyecto en secreto porque sabe que el pueblo se rebelaría contra ella si conociera su propósito. Por ello, su plan implica el uso constante del engaño, el doble lenguaje, la desinformación y la coacción.

Acuso a la oligarquía de probar la aplicación de su proyecto escatológico en los pueblos de Europa.

La llamada Unión Europea es el primer laboratorio de lo que la oligarquía quiere para el mundo entero: un sistema de “gobernanza” en el que las decisiones no sean tomadas por representantes elegidos sino por responsables cooptados, jueces inamovibles e intereses financieros; un sistema que reduzca constantemente la soberanía de los Estados y de los legisladores al papel de meros transcriptores de directivas emitidas por responsables invisibles; un sistema en el que se coarta constantemente la libertad de los ciudadanos y en el que el espionaje, la delación y la represión de quienes rechazan un pensamiento único se generalizan con los pretextos más diversos; un sistema en el que la oligarquía ha erigido la “transparencia”, es decir: un sistema en el que el proceso electoral carece progresivamente de sentido, puesto que ya no existe una verdadera alternancia política, y en el que el recurso al referéndum ha sido deliberadamente demonizado.

Acuso a la oligarquía de vaciar de sentido la democracia en Europa: haciendo creer a la gente que la democracia ya no es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, sino simplemente la sumisión del pueblo a los mandatos de una ideología única, la del libre comercio y los derechos humanos; la ideología que sirve de pantalla al proyecto escatológico de la oligarquía. Haciendo creer también al pueblo que sólo hay una política posible: la que conduce al gobierno mundial.

Pero no puede haber democracia sin la soberanía del pueblo y sin un Estado que garantice su ejercicio dentro de un espacio delimitado por fronteras. Por esta razón, la democracia mundial nunca será más que una máscara para la tiranía. El plan de la oligarquía para destruir las fronteras, los Estados y la soberanía de los pueblos es, por tanto, intrínsecamente antidemocrático.

Tampoco puede haber democracia sin identidad o preferencia nacional, que es la única forma de que los pueblos se entiendan entre sí: por eso la oligarquía defiende la inmigración en todas partes, y en particular la “gran sustitución” de europeos, como forma de hacer imposible la democracia. Por eso está introduciendo la preferencia extranjera en todas partes en nombre de la “lucha contra la discriminación”.

Acuso a la oligarquía de querer imponer a todo el mundo el sistema que ha instaurado en Europa.

Acuso a la oligarquía de conducir a la guerra

El proyecto globalista oligárquico consiste en someter a todos los pueblos a un modelo único: los “valores” y el modo de vida encarnados actualmente por Estados Unidos y ya impuestos a todo Occidente desde la caída de la Unión Soviética. Este es el verdadero significado de la frase “la expansión de la democracia en todo el mundo”. Porque la oligarquía globalista tiene un don para disfrazar sus planes de dominación con bellas palabras.

Acuso a la oligarquía de apuntar a todos aquellos que no comparten su proyecto totalitario, a todos aquellos que quieren preservar su identidad, su religión, sus tradiciones, sus valores, su territorio o su modo de vida y a los que designa como enemigos de la humanidad. Porque la oligarquía odia, más que a nada, a los pueblos orgullosos de su identidad y celosos de su soberanía, así como a la diversidad de las civilizaciones y de los seres humanos.

Acuso a la oligarquía de utilizar todos los medios de coerción posibles para lograr sus fines: chantaje económico o chantaje sobre los recursos naturales, corrupción de las élites, desestabilización de los gobiernos considerados hostiles, “revoluciones de colores” manipuladas, demonización y aislamiento de las potencias que podrían interponerse en el camino de la superpotencia estadounidense como Rusia y China, organización de atentados y asesinatos, guerras civiles y, por supuesto, guerras a secas.

Acuso a la oligarquía de planear una guerra de civilizaciones. Las guerras emprendidas por la oligarquía -aunque se niegue a utilizar esta palabra- le permiten destruir gobiernos hostiles, sembrar el caos y acabar con poblaciones consideradas difíciles de rehabilitar. También le permiten estimular el crecimiento de los gastos militares y, por tanto, los beneficios de las grandes empresas mundiales y de la oligarquía financiera. Por último, nos permiten apoderarnos de materias primas estratégicas, lo que a su vez refuerza nuestra capacidad de chantajear al mundo.

La guerra fue el medio por el que Estados Unidos se convirtió en la superpotencia mundial en el siglo XX, y toda la oligarquía ha aprendido la lección.

La guerra contra el Islam o el terrorismo ya ha permitido sembrar el caos en los países musulmanes. Pero mañana la oligarquía abrirá otros frentes: en Asia, África, el Pacífico e incluso contra Rusia y la propia Europa.

Acuso a la oligarquía occidental de conspirar cada día contra la paz, contra la identidad y contra el derecho de los pueblos a la autodeterminación, contra la diversidad del mundo.

Pueblos y civilizaciones de todos los continentes, ¡uníos contra el proyecto escatológico y totalitario de la oligarquía occidental! ¡Levantaos contra esta pequeña minoría arrogante que conduce a la humanidad por el camino de la regresión y el caos!

© Polémia

 

 

La “oligarquía occidental” es lo que llamamos “la oligarquía liberal” en el número de nuestra revista que le está dedicado

 

 

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