Si el Himno de un pueblo carece de letra, si nada dice de lo que es o le mueve; si sus gentes no pueden apiñarse, unidas, en torno a su canto, si queda otra posibilidad que tararalearlo con ese penoso Lala-laratla-lara que más bien parece un canto tabernario, la cosa entonces está clara: cortada su savia que es canto, convertido en simple melodía, semejante himnillo deja en realidad de ser Himno.
Y un pueblo que no tiene Himno, que no puede cantarlo, ¿es todavía pueblo? Sí, todavía lo es, aún le quedan restos de lo que es o de lo que fue ayer; pero ya se le ha asestado la primera de las heridas (muchas otras se le añadirán) que intentarán acabar con él.
Sí, es cierto, tiene usted razón, señor mío, la herida es exclusivamente simbólica. Lo que pasa es que es en torno a los símbolos como se forja la identidad, el sentir, el ser de un pueblo. Los símbolos, las imágenes, el imaginario… ¡Son los símbolos, imbéciles!, cabría exclamar como exclamó aquél a propósito de la economía. Y los símbolos…, eso es lo que esa gente nunca entenderá.
Sólo existen en el ancho mundo cuatro naciones (la primera de ellas, por cierto, de discutible identidad) que en lugar de Himno tienen un himnillo carente de letra. Son éstas: Kosovo, Bosnia Herzegovina, San Marino… y esta otra nación a la que desde 1978 se le ha prohibido cantar algo tan poéticamente bello como «¡Gloria a la Patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol!», al tiempo que a los «hijos del pueblo español que vuelve a resurgir» el nuevo régimen les ha impedido «alzar los brazos», como rezaba la letra de Pemán, para que, en su lugar, los bajen (¿intuirían tal vez que ano había ahí resurgir alguno?).
Ahora que, poco a poco, el pueblo español sí parece empezar a resurgir; ahora queya se puede volver a pronunciar la palabra Patria, tantos años autocensurada; ahora que, echando la mirada atrás y proyectándola hacia delante, empezamos a tener claro que la gloria, la grandeza de la patria es lo que nos conformó ayer y lo que debemos volver a perseguir hoy; ahora, en efecto, bueno sería que los patriotas de nuestra nación emprendiéramos una amplia campaña consistente en, primero, aprender, segundo, difundir y, tercero, cantar a voz en cuello el Himno de nuestra patria.
Bien está, por ejemplo, que Vox haya tomado la costumbre (que ahora, por cierto, el PP parece haberle copiado…) de concluir sus actos y sus mítines haciendo sonar la música del Himno que se queda en himnillo. Ahora bien, ¿se imaginan el efecto enaltecedor —catártico, en realidad— que tendría el que sonara por los altavoces el Himno Nacional cantado con su auténtica letra? Lloverían obviamente las acusaciones de franquismo, fascismo, racismo, etcétera. Pero como de todos modos van a llover igual, y como más vale reírse de ellas…
Si los españoles consiguiéramos, en una palabra, volver a tener un auténtico Himno, entonces dejarían de sentirse tan solos como deben de sentirse esos encantadores negritos de Guinea Ecuatorial cuyo video les ofrecemos seguidamente, o esos alumnos (y su valiente profesora) de no se sabe qué escuela española.
Y para que quienes, peinando canas, podamos rememorar el himno que cantábamos en el patio de la escuela; y para que quienes, no peinándolas, puedan descubrirla, transcribimos seguidamente la letra tantas veces aludida.
Viva España, alzad los brazos, hijos
del pueblo español,
que vuelve a resurgir.
Gloria a la Patria que supo seguir,
sobre el azul del mar el caminar del sol.
Gloria a la Patria que supo seguir,
sobre el azul del mar el caminar del sol.
¡Triunfa España! Los yunques y las ruedas
cantan al compás
del himno de la fe.
¡Triunfa España! Los yunques y las ruedas
cantan al compás
del himno de la fe.
Juntos con ellos cantemos de pie
la vida nueva y fuerte del trabajo y paz.
Viva España, alzad los brazos, hijos
del pueblo español,
que vuelve a resurgir.
Gloria a la Patria que supo seguir,
sobre el azul del mar el caminar del sol.
Gloria a la Patria que supo seguir,
sobre el azul del mar el caminar del sol.