¡Vaya mezcla rara, la de Santiago Armesilla!, se dirán ustedes. Suficientemente rara, en efecto, lo bastante fuera de lo común como para que —precisamente por ello— efectuemos este diálogo-entrevista con quien es un influencer que, a través en particular de su canal en YouTube, atrae a un numerosísimo público. Y al que influye, claro está. Como les influyó —escandalizándolos— el día, por ejemplo, en que en uno de esos programas de televisión vistos por millones de personas fue capaz de asestarles esa evidencia: «Franco era más socialista que el PSOE».
No suscribimos, claro está, todos los puntos que Armesilla expone en esta entrevista. Pero compartimos un suficiente número de ellos, y no cualesquiera, para que tenga todo su sentido haberle abierto las puesta de EL MANIFIESTO. Para comprenderlo, baste pensar que si posiciones como las suyas fueran compartidas por una parte significativa de la izquierda española, otro gallo, la verdad, nos cantaría.
No cabe duda, Santiago, de que constituyes una de las figuras más descollantes, aunque absolutamente sui generis, de lo que podríamos llamar la derecha identitaria patria. O de los social-soberanistas españoles, por usar un término que personalmente prefiero. ¿A qué se deben, a tu juicio, esos mareantes índices de audiencia (más de 300.000 suscriptores en tu canal de YouTube, si no me equivoco)? ¿Sería tu «rojipardismo la explicación de ello?
No soy de derechas. Definamos, primero, qué se entiende por derecha y qué por izquierda. Cuando empecé de manera profesional mi canal de YouTube dediqué dos listas de reproducción a definir las izquierdas (en plural) y la derecha (en singular), partiendo del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, que incorporamos en nuestro Materialismo Político, una fusión de Bueno con Marx, más otras influencias. Efectivamente, tal y como Bueno afirma en El mito de la izquierda y en El mito de la derecha, dos libros fundamentales para entender estas cuestiones, la izquierda no existe en sentido unívoco, se trata de un mito oscuro y confuso, sobre todo manejado por la socialdemocracia, o sus restos degenerados, y por la derecha liberal, o sus restos degenerados. Existen las izquierdas, en plural, en sentido análogo, y estas se distinguen en dos vertientes, definidas e indefinidas. Evidentemente, existen elementos comunes entre las izquierdas, genéricos, como serían el racionalismo universalista, es decir, que se defienden proyectos políticos que son para todos sin excepción de origen cultural, religioso, «raza», sexo, orientación sexual, etc., desde una perspectiva filosófica racionalista o materialista, esencialmente atea, y la organización de dicho raciouniversalismo desde lo que Bueno llama «holización». Un término que toma de la química, y que no sería otra cosa que la reconstrucción política, previa destrucción, de la sociedad política del Antiguo Régimen y de sus estamentos mediante la consolidación de una única unidad política, por la que los súbditos del monarca absoluto son convertidos en unidades atómicas, indivisibles, llamadas ciudadanos. Por tanto, todas las generaciones de las izquierdas políticamente definidas parten del proyecto de la Nación Política de Ciudadanos Libres e Iguales en Derechos y Deberes, que es el proyecto político que consolida la izquierda jacobina, la primera generación de las izquierdas políticamente definidas y género generador de todas las demás.
La Nación Política jacobina surge con la Revolución francesa, y con ella surge la distinción entre izquierdas y derechas. La Nación Política jacobina tiene primero una forma monárquica constitucional, y a partir de 1793, republicana. Las siguientes generaciones de las izquierdas políticamente definidas tienen proyectos raciouniversalistas y holizadores distintos y contrapuestos entre sí, y no sólo con la derecha. Tras el jacobinismo, surgen las siguientes generaciones de las izquierdas políticamente definidas, que son definidas porque tienen un proyecto político definido respecto del Estado, que es el criterio de definición política por excelencia. Como decía, tras los jacobinos vienen las siguientes izquierdas políticamente definidas: la izquierda liberal de la Guerra de Independencia Española, que es la de la Constitución de Cádiz; la izquierda anarquista, que b usca destruir el Estado y que tiene en el anarco-sindicalismo a su forma más definida a nivel política; las siguientes tres generaciones de izquierda políticamente definidas están inspiradas en el marxismo, y serían la socialdemocracia, el comunismo marxista-leninista bolchevique soviético y el comunismo de la izquierda asiática, mayormente maoísta. Las izquierdas indefinidas serían aquellas corrientes de las izquierdas que no tienen un proyecto políticamente definido respecto del Estado y cuyas orientaciones son sociológicas, filosóficas, culturales, «artísticas», etc.
Gustavo Bueno distingue tres corrientes: la izquierda extravagante (movimientos sociales, ONGs, feminismo, ecologismo, etc.); la izquierda divagante (intelectuales y artistas); e izquierda fundamentalista (una unión de las otras cosas y que, en forma de coaliciones políticas, reclaman ser la «verdadera izquierda» o el «verdadero socialismo», y cuyos ejemplos serían Sumar o Unidas Podemos en España, Morena en México, o la Francia Insumisa. Gustavo Bueno postula que, en el siglo XXI, podría organizarse una séptima generación de las izquierdas políticamente definidas, pero que sus parámetros ideológicos solo podrían articularse, quizás, hacia mediados de esta centuria. A esto, el mexicano Ismael Carvallo en sus Tesis de Gijón afirma que la séptima generación de las izquierdas políticamente definidas será materialista e iberoamericana. Nosotros, desde el Materialismo Político, desde el Instituto Beatriz Galindo-La Latina y desde las Vanguardias Iberófonas Socialistas (Vanguardia Española, Vanguardia Argentina para la Liberación, Vanguardia Comunista de Chile, Vanguardia Colombiana, Vanguardia Venezolana, Bloque Revolucionario Obrero y Campesino —de Costa Rica— y Vanguardia Mexicana, aunque vendrán más) extendemos la idea de Bueno y Carvallo al conjunto de la Iberofonía, la Civilización que comprende a todas las naciones, poblaciones y territorios del Planeta cuyas lenguas oficiales o mayoritarias son el portugués y el español, las dos únicas lenguas universales mutuamente comprensibles a grandes rasgos, en un conjunto civilizatorio y lingüístico de casi 900 millones de personas en todos los continentes.
Como se ve, aunque sea prospectivamente, estaríamos más alineados con las izquierdas que con la derecha, la cual supone la defensa del Antiguo Régimen, de la Unión del Trono y del Altar y de proyectos particularistas (no universalistas), irracionalistas en sentido filosófico y, si acaso, sólo universalizantes a escala metafísica y religiosa.
Gustavo Bueno también concibe tres corrientes o modulaciones de la derecha: la reaccionaria, la liberal (que es la misma que la izquierda liberal en sus vertientes menos progresistas, lo que demuestra que se puede ser de izquierdas y de derecha al mismo tiempo, y el liberalismo es lo más evidente), y la derecha socialista, una suerte de (contra) revolución desde arriba que evite la revolución desde abajo, y que en España tendría tres importantes representantes históricos: Antonio Maura, Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco. También habría dos modos de derechas no alineadas con el Antiguo Régimen, pero que sí parten de planteamientos irracionalistas y/o particularistas. Una serían las derechas internas a los Estados y que serían todas las consideradas como «tercerposicionismo» (fascismo, nacionalsocialismo, nacionalsindicalismo, justicialismo o peronismo, nacionalbolchevismo, etc.), y otras las derechas extravagantes, cuyas delineaciones desbordan los límites estatales, bien porque «su reino no es de este mundo» (como la teología de la liberación o el salafismo islámico) o porque buscan destruir los Estados (como los secesionismos étnicos vasco o catalán, o el anarcocapitalismo). Por todo lo descrito, no se me puede definir de derechas, aunque reconozco que, en las democracias liberales burguesas avanzadas, la división izquierda / derecha hoy día es más sociológica que estrictamente política.
Por «rojipardismo» me refería en mi anterior pregunta a esa otra singularidad tuya: a tu indudable patriotismo español, a tu implacable combate contra el wokismo, la invasión migratoria y todo lo que representa la izquierda progre (o «fucsia», como la llama Diego Fusaro), a lo cual le unes… un incuestionable posicionamiento de izquierdas. De la verdadera izquierda…, de la izquierda —supongo que precisarás— que se reclama del verdadero Marx y hasta, en tu caso (pero ya viene en la siguiente pregunta) de algo más.
Vaya, en esta segunda pregunta se me reconoce un posicionamiento de izquierdas cuando en la primera se me decía que era de derechas. Espero que la respuesta a la primera pregunta haya aclarado las cosas. Mi defensa de la nación política española, la crítica a la inmigración ilegal y su relación con la geopolítica y diversas mafias de nuevos negreros, grupos financieros y ONGs, no se distancia mucho de las izquierdas clásicas del siglo XX. En ese sentido soy coherente con esas tradiciones. En todo caso, sin Marx serían imposibles estos análisis, y sin Gustavo Bueno tampoco. En el Materialismo Político fusionamos a ambos. Es una fusión nuclear, que se creía «imposible» para muchos marxistas escolares (o vulgares) y para muchos gustavobuenistas antimarxistas (que los hay), y que demuestra por su potencia crítica desprender una energía filosófica y política de largo rango. Esto no ha hecho más que comenzar.
Como decía el gran Heráclito de Éfeso, el combate de los contrarios que se enfrentan tanto como se aúnan entre sí, es la verdadera fuerza que sostiene al mundo. Yo también lo pienso y, por ello, suelo hablar de «abrazo de contrarios» para expresar ese oxímoron. Ahora bien, el abrazo que tú das a los dos grandes contrarios —el patriotismo de derechas, soberanista, libre, popular; y el socialismo de la izquierda roja (no «fucsia»); ese abrazo al que le sumas una mirada algo benévola sobre lo que fueron el comunismo y la URSS—, ¿no corre el riego semejante abrazo de parecerse algo… al abrazo del oso? Dicho de otro modo, el enfrentamiento históricamente incuestionable entre la Derecha que reniega del liberalismo y la izquierda que hace igual con los liberales de su bando, este enfrentamiento, ¿ha sido una falacia, un engaño?
¿Qué entendemos por «patriotismo de derechas»? Cuando Franco pactó con EE. UU. la instauración de bases militares yankis en España, por sellar un pacto anticomunista, antisoviético, ahí comenzó el principio del fin. Algo parecido cabe decir cuando Perón, que no era derecha socialista como Franco sino otra cosa (derecha no alineada con el Antiguo Régimen e interna al Estado, que acabó evolucionando, en sus facciones mayoritarias, a una suerte de socialdemocracia, luego social-liberalismo), regresó a Argentina para su tercer mandato, ya empezó a operar lo que luego sería la Triple AAA (Alianza Anticomunista Argentina), que también asesinó militantes peronistas. Y operó porque la clase dominante argentina, lo que el peronismo llamó «oligarquía», nunca estuvo por la labor de la construcción de una nación industrializada y soberana, no sometida al «libre mercado» anglosajón. Y también operó porque para que el peronismo volviera al poder necesitaba el «permiso» de EE. UU., que ya dominaba Suramérica a través del Plan Condor. El gran error de estas «derechas patrióticas» es siempre pensar que la Gran Burguesía puede ser una clase nacional, patriótica.
Ramiro Ledesma decía que «solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria». Se equivocaba, porque la Patria no es un lujo, la Patria es la clase obrera de las naciones, los que producen la riqueza nacional transformando la naturaleza, el entorno, mediante medios que no son de su propiedad. El fin del marxismo es siempre elevar el proletariado a la condición de clase nacional, de nación. Y eso jamás lo ha defendido ninguna «derecha patriótica». Lo que nosotros defendemos no es un «abrazo de contrarios». Más bien entendemos que es imposible que el comunismo triunfe en una nación si no se hace profundamente nacional, patriota. Es lo que defiende Doménico Losurdo, marxista y hegeliano italiano. Y para ello la construcción del socialismo necesita inveterarse con las tradiciones e idiosincrasias nacionales y culturales de la nación. De ahí nuestra defensa del catolicismo hispánico, pues en él hay un germen anticapitalista muy fuerte, incluso cuando nuestro catolicismo histórico se enfrentó al mismo papado en varias ocasiones, pues el papa no deja de ser un jefe de Estado extranjero. El verdadero «abrazo del oso» es el que realiza la «derecha patriótica» no liberal o antiliberal con los liberales, en nombre del «anticomunismo» y del «antisocialismo». ¿O acaso no es eso lo que defiende la «Nueva Derecha» de Agustín Laje, quien le ha quitado el término a la de Alain de Benoist? Cuando en nombre del anticomunismo, de la Patria y de la fe, la «derecha patriótica» se alía con el liberalismo es cuando se produce el verdadero abrazo del oso, que es el del Capital a las instituciones precapitalistas que todavía quedan. Eso siempre está condenado al fracaso, pues el cristianismo siempre tiene toda las de perder ahí.
{Artículo de Éléments-El Manifiesto
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¿Qué otras destacadas figuras comparten contigo esa dualidad de la que hablábamos: ser a la vez radicalmente de derechas y de izquierdas? Pienso, por ejemplo, en un Roberto Vaquero y su partido Frente Obrero. ¿Qué piensas de él? ¿Qué relaciones mantienes —o no— con ellos?
No hay dualidad en Vanguardia Española ni en el Materialismo Político, y ya he explicado por qué. Izquierdas y derecha son fenómenos políticos históricos que hay que entender desde las coordenadas adecuadas. El problema es que hoy la gente no sabe de lo que habla cuando habla de «izquierdas» y de «derecha». Ningún proyecto emancipatorio postcapitalista puede realizarse desde una mera plataforma nacional. Eso lo defendemos en Iberofonía y socialismo. Eso lo entendió Stalin y lo entienden en la República Popular China. Solo puedes destruir al Imperio Depredador Capitalista Anglosajón desde otra Plataforma Imperial, en este caso la Iberofonía. En ese sentido, no hay figuras iguales a nosotros, a las Vanguardias Iberófonas Socialistas. Lo que hay o es izquierda indefinida fundamentalista, como Pablo Iglesias, que tiende al indigenismo y al iberoamericanismo, o los que nombras, que me parece un grupo ya más xenófobo y etnicista, además de europeísta, que otra cosa. Piensan que la nación española es una nación étnica. En eso no se diferencian nada de los neonazis de Núcleo Nacional, y éstos los desprecian, y con razón, porque quieren jugar en su mismo territorio ideológico siendo advenedizos. Van-guardia Española es la única organización coherente y fiel a sus principios que existe en España. Los otros son grouchomarxistas.
Stalin decía que «los principios vencen, los principios no se negocian», pero si esos principios no gustan tienen otros, y de hecho tienen otros cada dos meses o así. Yo llevo defendiendo estas mismas ideas que expongo de manera resumida en esta entrevista desde hace más de dos décadas. Y seguiré haciéndolo. Ellos solo copian, y mal.
¿Cómo analizas la actual situación que se vive, en esos momentos tan candentes, en España y en el mundo? Los factores alentadores, ilusionantes… están ahí y todos los conocemos: el mundo parece estar por fin despertando de los delirios woke y de todo lo que los sustenta; estamos viviendo un indudable renacer del patriotismo que (también por fin) toma conciencia de la identidad propia y de la amenaza que le hace pesar la Gran Sustitución migratoria.
Realmente, el patriotismo que se está construyendo, o nacionalismo lo podemos llamar también, es lo que Marcelo Gullo llamaría un «nacionalismo de campanario». Esto es, se desarrolla un nacionalismo que no se sabe si es cívico-político, étnico o qué, que es interno a los Estados-nación consolidados (España, México, etc.), pero que sigue convirtiendo a las naciones en cabezas de ratón en vez de colas de León de la Iberofonía, de nuestra Civilización no reconocida como tal. La Iberofonía, el conjunto de naciones, poblaciones y territorios en que el portugués y el español, las dos únicas lenguas habladas en todos los continentes que son mutuamente comprensibles a grandes rasgos, es una Civilización que ni Samuel Huntington ni Alexandr Dugin (re) conocen como tal. En ella, lo ibérico católico, lo amerindio precolombino y lo africano subsahariano son los tres pilares de la misma. Quien llame a esto «cosmopolitismo» es que no tiene idea de lo que es una Civilización. Pero esos «nacionalismos de campanario» se subordinan a EE. UU. Ahora que la burguesía industrial ha vencido a la burguesía financiera (por ahora) en EE. UU., y lo woke se ha convertido en una moda ya periclitada, sin embargo los «muy patriotas y mucho patriotas» siguen entregando la soberanía nacional al Capital angloestadounidense. Con lo cual, esa supuesta recuperación del patriotismo es pura fachada.
En el caso español, es la envoltura rojigualda de la subordinación ideológico cultural a EE. UU., que es permanente desde la década de 1950. En México es igual o peor, con una «derecha» que pone el culo a EE. UU. después de que estos les arrebataran más de la mitad de su territorio en 1848, quedándose con el petróleo de Texas y el oro de California. Si no se piensa en clave civilizatoria iberófona, postcapitalista, no habrá soberanía política ni independencia económica real. Cuando Santiago Abascal le dice a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados que si Trump pone aranceles a España «es por su culpa» (de Sánchez), ahí vemos cómo Abascal sigue entregando la soberanía española. Tenemos una American Way Of Left, con sucursales del Partido Demócrata como el PSOE, Unidas Podemos y Sumar, pero también tenemos una American Way Of Right con Vox. El PP tira a ambas según le convenga.
Sobre la supuesta sustitución migratoria, pues eso es cuestión del buenismo progresista y liberal, pero también del gran Capital que necesita fuerza de trabajo africana, sin arraigo cultural y sin tradición sindical que compita con la fuerza de trabajo ya asentada y tire los salarios a la baja. Que buena parte de la inmigración que llega de África y de Asia occidental sea musulmana influye en ello, por lo menos en Europa occidental. El tema es que en España tenemos a la Hispanidad, y podemos y debemos discriminar entre orígenes migratorios. Solo la Hispanidad puede salvar a España de la crisis demográfica. Eso sí, nuestro modelo productivo debe cambiar para poder elegir bien qué tipo de personas hispanas / iberófonas han de llegar a España. Nuestro problema geopolítico con Marruecos influye en el tema de la inmigración islámica, mayoritariamente marroquí en España. Nosotros no tenemos problemas con Argelia, Túnez o Jordania. Lo tenemos con Marruecos pero a nivel geopolítico más que religioso, porque Mohammed VI planea implantar un Gran Marruecos que, incluso, conquiste España en una suerte de nuevo Imperio Almorávide o Almohade. Pero ese plan geopolítico y demográfico marroquí choca con Argelia, con Mauritania y, por supuesto, con lo que queda del Sáhara español. ¿Qué pueden hacer los «patriotas» españoles de Vox ante un Marruecos apoyado totalmente por Donald Trump? La recuperación del «patriotismo» español será un espejismo si la subordinamos, mediante la idea cerrada de «Iberosfera» y no de Iberofonía al dominio anglocapitalista norteamericano.
Todos esos objetivos que son de manifiesta y primera necesidad, todas esas metas por las que luchamos y combatimos días tras día, ¿te basta a ti todo eso ti? ¿No necesitas, no necesitamos algo más? Con otras palabras, ¿bastaría alcanzar cosas tan maravillosas como acabar con lo progre y woke, terminar con la invasión migratoria, liquidar el secesionismo en España para que pudiéramos hablar de un auténtico, de un verdadero renacimiento espiritual?
Siendo ateo, y aunque reivindique lo católico a nivel cultural, entiendo que dicho renacimiento espiritual es algo completamente irrelevante desde una perspectiva materialista. La liberación nacional que necesitamos debe ceñirse a estos dos pilares: Iberofonía y Socialismo.