¡Ufff, qué susto nos ha pegado Hughes, hoy en La Gaceta! Y qué ironía y qué agudeza los suyos. El riesgo de escisión del que habla es de todos modos mínimo, por no decir inexistente: los de la banda del cruasán ya han sido puestos, hace tiempo, a buen recaudo.
A continuación, por su interés, se reproduce la noticia publicada en un diario de tirada nacional:
Poco dura la alegría en la casa del ultra. Aunque los sondeos dan un crecimiento a Vox, siempre inferior al de sus correligionarios europeos, una nueva amenaza de ruptura interna se cierne sobre el partido. No llega la calma a la extrema derecha, que ahora ve cómo crece una corriente que podría romper la cohesión interna.
Era un secreto a voces, murmuraciones primero, quejas después, rencillas, desencuentros que han acabado por ser algo más.
Durante años, en Vox se ha desayunado o bien un croissant o bien una tostada de pan con aceite y tomate, el andaluz de toda la vida. Lo que al principio eran dos almas que convivían pacíficamente a la hora del desayuno, se ha convertido en un conflicto que tiene pocos visos de solución.
El núcleo duro, que siempre fue partidario del desayuno andaluz, de hacerse su mollete con aceite, hace ya tiempo que mira con malos ojos a quienes con su café piden el croissant.
Primero, cuentan fuentes internas, fue la manía de no pronunciar croissant sino cruasán, españolizando mucho el nombre, llegando incluso a decir curasán, lo que ridiculizaba a los aficionados a esta pieza de hojaldre, que iban ganando una molesta fama de afrancesados en el partido ultra. Se les pasó a conocer como «La panda del curasán».
En los bares cercanos a Bambú, sede del partido, comenzaron a notar cierta frialdad por las mañanas, y en algunos establecimientos dejaron de servir croissants, en lo que fue visto como una maniobra de la dirección.
El núcleo duro, partidario del desayuno español, pasó a repartir por las mesas de la sede monodosis de aceite y tomate, lo que fue interpretado como un gesto de hostilidad. Una declaración de guerra. «Era un mensaje muy claro. Poco a poco, en los desayunos de trabajo fue desapareciendo toda bollería, toda repostería».
La figura más destacada de esta corriente es Jorge Buxadé, del que incluso se dice que lleva él mismo el tomatillo desde casa para ponerlo en las tostadas. Testigos afirman que no lo unta sobre el pan con un cuchillo, al estilo pa amb tumaca, esperable en alguien catalán, sino que se vale de una cucharita, lo que se interpreta como una clara señal de extremismo. En el tomate, que vino de América, algunos ven también otra manifestación de hispanismo.
«Buxadé no engaña a nadie, desde joven fue tomatista y cucharillista».
Pero no quedaría ahí el esencialismo desayunil en Vox, un partido en el que hace ya tiempo se rumorea gana terreno una secta de devotos del aceite de oliva que habría impuesto su culto oleoso en los cuadros del partido. «Nada se come sin aceite allí», comenta un antiguo miembro.
«Las adoradores del Pan y el Aceite son una sociedad secreta extremista que aspiran a extender universalmente el desayuno con pan, por ser éste el cuerpo de Cristo y el olivo el árbol mítico del nacionalismo español, asociado a la reconquista. Cuando en el desayuno toman pan (Cristo) con aceite (España) en realidad están diciendo «Cristo reinará en España», explica un académico experto en ultraderechas. «No queda ahí la cosa. Es que algunos encima le ponen jamón», afirma un cruasantista disidente que prefiere mantenerse en el anonimato. A nadie escapa que el jamón es el alimento islamófobo por excelencia.
En línea con las corrientes teocráticas del trumpismo, el ultradesayunismo que con mano de hierro manda en VOX ve en el croissant y su forma de cuerno al mismísimo demonio, razón por la cual sus partidarios estarían siendo purgados de las listas.
Las voces cruasantistas, sin embargo, han optado por hablar, ya no se callan, y eso hace presagiar una fractura en el partido. Reprochan a la dirección falta de pluralidad piscolabística y hasta cierta miopía económica. «Al marginar a los croissants, se está mandando un mensaje muy claro a la mantequilla y con ello, queramos o no, a los productores nacionales de leche».
La corriente croissantista no se resigna y cree que hay un espacio para ellos. En Génova [sede del Partido denominado Popular], donde hace ya tiempo que este debate quedó atrás porque o no se desayuna, o toman una barrita de muesli o se han pasado al brunch, no hacen ascos sin embargo a esta corriente, que podría llenar un espacio entre los de Feijoo y los de Abascal.
«Estamos abiertos a escuchar. Siempre nos hemos entendido con el mundo del croissant y estamos abiertos a todo lo que suponga europeizar los desayunos españoles», afirmó un alto cargo de los populares, tan poco preocupado que ingería un apio mientras lo explicaba.
Tras el cisma liberal, el tradicionalista indoario, el sincebollista, el solotildista y la dura disputa entre echarle o no limón a la paella, ahora se cierne sobre Vox la amenaza de la escisión definitiva: la croissantista.
Los disidentes han establecido contactos con los que desayunan café con churros, minoría dentro del partido, pero con cierto alcance territorial en Madrid, y perfilan ya un espacio político. Estarían barajando la creación de un partido, un laboratorio de ideas o quizás un equipo de fútbol sala.
Sí hay algo seguro, algo que ya ha trascendido, es que a la inauguración asistiría Cayetana Álvarez de Toledo, la política española que, con mucha diferencia, mejor pronuncia croissant».
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