Lo reconocía El Periódico en una reciente, aunque breve noticia:
«Miedo entre las direcciones de institutos por el giro de la juventud hacia el falangismo», titulaba.
En el IES (Instituto de Enseñanza Media) Arturo Soria [se supone que de Madrid], la directora del centro reconoce que ha tenido que imponer sanciones disciplinarias a varios estudiantes por gritar «¡Viva Franco!» y exhibir el escudo del Águila de San Juan.
Por su parte, Tomás Torres, profesor de Valores Cívico y Éticos [antiguamente Formación del Espíritu Nacional] en el IES Abalat de Ribera (Valencia), ha contado para varios medios que, en una excursión, la mitad del autocar entonó el himno de la Falange, el Cara al Sol. «Me pilló por sorpresa y reaccioné irritado».
La irritación mezclada con el asombro es lo que se refleja igualmente en la gran cantidad de noticias y artículos publicados por los medios propagandísticos del Sistema. Su unanimidad es tal que merece darles por una vez la palabra.
La Sexta
«Cuando ser rebelde es ser de derechas: ¿por qué están creciendo las posiciones ultra entre los jóvenes?>
Público
«Los chicos jóvenes son cada vez más de derechas» [añaden: «y machistas»]
El Confidencial
«El auge de los niños y adolescentes de extrema derecha: “Lo enrollado es ser facha”»
El País
¿Por qué los jóvenes españoles son ahora más de derechas que sus padres?
Huffpost
¿Por qué los jóvenes acuden cada vez más a posiciones de extrema derecha?
La Vanguardia
Casi el 25% de los jóvenes españoles se sitúa en la extrema derecha o en la extrema izquierda, según un estudio
Las razones de semejante rebeldía. Y las de la nuestra en los años 60
Son múltiples las razones por las que los jóvenes de hoy se rebelan adoptando posturas patrióticas de derechas. Se resumen en el hartazgo de unos jóvenes que ven cómo sus padres o abuelos vivían claramente mejor que ellos, los jóvenes de la precariedad; esos muchachos a quienes, por otra parte, ya no les hace mella el discurso de un Régimen que pretende que ellos, los hijos de la democracia, no sólo gozan del poder otorgado al pueblo (y nadie se ríe al oírlo), sino que además ellos sí son verdaderamente, libres, poderosos y felices.
A sonsonete huero y gastado les suenan tales infundios.
Como nos sonaban también a nosotros, los viejos boomers, las cantinelas ideológicas del franquismo. Seamos francos (nunca mejor dicho) y reconozcamos que vivíamos materialmente bien, es cierto, que España progresaba y casi todo el mundo, a base de currar fuerte y duro, podía tener su Seiscientos y su pisito con toldo verde. Pero eso era todo. Y, pese a ser mucho, eso no es nada. No es nada y todo se derrumba cuando el proyecto, el aliento, la esperanza que mueve a un pueblo se circunscribe a trabajar, comer y morir. Envolviéndolo todo, sólo queda —sólo quedó entonces— la retórica de unos viejos ideales que, si se hubiesen llevado realmente a cabo, habrían engendrado grandeza y belleza. Pero no habiendo podido o querido llevarlos a cabo, habiéndose quedado inconclusa «la revolución pendiente», tales ideales acabaron convertidos en los guiñapos de una cantinela grandilocuente y pomposa en su forma y huera en su contenido.
Nos deshicimos de ella y, encenagándonos, llegamos a la triste situación a la que hemos llegado. Pero hoy nuevas generaciones parecen abrir los ojos y tomar el relevo de lo que pudo ser y no fue. Deseémosles mejor acierto y mejor fortuna que la nuestra.











