A las ocho en Madrid, decía Eugenio d’Ors, o das una conferencia o te la dan.
Pero también: a las ocho en Madrid, nacen más libros que niños.
Hay, y así será, en proporción, en cada ciudad, un público de personas que acuden a presentaciones de libros.
Yo quisiera ser una señora mayor y después de merendar, irme con mis amigas a la presentación de un libro.
No me postulo como trans, expreso un ideal de vida.
Se publican muchísimos libros en España, una infinidad, y aunque no está claro que se lean, sí se presentan casi todos. A ese bautismo, que quizás sea la gran ilusión del escritor, acuden amigos, familiares, compañeros y puede que incluso a veces algún lector, pero también, y esto es lo mejor, un público que asiste al hecho por lo que tiene de evento, como quien se va al cine. Un público variable, incluso azaroso, que busca un plan a final de tarde y decide ese.
«De todas las presentaciones de todos los libros del mundo, tuviste que entrar en esta».
Ayer tuve el honor de participar en la presentación que el escritor y animador metapolítico Javier Ruiz Portella hizo de su Margherita Sarfatti. Mientras él hablaba, unas personas escuchaban atentas. La palabra encontraba un público, se esculpía un espacio de energía y el libro, antes de ser leído, era ya algo.
Después hubo preguntas, cavilaciones, apuntes, todos interesantes. Palabras hacia la gente pero que se hubieran dicho igual sin nadie allí. Algunas personas eran conocidas, otras no. Siempre hay la sensación de que algunos de los asistentes podrían estar allí o en cualquier otra presentación: la de una novela policíaca, una colección de poemas feministas, un estudio sobre la conservación de la encina… No saben nada del libro que nace ante ellos, pero en sus ojos se enciende una curiosidad generosa que dura lo que dura hasta que asoma el tedio.
(El tedio del público ante el conferenciante es una visión terrible; la mirada alcanza puntos de desprecio escalofriantes, y nos lleva a pensar en qué tedios no provocaremos en seres cercanos que no pueden mirarnos así, aunque lo desearan)
En los periódicos debería haber una crónica de presentaciones porque todas las tardes en Madrid decenas, ¿centenas? de libros salen al mundo hostil… Ese acto no recibe la justicia que merece.
El libro es el rey de la cultura, pero ocupa un lugar (incluso okupa y nos echa). La presentación, sin embargo, como el auténtico saber, no ocupa lugar, y ya no nos la quita nadie.
Al final, ¿qué recordamos de los libros? Ese recuerdo no es mayor que el poso que dejan las personas, la tarde, el momento, elementos todos que quedan prendidos a la memoria del libro.
Uno puede hacerse una cultura solo asistiendo a esos actos.
–¿Leerás?
–No, pero asistiré.
Al acabar la presentación de Portella, se acercó un amable caballero, don Juan Antonio, creo recordar, psicólogo o psiquiatra, y nos contó que los niños con problemas se muestran muy respetuosos ante la belleza. Hay algo en ella a lo que un espíritu ingobernable obedece. También a los caballos. La belleza y los caballos. La presencia y el cuidado del caballo embelesan al niño. Una actitud común ante la belleza, me barrunto, había motivado el libro, era lo que nos había reunido allí.
Con sus pequeñas tiradas, los libros son como expediciones que se dispersan con suerte dispar, pero con 700 hombres conquisto América Hernán Cortés. ¡Eso hay que pensar! ¡Publicar es pura hispanidad!
Y son las presentaciones también un brevísimo encuentro, una modalidad exacta de lo social, a medias rito cultural, a medias práctica de cortesía.
Frente a la eternidad del libro, la efímera reunión.
Frente a los lectores desconocidos e improbables, la seguridad de unos rostros.
Qué doble milagro: no solo un lector, sino un lector con rostro.
A la salida del acto, de vuelta a casa, mientras valoraba si era fiebre o hambre lo que sentía, ante la refrescante indiferencia de Madrid, pensaba en la lealtad de Portella hacia Sarfatti, trasunto de otra mayor, y en los niños acariciando un caballo, figura en la que, según Jung, está la madre.
Los lectores de El Manifiesto siguen pudiendo obtener dicho libro a mitad de precio
(11 € en lugar de 22 €)
En papel o en PDF
Obténgalo AQUÍ
Artículos relacionados
El prólogo de Hughes
“La musa y la masa”, por Sertorio