28 de marzo de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Diccionario de la Real Academia de la Lengua DE 1770

Naturaleza y artificio de la lengua española

Todo lo académico, tan admirado, es artificioso. No corresponde a la evolución natural de las lenguas. Y tampoco la escritura, recurso para perpetuar los mensajes. Muy bien ideado, pero duro de acomodar a los rápidos cambios de la lengua oral.

Lo natural es la evolución, es decir, hablar con deje andaluz, extremeño, murciano, canario, mexicano, colombiano, rioplatense… Y si vamos más lejos, cada uno de esos sistemas son en sí una lengua con todos los derechos, pues cualquiera se atreve, en estos tiempos, a llamar dialecto a lo que uno ha heredado de sus padres.

La tendencia natural de las lenguas es la diversificación. Hablar de manera distinta a los vecinos es tan natural y sucede con tan gran empeño que ni siquiera al hablar andaluz podemos referirnos a un conjunto unificado, pues es fácil darse cuenta de que un ovetense, un gaditano, un sevillano y un cordobés no hablan igual. Y ni siquiera todos los cordobeses comparten los mismos usos, y tampoco los granadinos. Y también en la provincia de Almería pueden encontrarse lenguas o hablas distintas. Y si vamos más allá, cada persona tiene su propio estilo, como demuestra la facilidad con la que reconocemos a un individuo por la voz. Esas peculiaridades individuales, sin embargo, tienen mucho en común que es lo que nos permite entendernos.

Una tendencia también natural corrige las divergencias para que desde la Patagonia hasta Asturias el mundo hispanófono pueda entenderse. Los dejes individuales no crean una lengua. Uno puede inventarse sus reglas, pero solo sirven si devienen normas de una comunidad. Por eso no triunfará el lenguaje inclusivo. Lo que si funciona es la capacidad de entendimiento, por eso un leridano puede entender a un granadino sin haber estado nunca en Granada, sin ni siquiera haberlos oído antes.

La variedad de hablas afines a la española es inmensa y todos nos entendemos, no sin ciertos esfuerzos a veces. Cuando la Academia registra la voz almóndiga y haiga no quiere decir que pueda usarse, sino que existe el uso, que es un gesto de respeto hacia quienes se sirven de esas voces y no pueden, o no quieren, utilizar otras.

Al mismo tiempo, cuanto mayor sea el contacto entre distintas hablas, más tienden a unificarse. La misma fuerza que empuja a las lenguas a diversificarse, las empuja a acercarse. Nacen para ello formas de hablar o idiolectos, de tal manera que un individuo de Lugo que vive en Madrid utiliza dos hablas, la de Lugo con sus paisanos y la de Madrid en la capital, si bien, una vez más, en Madrid podemos encontrar, según los barrios, tipos distintos de hablas.

En definitiva, todas las lenguas se parecen mucho más de lo que aparentan. El cerebro del homo sapiens es el mismo. Tálamo, hipotálamo, lóbulo frontal, área de Broca, área de Wernicke… La estructura es idéntica. Y también los órganos articulatorios, tráquea, cuerdas vocales, cavidad bucal, alveolos, lengua, dientes, labios… La adquisición en la infancia de la lengua materna funciona igual en cualquier lengua del mundo. La articulación de los sonidos pasa por los mismos órganos, que son los mismos en todos los seres humanos. Es verdad que la articulación del chino es distinta a la del español, pero el ámbito de variación es muy bajo comparado con las coincidencias.

 

El artificio de la escritura

Lo más artificial de las lenguas es la escritura, meras convenciones para reflejar la oralidad. A veces con cierta lógica como el turco, el coreano o el finés, a veces con mediana lógica como el español, y a veces con endiabladas divergencias como el inglés o el francés, y no quedan exentas las lenguas de complicación desmedida como el japonés.

No es una suerte para la humanidad que la escritura de la lengua universal más instalada en el mundo sea una de las más artificiales, pues no tienen ningún sentido las discordancias entre lo que exige la escritura inglesa y lo que demanda la pronunciación. Diré sin tapujos que es una aberración que no dice nada a favor de la inteligencia humana. Un desapego lógico a la tradición debería facilitar la escritura en vez de dificultarla.

Y ahora entramos en lo más paradójico. Lo que estudia la lingüística son las lenguas escritas, cultivadas, concepto distante de la lengua, un objeto de segundo grado, y todo eso a pesar de que la lengua escrita no es una lengua natural.

El sánscrito, por ejemplo, el latín clásico o el árabe coránico no son lenguas naturales, sino cultivadas y son lenguas acondicionadas por el hombre y distantes de lo natural. Por otra parte, las lenguas pidgin, siendo también cultivadas, son lenguas simplificadas para el intercambio entre poblaciones de idiomas distintos. Una de las tres lenguas oficiales de Nueva Guinea, de uso muy extendido, es el tok pisin, un criollo con base léxica inglesa. Tok significa hablar, y pisin, pidgin, hablar pidgin, y la escritura se identifica con la pronunciación. No se escribe talk y pidgin, sino las letras que más reflejan la pronunciación.

Una cosa es el español como lengua erudita, escrita, fundamentalmente atada a la escritura, a un sistema ortográfico, lengua común usada en los medios de comunicación y en la enseñanza, y otra el español que libremente se modifica en articulación y léxico en boca de sus hablantes.

La Real Academia Española utiliza la lengua cultivada y huye de la natural, para la que no tiene ninguna autoridad. La lengua cultivada se basa en una autoridad política, económica y sobre todo cultural. Existe una forma de hablar o de escribir que se considera prestigiosa, con norma aceptada socialmente como la de más valor. Todo esto es lengua cultivada, tan alejada de la natural.

En esta lógica evolutiva, lo que sorprende en el inmenso dominio lingüístico de la lengua española es la considerable unidad dentro de la diversidad, la aceptación de la riqueza expresiva, tan variada en Europa como en América.

 


 

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