27 de abril de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

¡Nada tendrás, escarabajos comerás… y feliz serás!

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¡Buen provecho, amigos! ¡Que lo disfruten!

 

En el mundo imaginario soñado por la Unión Europea, la humanidad se habría librado de la producción animal, que contamina y daña los suelos. La última novedad: hacer que los seres humanos coman polvo de insectos. El problema es que este sector emblemático de la French Tech, que ha recibido decenas de millones de euros, está siendo un fiasco.

En febrero de 2025, la UE autorizó la comercialización de una harina de gusanos triturados que podrá utilizarse en la composición de determinados productos, como el pan y la pasta. Esta locura, que podría hacer sonreír si no fuera cierta, no sólo es un callejón sin salida ideológico, sino también financiero. Símbolo de este fiasco, la empresa Ynsect, que se encuentra en graves dificultades. Es el primer productor mundial de gusanos de harina. Su objetivo: «Ofrecer una alternativa más sostenible y de alta calidad nutricional, y conciliar el impacto de nuestra actividad». En su página web se puede leer, por ejemplo, que los escarabajos son un «ingrediente de gran calidad» que «reconcilian nuestro bienestar con el de nuestros ecosistemas. Permiten crear productos sabrosos, saludables y con un impacto positivo», y eso no es todo: «Están repletos de proteínas, vitaminas y minerales de gran calidad, lo que permite su uso íntegro, incluidos sus excrementos».

 

«Un despilfarro vergonzoso de dinero público»

En 2023, Ynsect registró unas pérdidas netas de casi 80 millones de euros. La empresa, fundada en 2011, fue declarada oficialmente en quiebra en marzo. Aunque se ha anunciado un comprador, su futuro pende de un hilo.

Tiene una deuda de 130 millones de euros con los bancos y sus proveedores y necesitaría el doble para mantener su actividad. Para la eurodiputada del Rassemblement National Valérie Deloge, se trata ni más ni menos que de «un despilfarro descarado de dinero público». Esta eurodiputada, ganadera y especialista en temas agrícolas, llamó la atención del diputado Julien Odoul, quien la impulsó en 2021 al Consejo Regional de Borgoña-Franco Condado, donde preside el grupo RN. Una baza para el partido Marine Le Pen, que puede contar con la experiencia de esta mujer que, tras diversas actividades en el sector ganadero, se ocupa ahora de un rebaño de cincuenta ovejas. Elegida en Bruselas en 2024, sigue de cerca el caso de la empresa Ynsect. Ante la «colosal» financiación pública de la empresa, la diputada se mantiene firme: «Más de 50 millones de euros se han esfumado en nombre de la ideología y el decrecimiento». De hecho, el Estado ha inyectado 25 millones de euros en la empresa y posee el 15 % de su capital. La UE, por su parte, ha aportado 20 millones de euros

 

Ynsect, una empresa respaldada por el Foro de Davos

¡Una empresa que se jacta de contar con el apoyo entusiasta del Foro de Davos! Y con razón. Está en línea con la «ideología del decrecimiento agrícola» que denuncia Valérie Deloge. «Existe la voluntad de sustituir las proteínas animales por proteínas vegetales, pero también por proteínas de insectos».

Esta empresa en quiebra es el símbolo de la tecnología verde eco-bobo [ene español diríamos «eco-pijoprogre»], esas pequeñas y medianas empresas que, según el Estado, «trabajan por la transición medioambiental» y ofrecen así «soluciones innovadoras para luchar contra el calentamiento global, reducir nuestra huella de carbono y garantizar la protección a largo plazo del medio ambiente».

Porque la carne es «una contaminación para la atmósfera y los suelos», la UE se hunde en «una aberración»: «Quieren transformar la agricultura, reducir la ganadería y abandonar el consumo de carne, ese es el objetivo de su ideología de transición alimentaria», denuncia la eurodiputada del RN. Una transición que «una élite quiere imponer a los ciudadanos sin su consentimiento. El resultado: un rechazo masivo y un enorme despilfarro financiero». Para, en última instancia, importar carne que ha sido producida «sin ninguna norma, que está llena de hormonas, mientras que nosotros, en Francia, no tenemos derecho a criar libremente a nuestros animales», se indigna Valérie Deloge, que se atraganta cuando oye a Annie Genevard, ministra de Agricultura, decir, en referencia al tratado con Mercosur, que no quería «sacrificar la agricultura francesa en el altar de un acuerdo a cualquier precio». «Siempre se pide a los agricultores y ganaderos que se aprieten el cinturón. ¡Es vergonzoso, ya no hay límites!», se rebela la diputada, que se prepara, como todos los fines de semana, para reunirse con sus animales. Barro pegado a las botas, para escapar un momento de este mundo fuera de la tierra que los tecnócratas quieren imponer.

© Boulevard Voltaire

 


 

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