21 de junio de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Las turbas inmigracionistasy antifas sumen a Los Ángeles en el caos

Los libertarios se retratan

Un diario español titulaba así hace unos días: «Trump militariza Los Ángeles sin permiso de California y desata una crisis institucional».

El titular en la Facultad Hughes de Periodismo (cursillos online) sería: «California permite la insurrección violenta».

La entrada de millones de ilegales amparada por Biden, siendo Biden, con pleno conocimiento de su partido, una persona incapacitada física, psíquica y moralmente, ¿sería también una «crisis institucional»?

Probablemente volvamos a leer lo de «crisis institucional» si a un insignificante juez de distrito con pasado izquierdista y relación con Soros se le ocurre alguna genialidad para impedir al presidente legítimo de EE. UU. mantener el orden público.

La aparición de la guardia nacional no escandaliza a los millones de votantes de Trump; muy al contrario. No quieren tropas en Irán, ni en Ucrania, ni en ninguna parte, pero no les importa que se desplieguen en California. Sienten que lo crucial, lo existencial, se dirime en sus fronteras.

La ruptura entre Musk y Trump, entre el hombre más rico del mundo y el hombre más poderoso (o eso pensábamos), ya ha quedado muy antigua. El propio Musk reculó como uno de sus cohetes que aterrizan de culo, y de inmediato estalló la insurrección californiana, con ese feísmo posapocalíptico tan característico. Y las dos cosas sirvieron para señalar la importancia de la BBB, el proyecto en tramitación de la Big Beautiful Bill, la ley que ha de recoger los decretos trumpianos y que ha sido descrita como la plasmación legal del MAGA.

Esa ley es, sobre todo, un instrumento para sellar la frontera y reordenar la inmigración. También muestra su naturaleza de gran viraje político en detalles como eliminar el impuesto a las propinas e imponer uno a las remesas de los inmigrantes, aunque en conjunto no sea aún lo suficientemente contundente contra la galopante deuda norteamericana.

Por eso, con esa excusa, el proyecto de la BBB fue denostado por Musk, y cuenta con la oposición de representantes republicanos como Thomas Massie y Rand Paul.

Así, la BBB, que ha de ser el instrumento contra la inmigración ilegal, es boicoteada por libertarios como Paul y el tecnolibertario por excelencia Musk.

Y justo en ese momento estallan los disturbios en California, el despertar de la extrema izquierda, Antifa y población ilegal con banderas extranjeras que se resiste. El problema se manifiesta en toda su crudeza, y los libertarios se ponen de perfil diciendo que controlar la frontera es mucho gasto para el contribuyente.

¿Puede esperar EE. UU. por una cuestión presupuestaria? Se puede deportar o no deportar, pero… ¿dejar de hacerlo por razones presupuestarias?

¿Es la prioridad lo fiscal o cerrar una brecha por la que se modifica, día a día, el demos del país y, con ello, la misma democracia norteamericana?

¿No es esa base principal para, a partir de ahí, ajustar el presupuesto y la deuda?

¿A qué se debe esa incomprensión de los libertarios, convertidos en halcones del déficit? ¿No entienden la importancia estratégica del control migratorio, promesa principal del MAGA?

Ahí se encuentra una de las cuestiones fundamentales. No les incumbe del todo. La inmigración revela en ellos su insuficiente idea de comunidad y su mayor y última fidelidad: un particular e intransigente entendimiento de lo económico elevado a filosofía. Es difícil que rompan del todo con el mundo globalista que ayudaron a construir. En el fondo, ¿no son suyos también esos libres flujos humanos que equilibran los mercados?

El momento es de una gravedad extrema y tampoco es casual. Los últimos años de Biden pueden interpretarse como el intento deliberado de acercar el caos a EE. UU.; fuera, hostilizando a Rusia con Ucrania; dentro, permitiendo el ingreso de millones de ilegales. Llevar las cosas demasiado lejos para que sea imposible revertirlas.

Lo que tiene delante Trump es un panorama complejísimo. De una dificultad endiablada. Mientras trata de evitar la Guerra Mundial (eludir, por ejemplo, la insistente presión para intervenir en Irán) y contener el empuje de China (desacoplarse), intenta el rescate de su país en muchos frentes, dos de ellos, la invasión migratoria y la deuda, de magnitudes incontrolables.

La política exterior de Trump es boicoteada por los neocon, como se ve en Ucrania y Oriente Medio; y la política inmigratoria por unos seres inmaculados y de rectos principios que atienden al nombre de libertarios (nuestros liberales de aquí). Neocons, libertarios (y, añadamos, tecnolibertarios) al final chutan para otra portería, lo que realza la soledad y la fuerza de Trump, su figura y movimiento político.

Trump cuenta con su nacionalismo populista, la hermosura de esas dos palabras. Ni el viejo e irrelevante conservadurismo, ni el locurón imperial de los neocons, ni el libertarismo de salón, ni, a poco que se tuerzan las cosas, el de los conversos tecno-oligarcas…

El trumpismo es como un Bello y Gran Cohete que, a medida que asciende, ve desprenderse partes del fuselaje. Al final, solo queda una nave compacta (alguien rubio y sonriente come una hamburguesa en su interior) saliendo de la atmósfera globalista hacia un destino incierto.

© La Gaceta

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