27 de septiembre de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

La izquierda psiquiátrica y el asesinato de Charlie Kirk

En Italia, en los denominado años de plomo entre los años 60 y 80 del pasado siglo, uno de los crímenes más atroces, que quedó grabado en la memoria de todos los militantes del MSI (Movimento Sociale Italiano), fue el Rogo di Primavalle, que afectó a la familia Mattei, cuya vivienda fue incendiada por militantes izquierdistas de Potere Operaio, causando la muerte de dos de sus seis hijos. Inmediatamente después del atroz crimen, comenzó a circular un rumor, una teoría retomada por el ventrílocuo nacional, Dario Fo, quien junto con Franca Rame sostuvieron que los fascistas habían provocado el incendio ellos mismos. Si no recuerdo mal, incluso se representó una obra de teatro con el vergonzoso título: Primavalle: incendio a puerta cerrada.

Dejando de lado la furia y la mala fe ideológica típicas del comunismo de impronta leninista de los años 70, pero que en realidad se traducía en «cócteles molotov y champán», la mentalidad de quienes se han pasado con armas y bagajes al wokismo transfeminista sigue siendo la misma.

Las reacciones del mundo progresista al asesinato del activista norteamericano de 31 años del mundo Maga siguieron dos direcciones. La primera, la de «se lo buscó» y la del racista incitador al odio. La segunda sigue la pista interna, el «trabajo interno»: dado que el atacante Tyler Robinson se había criado en un entorno familiar republicano, como poseedor de armas, no podía ser más que un extremista aún más a la derecha que la galaxia Maga (Make America great again). Los periódicos online se han dado un festín publicando artículos sobre Groyper, definida como la subcultura de la extrema derecha liderada por el extremista Nick Fuentes. El diario Wired trazó inmediatamente el perfil de Robinson, criado en un entorno trumpista y vinculado de alguna manera al grupo online Groyper, un receptáculo de individuos borderline y socialmente aislados, amantes de los videojuegos y que proliferan en el mundo digital. El de Tyler Robinson no sería más que el retrato del «nerd-incel», amante de las armas y dispuesto a explotar como una esquirla loca, producto típico de la cultura impregnada de odio de la extrema derecha estadounidense. Lástima que Robinson, aunque de familia republicana, estuviera vinculado a una persona transexual y a la izquierda Antifa.

Del mismo estilo es el diario ultraglobalista Il Manifesto (en las antípodas, huelga decir, de este periódico…), para el que el asesino sólo puede ser de derechas, porque la violencia siempre es de derechas, y ve el motivo del asesinato de Charlie Kirk en las posiciones demasiado moderadas de este último.

Peor aún es el fascistólogo Paolo Berizzi, que en un post en X sentencia: «Así que, en resumen: un mago (un miembro de Maga) mata a otro mago, pero la culpa es de la izquierda violenta y del antifascismo. Ok, saludos desde Marte». Dan ganas de responder: «No, querido Berizzi, según las reconstrucciones, el caso humano es todo suyo y el asesino es producto de su Fábrica del Odio, en la que ha criado a jóvenes para que odien todo lo que no se ajusta a sus delirios ideológicos». Las declaraciones y reconstrucciones falsas y calumniosas sobre la identidad de Kirk se han sucedido y han alcanzado su máximo esplendor televisivo en La7, en el monólogo de Massini, que con una reconstrucción digna de La Repubblica ha tergiversado todo el contenido de los discursos de Kirk. La moraleja de este campeón de la retórica es que sin un extremista menos, el mundo es un lugar mejor, así que no lo convirtamos en un mártir. En el mundo de los buenos de la izquierda, matar a un cristiano contrario al aborto no es un delito.

 

En la izquierda existe un problema de disonancia cognitiva

Y llegamos a las motivaciones de tales reacciones que, en Estados Unidos e Italia, tras el asesinato del joven de treinta y un años, han sido prácticamente idénticas. Si tuviéramos que encontrar la raíz de tal actitud, que a menudo desemboca en la disonancia cognitiva, podríamos motivarla con el hecho de que la izquierda mundial ha dejado de ser desde hace tiempo una categoría política para entrar de lleno en la psiquiatría. Si observamos la forma en que Kirk se dirigía a los estudiantes, vemos a una persona tranquila y reflexiva, que con un tono interlocutivo, a veces áspero, nunca ofendía a quienes tenía delante. Hay vídeos en los que un chico homosexual dice que quiere formar parte del movimiento Turning Point USA, y Kirk responde que, como cristiano, no puede compartir ese tipo de elección, pero que no hay ningún problema en acogerlo en el movimiento. En otro, por el contrario, era un militante ultraconservador quien cuestionaba a Kirk la posibilidad de que un homosexual pudiera formar parte del movimiento Maga, a lo que él respondía que Jesucristo estaba entre las prostitutas y los usureros… Los ejemplos podrían multiplicarse, pero lo más evidente en Kirk era su actitud evangélica. Lo que había comprendido es que los campus estadounidenses están poblados por jóvenes adoctrinados por la ideología posmoderna de los estudios de género, promovida por George Soros y los globalistas que odian todo lo que es sagrado y originario, desde Dios hasta la patria y la identidad del individuo. Y por eso había inventado un formato, Prove me Wrong, en el que, con un método muy parecido a la mayéutica socrática, buscaba la verdad a través de preguntas y respuestas. A menudo, los chicos que le acosaban en las discusiones se quedaban sin palabras, derrotados en el plano de los argumentos. No se trataba de acoso o de lucha libre, como sostienen sus detractores, sino de un despertar, un «awakening», de una ideología, la progresista woke, que se ha divorciado de la realidad, produciendo una generación que cree que puede decidir de la noche a la mañana sentirse mujer o jirafa porque así le apetece.

Llegamos ahora al punto de nuestra reflexión y a las causas que llevaron al asesinato de Charlie Kirk. Si el nivel de polarización caracteriza desde hace décadas a los votantes de derecha e izquierda estadounidenses e italianos, no hay duda de que la izquierda ha ido incorporando las ideas más extravagantes e irracionales: desde las de género fluido, pasando por el multiculturalismo y el dogma de la acogida, hasta el fanatismo ecologista. La derecha y los conservadores en general, por el contrario, han mantenido un contacto más directo con la realidad: la normalidad de las diferencias entre hombres y mujeres; el rechazo del multiculturalismo y la inmigración alógena como portadora de cortocircuitos étnico-culturales y violencia; la prevalencia del sentimiento religioso cristiano sobre la intrusión y la intolerancia de los inmigrantes musulmanes; una actitud más realista sobre los excesos del fanatismo ecologista. En pocas palabras, la población se ha dividido en dos bandos: los conservadores se han convertido en portadores de una visión empírica de la realidad y los progresistas, de una realidad adecuada a su ideología.

 

Empirismo frente a emocionalismo

Cuando, en los debates en los campus estadounidenses, Charlie Kirk dialogaba con los estudiantes adoctrinados en el progresismo woke, saltaba a la vista la incapacidad de responder de forma lógica y racional a las preguntas del activista Maga. En la mayoría de los estudiantes, las reacciones eran a menudo de hostilidad y rechazo apodíctico. Cuando se construye una identidad sobre convicciones e ideas artificiales que no se sostienen frente a la realidad, en casi la totalidad de las personas de izquierdas se activa una alarma que puede traducirse en lo que describió el filósofo Andrea Zhok: «Dado que sé que, en el fondo, mis ideas son irracionales y falsas, no puedo aceptar admitirlo porque sería un ataque a mi ego construido sobre la misma falsedad. Por lo tanto, quien lo pone de manifiesto es un enemigo mortal, un monstruo, un fascista; y por tal afrenta debe ser silenciado y, si eso no basta, debe sucumbir, incluso físicamente». La base de esta suposición es, por tanto, emocional, no lógico-empírica. Por eso la izquierda y sus militantes, en su gran mayoría, sufren una forma de disociación de la realidad. No se trata de una cuestión meramente política, sino psicológico-existencial. El pecado capital de Charlie Kirk fue tocar este punto sensible en los centros neurálgicos de ese sistema ideológico, y su formato se había vuelto muy peligroso para las élites globalistas, también porque muchos jóvenes estaban despertando.

La cultura de la cancelación forma parte de este proyecto neonarrativo destinado a reescribir la historia, la ciencia, la biología, etc. Todos los grupos humanos de poder han transmitido o reescrito la historia de acuerdo con un mito fundacional más acorde con sus intereses de dominio, pero la voluntad de borrarla por completo es una operación sin precedentes ante la que la mayoría de la población estadounidense ha decidido reaccionar. El fenómeno Trump, al margen del declive industrial y económico de la clase trabajadora estadounidense, se explica en estos términos.

 

La muerte de Kirk como punto de inflexión en Estados Unidos

La muerte de Kirk ha sido descrita por algunos como el 11 de septiembre de la libertad de opinión. Como es bien sabido, la historia estadounidense está llena de grandes asesinatos, pero el de Charlie Kirk representa un punto de inflexión en la política estadounidense y occidental por las reacciones que está provocando. El Partido Republicano está aplicando una serie de decretos para declarar a los grupos antifa como movimientos terroristas. El cómico Jimmy Kimmell ha sido censurado por la cadena ABC por considerar el asesinato de Kirk una maquinación republicana para llevar al país hacia un giro autoritario. El vicepresidente J. D. Vance ha instado explícitamente a despedir a cualquiera que publique vídeos en TikTok o muestre en público actos de júbilo por el asesinato del líder Maga.

Tras el asesinato, una multitud de más de 100.000 personas asistió en el estadio de Phoenix a la conmemoración de Charlie Kirk, con toda la cúpula republicana. Desde Donald Trump hasta Tulsie Gabbard, Stephen Miller, ideólogo de American First, los senadores Marco Rubio y Robert Kennedy, el periodista de Fox News Tucker Karlson, el Partido Republicano respondió de forma unánime y renovó su compromiso de continuar la batalla política de Charlie Kirk. Erika Kirk, viuda del joven de 31 años, perdonó al asesino del líder Maga en un emotivo monólogo. La imponente ceremonia no fue precedida ni seguida de protestas o acciones violentas. Y tanto el presidente Trump como la oposición demócrata comprendieron la necesidad de bajar el tono. Si, tras la muerte de George Floyd, BLM (Black Lives Matter) y Antifa incendiaron las calles, devastaron ciudades y destruyeron monumentos, la reacción del electorado republicano, en el plano violento, no se produjo. Sin embargo, la respuesta del Gobierno republicano ha sido firme, al igual que el inicio de una limpieza también en el mundo de la información y el espectáculo, que sigue a la ya iniciada en los aparatos (CIA y FBI sobre todo). La impresión es que la muerte de Kirk representa un punto de inflexión en Estados Unidos, donde la licencia para delinquir, para atacar a quienes piensan de forma diferente a los teóricos de la dictadura woke, ya no quedará impune. Mientras la izquierda estadounidense e italiana delira sobre el clima de odio causado por la derecha conservadora, incluso cuando son sus propios representantes los que son asesinados por pensar de forma diferente, se abre paso la idea de que la «democracia liberal» es una herramienta obsoleta para afrontar los retos del mundo multipolar. El asesinato de Charlie Kirk, en este sentido, puede representar un fenómeno de aceleración hacia el abandono definitivo de todo el evangelio progresista (derechos humanos) y sus amenidades. No podemos entender lo que realmente está sucediendo en Estados Unidos si dejamos de lado lo que ocurre en la arena internacional. Lo que se intuye es que, en la lucha por el poder dentro del Estado profundo estadounidense, está surgiendo la conciencia de que la ideología de género e «inclusiva» es un instrumento que ha desgastado los anticuerpos del tejido social estadounidense hasta tal punto que amenaza su integridad estatal. En un momento de gran dificultad para el imperio estadounidense, lo último que puede permitirse es una guerra civil. La represión y la caza de extremistas que iniciará el Gobierno republicano debe enmarcarse en esta perspectiva, al igual que la liquidación de todo el discurso liberal-progresista. La historia avanza a doble o triple velocidad y los efectos mediáticos y políticos del asesinato de Kirk pronto llegarán también a nosotros.

 


 

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