22 de diciembre de 2024

Director: Javier Ruiz Portella

La desbabelización de las lenguas

Fue la babelización un castigo divino. Dios confundió a quienes con su torre querían llegar al cielo. Apenas los hablantes de una misma lengua dejan de estar en contacto entre sí, el léxico y las estructuras se diversifican y con el tiempo llegan a ser distintas. Así se fragmentan las lenguas. La maldición bíblica —en realidad la tendencia natural del lenguaje— aisló durante siglos a los hablantes. La manera de evitarlo es mantener activos los vínculos y eso es algo que el mundo actual favorece.

Pero cuando la unidad se ha roto, la manera de recuperar el entendimiento es hacerse, también de manera natural, con una lengua nueva que lo facilita. Se pierde así la condición de monolingüe para alcanzar la de ambilingüe o usuario con plena destreza de dos lenguas. La tendencia, de moda en el mundo actual, multiplica el entendimiento, y por tanto la desbabelización.

Hace algo más de un siglo se empezó a extender una idea loable, pero un tanto peregrina. Es la que defiende la diversidad lingüística, y la considera una suerte porque cada una de esas lenguas, fragmentos de la anterior, describen un ámbito cultural por sí solas que es necesario conservar. El tópico se ha generalizado tanto que nos agrada dar por bueno todo aquello que contribuye a mantener viva la diversidad de las lenguas, aunque tengamos más de siete mil.

Lo que sucede es que desaparecen los idiomas débiles y crecen los vigorosos. Las lápidas son numerosas: yagán, aka-bo, eyak, taushiro, wichita, livonioNo es que en realidad muera el idioma; sería mejor decir que deja de ser transmitido, que se abandona porque hay otro que encaja mejor a sus hablantes y con el que logran un mejor entendimiento y comunicación.

El vascuence puede servirnos de ejemplo para explicar que lleva siglos sobreviviendo en su condición de lengua insuficiente. Lo fue desde que sus hablantes tuvieron que conocer otra para salir del aislamiento. En 1968 unificaron la norma escrita con el llamado batúa. Ortografía, léxico y gramática única para acercar unos dialectos a otros, pero sin capacidad para modificarlos, pues ese poder está reservado a la comunidad de hablantes.

Importan las personas

¿Dónde poner el foco de reflexión, en los derechos de los hablantes o en el derecho de la lengua a mantenerse viva? Las lenguas tienen gramática, léxico, vida en boca de sus hablantes, pero no derechos. Parece como si nos preocuparan más las lenguas que el acomodo lingüístico de los hablantes. En realidad, no debería interesarnos qué lengua o lenguas se hablan, sino la capacidad de comunicación y entendimiento que ofrecen.

Los hablantes vienen eligiendo desde siempre la más ventajosa, y marginando la otra. Podemos llamarlo muerte de las lenguas, con dramatismo, pero quedaría menos sombrío si lo llamáramos quiebra en la transmisión generacional, que es realmente lo que sucede. Se produce cuando padres ambilingües hablan a sus hijos con la lengua que más contribuye a mejorar el acomodo social, y no con la de siempre.

El proceso estimula a los miembros de una población más o menos monolingüe a conseguir competencias en otra porque su uso social se va generalizando. A medida que se restablece y se gana la condición de ambilingüe, aumentan las oportunidades e incentivos. Al mismo tiempo, la otra va cayendo paulatinamente en desuso y deja de ser transmitida a los miembros de las nuevas generaciones, que dejan de emplearla, mientras gana en usos orales y escritos. Nadie la persigue, nadie la prohíbe, nadie la detesta, sencillamente se produce el cambio. Lo que sucede es que estos jóvenes y no tan jóvenes se comunican perfectamente con los demás en otra lengua que todos conocen, pues hace tiempo que se convirtió en familiar

Queremos que nuestros hijos aprendan las lenguas con mayor valor comunicativo. Puestos a elegir, los progenitores eligen la más útil. Al mismo tiempo, si la ganancia comunicativa es prácticamente nula, el coste de aprender una segunda lengua que no sea transmitida en casa ni se habla habitualmente en el entorno social no es en absoluto insignificante. El famoso esperantista Claude Piron, original filólogo, estimó que se necesitan unas diez mil horas de estudio y práctica para dominar de forma competente un nuevo idioma, unos 10 cursos académicos a jornada completa. ¿A qué conduce el aprendizaje de una lengua innecesaria? Si no se aprende mediante la inmersión natural, las horas de estudio son casi infinitas. La obligación de usarla como lengua de enseñanza está condenada al fracaso.

Se transmiten las lenguas más vigorosas

Casi el 90% de las lenguas languidecen o caminan hacia la desaparición. ¿Cómo lo medimos? Su vitalidad depende de si es o no transmitida. Casi la mitad pierden familias que las transmiten en el cambio generacional. Si el catalán y el vasco pertenecen a este grupo no lo sabemos porque ese apunte no figura en las estadísticas del Govern ni la Lehendakaritza.

Viven en Europa el 3% de las lenguas del mundo: unas 250. ¿Puede el lector de estas líneas citar más de veinte de ellas? Esos hablantes se identifican mejor con otra lengua, la más lucrativa, sea o no materna. Que el véneto tenga millones de hablantes ambilingües es algo oculto, pues para todos los demás son hablantes de italiano.  

En América existen más de mil lenguas, pero es un continente de tres, español, inglés y portugués. Con una de ellas el hablante vive conectado en sus respectivas demarcaciones. África, Asia y Oceanía suman las seis mil lenguas restantes. Un verdadero caos si no fuera porque en África el ambilingüismo es una constante, y la segunda lengua de los hablantes es vehicular (inglés, francés, suajili, fulaní, wolof, hausa…) que es lo que sucede en Asia (ruso, indonesio, inglés…) y en Oceanía (inglés, tok pisin…)

Estados Unidos es uno de los países más jóvenes del mundo. Allí llegaron hablantes de cientos de lenguas muy distintas que en los cambios generacionales se fueron perdiendo a favor del inglés. Así es como desaparecen unas lenguas a favor de otras más generalizadas.

En algunos lugares del mundo, no muchos, la tendencia es la contraria, potenciar la lengua menos útil, pero que mejor identifica a sus hablantes frente a otra, con argumentos peregrinos que convencen a gente ingenua y contraria a las tendencias naturales de las lenguas.

 

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