25 de marzo de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Los mentecatos como éste ni siquiera pertenecen a las "élites". Pero constituyen tanto su expresión como su soporte

«Gay Uropa», el aborto de una nación

Como siempre, pero esta vez aún más, Sertorio empuña sus grandes armas: la hondura de un análisis que, entre sarcasmos tan desopilantes como acerados, no se va nunca por las ramas, sino que desciende hasta la raíz La raíz, hoy, sobre la que se alzan (hasta que se caigan) las «élites de Gay Uropa», esa caterva de apátridas a quienes les ha dado ahora por querer defender (militarmente y a riesgo de otra Gran Guerra) una extraña patria carente de pasado y tradición, de raíces y familia, de cultura y civilización.

 

El aporte más interesante de Emmanuel Macron y los comisarios europeos a la teoría política es, sin duda, el patriotismo apátrida, el nacionalismo sin nación, la identidad autodestructiva. Resulta sarcásticamente cómico ver cómo los que han combatido a los Estados históricos de Europa, los que han sometido a nuestras verdaderas patrias a un proceso de expropiación de su soberanía y de subordinación a una élite cosmopolita de burócratas, ahora clamen por una patria europea, ellos que tanto han vociferado contra las naciones y las identidades; ellos, los que han negado los fundamentos clásicos y cristianos de una Europa, a la que se han limitado a definir como un aséptico «espacio de derechos». Ahora, a estos hijos de patria desconocida, les da por el nacionalismo, justo cuando el amo yanqui les arrastra por los rastrojos, como las malas putas que son.

Y todo para que el tinglado aguante, para camuflar de algún modo algo aún peor que la derrota política y militar: el ridículo, la insignificancia, la insoportable levedad de todos estos chupatintas, rábulas y contables, de toda esta recua de asnos que nos llevan de latrocinio en latrocinio y de error en error hacia el colapso definitivo de nuestra civilización. Quienes están islamizando y africanizando Europa de forma implacable nos llaman a defender una patria común, a la que ellos han sometido a un borrado de identidad sin paralelo en la historia. Quienes se niegan a guardar nuestra frontera sur de las invasiones migratorias y de la islamización quieren que vayamos a morir por ellos en su peculiar cruzada contra Rusia, un país tradicionalista y europeo. Como ya es un atavismo entre los caciques y bergantes de Bruselas, conducen una guerra a muerte contra los países o minorías cristianas (Siria, Rusia, los serbios de Bosnia y Kosovo) y abren las puertas a la colonización salafista. Los que se niegan a celebrar la defensa de Viena, la batalla decisiva de Las Navas o la victoria de Lepanto quieren que nos sacrifiquemos por la ideología de género, la islamización de nuestras naciones y la sustitución de la población nativa por colonos africanos. Los que nos obligaron a pincharnos unos potingues de dudosa eficacia pero muy alta rentabilidad, ahora quieren intervenir en nuestros ahorros con la abolición del dinero efectivo, para que desde sus bases informáticas puedan hacer con nuestros escasos fondos lo que les dé la gana, es decir: robarnos. Los que quieren que tengamos un simulacro de patria, es decir, una tierra de los padres, nos quieren estériles, sin progenie, destinados y programados para la extinción y el reemplazo.

Estos oligarcas que no quieren proteger nuestros barrios quieren que luchemos en Ucrania. Estos covachuelistas de una mediocridad infinita pretenden meternos en un conflicto internacional gravísimo, que ellos mismos causaron, frente a Estados Unidos, China y Rusia… Unos pigmeos políticos, que sólo sirven para arrancar olivos y reglamentar el grosor del pelo de los ángeles para luego cobrarle el IVA, pretenden construir una gran potencia. Con estos mimbres no haremos sino un muy mal cesto. No se puede edificar una patria con apátridas que, para colmo, se dejan gobernar por un Estado que no es miembro de su “Unión” mal llamada “Europea”: Inglaterra, la eterna enemiga de toda hegemonía europea y el socio que reventó todas las políticas comunes del club financiero de Bruselas mientras formó parte de él. Pero los británicos tienen una clara ventaja sobre los espectros estatales que vegetan encerrados en las covachuelas de Estrasburgo, Luxemburgo y demás lugares de perdición: Inglaterra es soberana, actúa como agente y no como paciente de la historia. Por eso dirige y domina y convierte en instrumento de sus intereses a los abúlicos ectoplasmas de la «Uropa» zombi.

Esa patria que quieren que nazca será un engendro teratológico, un aborto que no dará más que unas boqueadas o llevará una vida de eterna impedida, de vástago degenerado de una progenie decadente: llámese «Uropa», Gayropa o Eurabia. Una patria de pacotilla, un ersatz hecho para matar a nuestras patrias centenarias, para traicionar a nuestra tierra y nuestros muertos, para secar las raíces del roble de la nación. Y todo para que unos cuantos empleadillos de la gran banca hagan más caja.

 


 

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