10 de octubre de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

El viejo Telón de Acero

Europa: nuevo telón de acero

RESUMEN

Un nuevo telón de acero ha caído sobre Europa tras la poco meditada respuesta de los países de Europa del Oeste a la actual guerra en Ucrania. Europa del Oeste pone en marcha contra Rusia sanciones económicas y restricciones en visados que, más que perjudicar a Rusia, van contra Europa. Desastre económico para Europa, en especial Alemania, que pierde el acceso a energía barata para su industria. Mientras, se construye un gran muro fronterizo en Finlandia y Estonia. Rusia –que casi siempre se equivoca en las formas y con ello se crea una mala imagen– también tiene su cuota de responsabilidad en el nuevo telón de acero, pues los europeos del Oeste ahora son allí mal recibidos y quedan aislados al no poder tener teléfono móvil ruso y ver limitadas en Rusia sus conversaciones en Telegram o Whatsapp.

El nuevo telón de acero imposibilita cualquier alianza y colaboración entre el Oeste de Europa y Rusia, de donde Europa obtenía materias primas y energía barata. Alianza lógica, pero sobre todo alianza natural, pues Rusia también es Europa. Sin embargo, falsas narrativas y enfoques distorsionados sobre la realidad de las causas de la guerra de Ucrania han condicionado la actuación de muchos líderes europeos, movidos por medios de comunicación de cuño anglosajón que han creado tales narrativas distorsionadas. ¿Es Rusia el enemigo de Europa? No. El principal enemigo de Europa del Oeste es ella misma.

Pero la cumbre de Trump y Putin en Alaska muestra que son posibles otros enfoques y cambios de perspectiva, mientras los europeos siguen anclados en su anterior retórica de años. Sin embargo, pocos en Europa quieren la paz, empezando por Zelensky, pero tampoco la quieren ni Francia, ni Alemania ni el Reino Unido (y menos Polonia o los países bálticos) , lo cual hace prever que la guerra pueda llegar a ser más larga, y con ella la continuación del telón de acero sobre el que versa el artículo.

 

ABSTRACT

A new iron curtain has fallen across Europe after the ill-considered response of Western European countries to the current war in Ukraine. Western Europe is imposing economic sanctions and visa restrictions on Russia that, rather than harming Russia, are actually hurting Europe. This is an economic disaster for Europe, especially Germany, which is losing access to cheap energy for its industry. Meanwhile, a large border wall is being built in Finland and Estonia. Russia—which almost always errs in its manners and thus creates a bad image for itself—also bears its share of responsibility for the new iron curtain, as Western Europeans are now unwelcome there and find themselves isolated, unable to use Russian mobile phones and with restrictions on their conversations on Telegram and WhatsApp in Russia.

The new iron curtain impedes any alliance or collaboration between Western Europe and Russia, from which Europe obtained raw materials and cheap energy. This alliance was logical, but above all natural, as Russia is also part of Europe. However, false narratives and distorted views of the reality of the causes of the war in Ukraine have conditioned the actions of many European leaders, driven by Anglo-Saxon mass media that have created such distorted narratives. Is Russia the enemy of Europe? No. Western Europe’s main enemy is itself.

But the Trump-Putin summit in Alaska shows that other approaches and changes of perspective are possible, while Western Europeans remain stuck in their rhetoric from years before. However, few in Europe want peace, starting with Zelensky, but neither do France, Germany, or the United Kingdom (and even less Poland or the Baltic countries), which suggests that the war may last longer, thus prolonging the iron curtain discussed in the article.

 

1/  Había un prometedor futuro

Un nuevo “telón de acero” ha caído sobre Europa. Todos recordamos el anterior, que dividió a Europa en dos desde los años 40 hasta los 90 del siglo pasado.

Los contornos de aquel telón de acero del siglo XX eran claros. Dos bloques, uno capitalista y otro comunista; dos alianzas militares: la OTAN y el Pacto de Varsovia. Un muro en Alemania y Europa partida en dos. Dos modos opuestos de entender el mundo. Confrontación, en cualquier caso, entre el Oeste y el Este.

2025. Europa, de nuevo dividida. Nuevo telón de acero. Y segunda Guerra Fría. La OTAN, por un lado; Rusia y sus aliados por otro. ¿Qué ha sucedido? Hace 15, 20 años, a principios del actual milenio, las relaciones entre vecinos en Europa (y Rusia también es Europa) eran buenas. Había inversiones mutuas; vuelos diarios entre ambas partes del continente. Intercambios turísticos. Armonía. Mutuo beneficio.

Y, lo más importante: Las élites rectoras en Europa empezaban a ser conscientes de que Rusia y Europa del Oeste se necesitan mutuamente. Es la alianza ideal: la UE aporta tecnología y Rusia los recursos naturales y la energía barata. Y la alianza natural: Rusia es Europa, se sienten europeos, son parte de la civilización europea.

Especialmente lo entendió Alemania hace unos 20 años, que dejó de lado prejuicios históricos y empezó a construir los gasoductos del Mar Báltico para hacerse con energía asequible que mantenga su industria. Europa del Oeste y Rusia en el Este se encaminaban a un futuro de cooperación que hacía prever buenos y mejores tiempos para ambos.

 

2/ Telón de acero

Pero en nuestros días, de aquel futuro prometedor de comienzos del siglo XXI no quedan sino cenizas. Confrontación, de nuevo, en Europa. Llamamientos a escalar el gasto militar. Clima prebélico. Energía cara. Inflación. Mal panorama. Aunque Rusia crece económicamente cada año, Europa y en especial Alemania rozan la recesión y afrontan enormes dificultades económicas. Una catástrofe.

Y un suicidio europeo. El tercero ya. Recordemos el clima prebélico que precedió a la I Guerra Mundial en la que, en una movilización sin precedentes, las potencias europeas se lanzaron insensatamente al gasto militar y a las trincheras donde perecerían millones de europeos en una disparatada guerra a gran escala que podría haberse evitado.

Mal cerradas las heridas de esa I Guerra mediante el poco meditado Tratado de Versalles, la insensatez se repite con un segundo suicidio de Europa: la llamada Segunda Guerra Mundial desde 1939 hasta 1945 que se saldó con unos 70 millones de muertos, Alemania destruida, el continente devastado y el surgimiento de dos grandes potencias: EE. UU. y la URSS.

Con los políticos más incompetentes de su historia, asistimos ahora al tercer suicidio de Europa. El nuevo telón de acero. ¿Con Rusia como potencia enemiga? No. Con la propia Europa de nuevo como principal insensata y en rumbo de caer, ahora para siempre, en el basurero de la Historia ante los ojos atónitos de EE. UU., China, India y otras potencias emergentes.

3. Sanciones y visados

Hemos descrito el telón de acero de la primera Guerra Fría. Refirámonos ahora al actual, que es mucho más peligroso que el anterior, y ello porque el nivel de la diplomacia ha descendido, por un lado, pero también porque las actuales armas son más potencialmente devastadoras.

Primero. Por la guerra en Ucrania y por sus rusofobias (en especial la de Francia y la de Alemania, debidas a motivos históricos) la UE impone a Rusia las sanciones (autosanciones, en realidad) más estúpidas de todos los tiempos: “¡No compramos gas ni petróleo rusos! ¡Que se fastidien!”. Bueno. Te fastidias tú, muchacho, que tendrás que comprarlos mucho más caros en EE. UU., o más caros a través de terceros países. Y, si el contrato es anterior a 2022 y de larga duración, tendrás que pagarlo igualmente y Rusia se frotará las manos vendiéndoselo a la India o a China y ganando el doble.

Segundo.¡No damos más visados turísticos a los rusos! ¡Qué se aguanten!”. Bueno. Peor para ti, chaval, pues el turismo ruso es turismo de calidad y considerable gasto, mucho más ordenado, rico y civilizado que el británico, por ejemplo. Se irán los turistas rusos a Egipto, Tailandia y otros lugares. Lejos de la hostil Europa. Lo de los visados turísticos no carece de importancia. Pero hay diferencias en Europa. De nuevo (en esto y en casi todo) los países mediterráneos somos los más juiciosos: España, Grecia, Francia e Italia, en este orden. En cambio, Alemania, Chequia y Holanda son estúpidamente más restrictivas, por no hablar de los países bálticos y Polonia, que en esto son los más histéricos. Un dislate.

Tercero. ¡Dejamos de invertir en Rusia y nuestras empresas se van de allí, además de que las tarjetas de crédito europeas y las transferencias SWIFT dejen de funcionar en Rusia! ¡Que Rusia se arruine! Vale. Pero el que pierdes dinero eres tú. Con todas sus dificultades al ser una economía de guerra con alta inflación, Rusia crece considerablemente y lo único que hace quien no invierte en Rusia es perder oportunidades que aprovecharán otros. Te equivocas, gran genio.

Cuarto: empezamos a construir un muro con Rusia. Sí, un muro, carísimo, como los que hay en Ceuta o Melilla, pero de miles de kilómetros. Finlandia y Estonia ya han puesto manos a la obra en semejante y colosal disparate

Podríamos seguir con una larga lista de estupideces europeas (las expulsiones reciprocas de funcionarios diplomáticos, por ejemplo) para hundir a Rusia mediante un nuevo telón de acero. Todas han fracasado. Con un perdedor claro: la propia Europa.

 

4./Restricciones de Rusia a los extranjeros

Ahora bien, Rusia también tiene su indudable cuota de responsabilidad en la situación actual. Y Rusia, fiel a su carácter, siempre se equivoca en lo mismo: las formas.

Rusia, ahora cerrada en sí misma y dolida con Europa occidental, empieza a ser hostil con los extranjeros que quieran visitar el país. Hay varios ejemplos de ello. Empecemos con uno, inaudito: desde enero de este año 2025, hablar con el móvil en Rusia está prácticamente prohibido a quien no sea ruso. Como suena. Una locura. Un español o un italiano o un francés que viaje a Alemania, Finlandia, EE. UU. o incluso a Arabia Saudí o Pakistán, llega al aeropuerto y, para pedir un taxi o hablar con un socio empresarial o con una amistad, compra en el aeropuerto una tarjeta SIM local. Y asunto resuelto en quince minutos. Pero en Rusia, desde el 1 de enero de 2025, no. Al extranjero se le requiere superar un tedioso laberinto de trámites burocráticos de varios días para hacerse con una SIM rusa: traducción notarial del pasaporte, afiliarse a la Seguridad Social de Rusia, testimonio biométrico en un banco…, cuatro o hasta seis días de absurdos trámites. ¿Hablamos de Corea del Norte? No. De Rusia. Una inmensa torpeza. ¿Es un infiltrado de la CIA o del MI6 en el Kremlin a quien esta barbaridad se le ha ocurrido para crear mala imagen a Rusia?

Pero hay más: desde agosto de 2025, Rusia, en un nuevo paso hacia un Gulag digital, además de bloquear Youtube, Facebook, Instagram y otras redes sociales, tiene limitadas, y esto es peor, las llamadas por Telegram o WhatsApp, y del todo bloqueadas las videollamadas por ambas plataformas. No es, en rigor, un gesto sólo ante los extranjeros, sino que, en un aro que se estrecha, afecta a toda la población rusa. Pero a los extranjeros nos afecta más, ya que, como ya se ha explicado, tampoco podemos hablar con el móvil convencional; además, Rusia quiere ,al parecer, crear una red tipo Telegram en ruso, pero propia y controlada por el Estado. Otro paso hacia el aislamiento.

A nadie, en estas condiciones, se le puede recomendar visitar Rusia. Salvo que use su móvil europeo o americano. ¿Pero Putin le pagará el roaming? ¿Y cómo pedirá allí un taxi, en el único país del mundo en el que no hay taxis por las calles o paradas y en el que sólo mediante un teléfono ruso –y no con una E-Sim– se puede pedir un taxi? ¿Y quién, en Rusia, le llamará al móvil europeo sabiendo que le cuesta dinero? Inmenso, inmenso error de Rusia. Perderán turismo. Y, peor todavía: perderán amigos.

Pese a contar con excelentes diplomáticos (los que trabajan en España son de una gran profesionalidad) Rusia se equivoca, siempre, en las formas. Y contribuye, con ello, a erigir el nuevo telón de acero. Pero las formas son esenciales. Conviene evitar las torpezas.

 

5/ Alianza ahora imposible entre la UE y Rusia

Nuevo Telón de Acero, en suma. Acaba de empezar su instalación. Y la cosa irá a más. Constantes espirales de provocación y réplica, sobre todo las lanzadas desde la UE. Nueva guerra fría con insensata escalada armamentística que nos saldrá muy cara a los europeos. ¿Cuánto durará la situación? Obviamente, hasta un par de años después de que la guerra en Ucrania acabe. Pero la guerra no va a ser tan corta como los optimistas piensan, sin perjuicio de que ya está perdida para la OTAN. Pocos quieren la paz.

Señalemos de nuevo el factor clave. Es éste: un nuevo telón de acero impide cualquier posible alianza entre Europa Occidental y Rusia. ¿Quienes la han torpedeado? Seamos claros: el bloque anglosajón. Ellos tienen una alianza consigo mismos de alcance planetario (con Canadá Australia y Nueva Zelanda, además de EE. UU.) que no va a diluirse. ¿Qué es Europa para ellos? Un potencial competidor que no debe resurgir de sus cenizas. Y, con el Reino Unido (dueño y señor, ay, de Gibraltar) como principal traidor a Europa en su papel de mayordomo de EE. UU. Traidores a Europa, los británicos, no sólo por el Brexit, sino porque no se salieron de la UE hasta lograr que en ésta entrasen los países bálticos, caballo de Troya que por su posición geográfica pretenden (junto a Polonia) que Europa acometa el catastrófico proyecto de enfrentarse militarmente a Rusia.

En política internacional, el Reino Unido es la antítesis de Rusia, como por cierto lo es también del mundo hispano. Es más: numerosos analistas norteamericanos y británicos, empezando por la  Es más: numerosos analistas norteamericanos y británicos, empezando por la Rand Corporation, siempre han e  Rand Corporation, siempre han escrito que uno de los objetivos de la política exterior USA ha de ser impedir cualquier alianza entre Alemania y Rusia. O entre Rusia y el resto de Europa, que es lo mismo. ¿Y quienes esto piensan son nuestros amigos y aliados?

 

6/ Rusia es Europa

Con todo. Pese al nuevo telón de acero, Rusia es Europa y ellos se sienten europeos. Y su lugar en el mundo es Europa. La geografía es más que elocuente. Mírese el mapa del Continente Euroasiático. Hasta los Urales, el territorio de la Federación Rusa es Europa, y Rusia es el país con más territorio y población de nuestro continente. Y la montaña más alta de Europa no es el Mont Blanc en los Alpes, sino el Elbrus en el Cáucaso ruso.

Y aún más claras están las cosas si nos fijamos en la mentalidad rusa. Recordemos a sus grandes novelistas y compositores: todos miraban a Europa del Oeste porque también ellos eran europeos. Paséese quien quiera por las calles de Moscú o San Petersburgo: casi la mitad de los rótulos de los establecimientos están en letras latinas (y en inglés, francés o español) y no en cirílico. ¿Se imagina alguien lo contrario, es decir que en París, Berlín o Madrid proliferasen los rótulos en cirílico? Las camisetas de la gente joven: muchas, rotuladas en alfabeto latino y no cirílico. Y todos entienden nuestro alfabeto. ¿Entendemos nosotros el de ese país de más de 140 millones de habitantes? Se sienten europeos, visten y se mueven como europeos. Son Europa. Y, de hecho, sus acercamientos a las diversas instituciones europeas han sido constantes. Gorbachov, de hecho, quería entrar en la UE, y desde 1996 Rusia formó parte del Consejo de Europa hasta su expulsión en 2022 tras el inicio de la guerra de Ucrania.

No se entiende, por lo tanto, que las dos partes de Europa, la del Este y la del Oeste, estén ahora enfrentadas. O sí se entiende, mejor dicho. Empeñados en hundir a Rusia (y con ella a Europa), los enemigos de una Europa unida que trabaje para sus propios intereses (y no para los intereses anglosajones) van logrando imponer sus criterios y su propaganda. Polonia y los bálticos llegan más lejos: además de estar contra una alianza que pudiese significar la reunificación de Europa, defienden con ahínco que Rusia ha de ser troceada en pequeños estados. ¿A quién beneficiaría esto? Obviamente, a los mismos actores que propiciaron que España, es decir el Imperio Español de América, fuese troceado en el actual mosaico de repúblicas con las guerras de independencia. Me refiero al Reino Unido, ante todo, que con la complicidad de Francia y la masonería contribuyó de modo decisivo al desmembramiento del Imperio Español. Pues lo mismo quieren hacer ahora con Rusia. No les saldrá la jugada, claro está, porque las situaciones son distintas: no hay en el territorio ruso un océano por en medio y, seamos francos, los rusos tienen a Putin y un Estado fuerte mientras que nosotros teníamos a los nefastos Borbones Carlos IV y Fernando VII, notorios traidores a España.

Y trocear Europa (como trocear Rusia) significa algo evidente: una Europa débil. Es obvio que a los anglosajones, bálticos y polacos es esto lo que les interesa. Pero no a Europa, por mucho que los burócratas de Bruselas y la nefasta von der Leyen se empeñen en demostrarnos lo contrario. Trocear Europa: esto es lo que significa el nuevo telón de acero.

Pero ¿cómo se ve esto desde Rusia? La respuesta es: con gran pena e inmenso desengaño. Sintiéndose y siendo europeos, se ven condenados a mirar hacia Asia, y no sin razón piensan que, en realidad, no es Rusia, sino Europa la que se está aislando. Y aciertan quienes afirman que, con las absurdas sanciones y gestos de hostilidad de Europa, les hemos echado en brazos de los chinos. Cosa que poco beneficia a Europa, y ni siquiera a EE. UU., sino a China, que tiene ahora lo que quería: energía barata, por un lado, pero además un mayor peso internacional. Es obvio que China y en menor medida la India son beneficiarios netos del nuevo telón de acero en Europa. Volvamos al paseo por las calles o los hoteles en Moscú y Petersburgo: ya nadie verá por allí a europeos del oeste, pero sí, en cambio, a asiáticos, iraníes, turcos o africanos. Los rusos nos echan en falta, claro, pero no les queda otra que aceptar esta inevitable consecuencia del nuevo telón de acero.

 

7/ El relato oficial. Ucrania como país gozne

Estamos, qué duda cabe, ante una catástrofe. Pero ¿cómo hemos llegado a ella? El relato oficial insiste en lo siguiente: Putin es el culpable. Resumamos la cantinela oficial: igual que Hitler se lanzó a invadir Polonia en 1939 por expansionismo territorial, un buen día Putin decide, para conquistar territorio, invadir la pacífica Ucrania, ejemplar democracia europea con instituciones propias e idioma propio: el ucraniano. Emerge un gran héroe, Zelensky, que hace frente al autócrata ruso. Europa y EE. UU. se solidarizan con la democracia y los valores occidentales en desinteresado y justo apoyo a la ejemplar Ucrania, en guerra contra Rusia.

Pero ¿se corresponde con la realidad el famoso relato oficial? Veamos: ¿Ucrania, democracia ejemplar? Recordemos que, en esa democracia ejemplar (pero de uno de los países más corruptos del mundo), la oposición está ilegalizada, algunos de sus líderes encarcelados o en arresto domiciliario, suspendidas las elecciones (en Rusia, no) y alguno de los críticos al régimen han sido asesinados por los servicios secretos, uno de ellos, por cierto, en Madrid hace poco.

¿Zelensky, un héroe? Difícilmente puede afirmarse eso de quien se negó a firmar la paz en 2022 en Estambul, y que con la guerra se ha enriquecido en cientos de millones de dólares que añade a su fortuna personal que antes de la guerra ya era cercana a los mil millones de dólares.

¿Rusia invade por expansión territorial? Seamos serios: a Rusia, el país más extenso del mundo, no le hace falta territorio. Lo que pretende, sencillamente, es que Ucrania, su vecino y hasta 2014 Estado neutral y hasta 1991 parte de la URSS, no entre en la OTAN, enemiga de Rusia. Así de claro. Y, además, proteger a la población de Ucrania que habla ruso, que son más de la mitad. Idioma mayoritario que los tiranuelos Poroshenko y Zelensky han proscrito. Una locura. El relato oficial es simple y burda manipulación. Propaganda. La propia en tiempos de mentira como los nuestros.

¿Ucrania, en guerra contra Rusia? Otra falacia. Sin ayuda de los países de la OTAN el régimen de Zelensky colapsaría en pocos meses. La guerra no es entre Ucrania y Rusia. Sino entre la OTAN y Rusia. Y la OTAN ya ha perdido.

¿Quiere esto decir que quien esto escribe apoya la invasión? En absoluto. Las guerras constan, ante todo, de quienes en ellas han muerto. Y ya vamos por casi un millón de muertos. La invasión de Ucrania ha sido, sin duda, una violación del derecho internacional. Pero: ¿no lo han sido los recientes bombardeos de EE. UU. e Israel a Irán? ¿No lo fue la invasión de Irak, que destrozó el país? Y, sobre todo, ¿no fueron una violación del derecho internacional los bombardeos que la OTAN emprendió contra Serbia el 24 de marzo de 1999? Fecha histórica para recordar. Fue ese día cuando la OTAN hizo trizas el derecho Internacional y cambió, para peor, el orden del mundo.

Podrá objetarse, entonces, que Europa no tiene responsabilidad alguna en el origen de la guerra de Ucrania. Falso. Sí la tiene. No olvidemos que el desencadenante de la mal llamada “revolución del Maidan” de 2013-2014 (la viví en Ucrania como asesor del gobierno ucraniano, y en realidad fue un golpe de Estado con intervención extranjera, especialmente los EE. UU. y los británicos) fue el descarrilamiento de un Acuerdo de Asociación que preparábamos entre Ucrania y la UE. Fracaso debido a las pegas que pusieron Alemania, Francia y el Reino Unido, entre otros; España no. Fuimos más claros y en nuestro apoyo no hubo hipocresía. Y la guerra empezó en 2014, provocada tras el golpe de Estado; no en 2022. Añadamos a esto –hay que recordar esta triste verdad– que Francia y Alemania falsificaron los acuerdos de Minsk, engañando a Putin, para dar tiempo a Poroshenko a armarse y conquistar el Dombás. Menos hipocresía europea, por favor.

Las falsas narrativas, sin embargo, eclipsan la realidad de que Ucrania fue hasta 2014 el país que ejemplificaba, más que ningún otro, que el actual telón de acero habría podido evitarse. Era hasta esa fecha un país gozne, lo que llaman un buffer state, que siendo más cercano a Europa del Oeste que Rusia, sin embargo, como país de la URSS, participaba de la civilización eslava del Este y en el que el idioma mayoritario era el ruso (y no el ucraniano, como repiten las falsas narrativas). Algo así como España entre Europa y el mundo Iberoamericano. Y eso es lo que daba fuerza a aquella Ucrania que ya se ha perdido para siempre tras el Golpe de Estado del Maidán con intervención extranjera. El antídoto contra un nuevo telón de acero saltó por los aires ese año hasta que hemos llegado a la situación actual. Es una pena, por la calidad profesional y humana de los ucranianos: gente trabajadora, hospitalaria, amable, hacendosa, de gran categoría.

 

8/ Más telón de acero

Vayamos a la pregunta clave. ¿Es Rusia, con la guerra que en 2022 eleva a gran escala la que había empezado en 2014 en Ucrania, la verdadera amenaza que se cierne sobre Europa? Conviene insistir en la respuesta acertada: No. A Rusia no le interesa la expansión territorial. En cambio, la verdadera amenaza contra Europa es ella misma. Es ella la que no ha sabido ni ha podido construir una posible alianza con Rusia. Se ha visto en la primera reunión entre Putin y Trump en Alaska: resulta que ahora los EE. UU. con Rusia sí harán negocios y llegarán a entendimientos porque en esa importante reunión han empezado a construir confianza entre ellos, mientras que los belicistas jefecillos europeos, obviamente excluidos de la cumbre, quedan en ridículo con cara de tontos al margen de cualquier decisión que en el futuro pueda tomarse. Europa sigue encastillada durante años en la misma retórica de llamar “guerra de agresión no provocada” a un conflicto de naturaleza mucho más compleja que sólo los políticos necios –¡tantos en la Europa de nuestro tiempo!– son incapaces de entender. Los EE. UU. han sido más hábiles.

Cada semana Europa del Oeste añade una nueva estupidez al obcecado levantamiento de un nuevo telón de acero. A la última (¡qué enorme error!) se ha sumado España. En efecto, el Reino Unido, República Checa y la propia España exigen, desde julio de 2025, un visado de tránsito en los aeropuertos a los ciudadanos rusos. ¡De tránsito, aunque no vayan a hacer turismo en España ni quedarse aquí! ¿Nos hemos vuelto locos? ¿A qué burro en el ministerio de turno se le ha ocurrido que España se sume a Reino Unido y Chequia en semejante disparate?

Pero no olvidemos la parte de responsabilidad de Rusia en el nuevo telón de acero. Ya hemos señalado la inaudita medida con las tarjetas SIM contra quienes pretendan visitar Rusia. Pero hay más: en la absurda cruzada de Rusia contra los visitantes extranjeros, Moscú se jacta de que dan la residencia a quienes se muestren de acuerdo en los valores y principios rusos frente a los occidentales de nuestros días. Pura propaganda. Porque, si no, ¿por qué, al extranjero, en el control de pasaportes, lo retienen media hora y lo interrogan y le obligan como a un delincuente a dar las huellas dactilares de todos los dedos? ¿Por qué el disparatado trámite con las SIM? ¿Por qué la obligación al turista de estar constantemente registrado en un lugar de residencia? Paranoia.

Podrá decirse: “todo esto es por seguridad de Rusia ante el terrorismo”. Vale. Recordemos que España sufrió en 2004 los más atroces atentados del terrorismo islamista que en su historia ha vivido Europa, con cientos de muertos. ¿Prohibimos en España las tarjetas SIM a los extranjeros? No. Somos más juiciosos. Cuidamos más las formas.

No son los rusos, ciertamente, maestros en dar su mejor tarjeta de visita y tener eso que los españoles llamamos “mano izquierda” y los italianos, “finezza”. Ni saben cuidar su imagen ni, al parecer, la cosa les interesa. Telón de acero, en definitiva.

 

9/ ¿La paz?

El anterior telón de acero duró más de cuarenta años. ¿Cuánto durará el actual? La respuesta es simple: hasta unos años después de que la actual guerra en Ucrania termine. Bien. Pero, salvo que los EE. UU. se desembaracen de Zelensky o le fuercen a rectificar, la guerra será larga. ¿Por qué?

Empecemos por el principal culpable de que no haya paz: Zelensky. Éste, a quien la guerra hace rico, quiere mantenerla. Pero además es consciente de que si cede territorio (y no le queda otra) será asesinado por los vencedores del Maidan-2014 (que es donde empezó todo), es decir las fuerzas nacionalsocialistas del Oeste de Ucrania de las que es rehén y que ostentan importantes puestos en la actual Ucrania. Y no olvidemos que en Ucrania el asesinato es moneda corriente. He vivido allí como asesor del gobierno y sé de lo que hablo tras ver caer a varios amigos. Aquello es la jungla. A Zelensky, en realidad, acabarán quitándolo los norteamericanos. Acabará mal.

Francia y Alemania –rencorosas con Rusia por la paliza que una recibió en 1812 y otra en 1945– tampoco quieren la paz. Y el Reino Unido decididamente quiere la guerra: son la antítesis de Rusia (y de España) en política internacional. Y en los EE. UU. pasa algo similar: por mucho que digan Trump y Vance, allí manda el complejo industrial-armamentístico, a quienes quieren que los europeos compremos millonadas en armas para enriquecerse ellos e innecesariamente enfrentarnos a Rusia.

Y Rusia: hay que conocerlos. No pararán hasta que Ucrania, usada como ariete por los anglosajones contra ellos, deje de ser una amenaza. Guerra larga, en definitiva, salvo que Zelensky caiga o rectifique. Y morirá –es lo peor– más gente.

Mal panorama, en suma. Telón de acero que perjudica a Europa. A las dos partes de Europa: Europa Occidental pero también a Rusia, que es Europa. Por desgracia, eso es lo que hay.

 

 

 

Luis Fraga fue senador del Reino durante 21 años (1989-2011). Después, en 2013, fue asesor del gobierno de Ucrania. También ha sido conferenciante en Rusia –y en idioma ruso– varios años.

 

 

 


 

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