La variedad de sistemas de signos para escribir es fascinante. Desde que egipcios y mesopotámicos inventaran la escritura se han sucedido todo tipo de métodos, unos inspirados en otros. En el universo de la escritura de hoy, el abecedario latino (a, b, c) vive la misma progresiva universalización que la lengua inglesa. Se sirven de la colección de signos más de la mitad de la humanidad, y es conocido o susceptible de conocer por el resto.
Primero se extendió con el latín. Unas veces lo llevaron los legionarios (Hispania, las Galias…), otras los misioneros (Britania, Irlanda…). Durante la Edad Media empezó a servir para las lenguas eslavas occidentales (polaco, checo, croata, esloveno y eslovaco) a medida que adoptaban el catolicismo. Y en los últimos cinco siglos se ha expandido por todos los rincones de la mano de las lenguas europeas, en especial la española, portuguesa, inglesa y francesa.
La tendencia a servirse del alfabeto latino afectó a lenguas como el rumano que abandonó la escritura cirílica; llegó a la mayoría de las lenguas asiáticas de la antigua Unión Soviética (tártaro, uzbeco, baskiro, azerí, kazajo, kirguiso…) y también al serbio, que atraviesa un periodo de transición con dos escrituras, la cirílica y la latina. La escritura árabe fue abandonada a favor de la latina por el turco, el azerí y el bosnio. El malayo puede escribirse con el alfabeto latino (Rumi, el más usado), o con una adaptación del alfabeto árabe (Jawi). El vietnamita, por su parte, renunció a los ideogramas chinos con el fin de conectar mejor su escritura con el abecedario.
La escritura china, que es el segundo gran sistema de escritura de la humanidad, con unos 1.200 millones de usuarios, no es ajena al abecedario. En los años 1970 se desarrolló una transliteración oficial del mandarín al alfabeto latino llamada pinyin. El chino escrito en pinyin bien podría servir para la comunicación, pero de momento sólo se usa como referencia para fijar la pronunciación de los ideogramas. El ideograma 矢, que significa flecha, debe pronunciarse shǐ. La tilde ondulada indica que el tono es el tercero, el descendente-ascendente. Podría ser un excelente y sencillo sistema lógico de escritura, pero no se utiliza con ese fin.
El tercer sistema más utilizado es el alifato árabe – 660 millones de usuarios –, que no es exclusivo de lenguas semíticas, pues también lo emplean dos lenguas indoeuropeas, el urdu y el persa. Pero todos ellos están culturalmente abocados a conocer el abecedario latino. Unas veces porque su lengua complemento lo usa, otras porque es difícil vivir al margen del sistema más universal.
El cuarto sistema es el devanagari, propio de gran parte de los idiomas de India y Nepal. Cuenta con unos 420 millones de usuarios. Es fácil de reconocer porque se escribe alineado en horizontal, como lo muestra el siguiente ejemplo: संस्कृत हिंदू धर्म की पवित्र भाषा है (traducción: el sánscrito es la lengua sagrada del hinduismo). Pero como todos los hablantes de la India y gran parte de los de Nepal tienen también al inglés como lengua propia, quedan abocados a conocer, además, el latino.
Y eso mismo viven los escolarizados en las lenguas que utilizan el quinto sistema, el cirílico, también llamado azbuka por los antiguos nombres de las dos primeras letras.
He aquí cómo el sistema de escritura de los romanos ha llegado a los confines del mundo. Mientras tanto se adapta a idiomas como al jemer, lengua oficial de Camboya, que utiliza 72 grafemas o letras, de las que treinta y dos son vocales, y también a la lengua la de una isla de Nueva Guinea, Bougainville, que se escribe con solo 12 letras, siete para las consonantes, cinco para las vocales.
Inglés y español
La lengua más universal se articula con 44 fonemas básicos, que se escriben con solo 26 grafemas o letras. Sería relativamente fácil aumentarlas para que coincidieran con los fonemas, pero eso no lo admitiría el conservadurismo inglés. Y todavía peor: para escribir catorce fonemas vocálicos solo dispone de a, e, i, o, u. Remember (recordar) utiliza tres veces la vocal e, pero se articula con tres fonemas distintos. El primero es una i; el segundo, sorpresa, es como el nuestro; el tercero, que casi no suena, es un relajado clamor llamado schwa, que aparece con muchísima frecuencia, pero carece de grafema específico. Y no es difícil de pronunciar, pues surge al dejar la lengua floja. Aparece representado no sólo con -er, como en teacher, player o Peter, sino también con -a, comma, con -aern, laern o con -ir, thirty. Pero si la e aparece en posición final, puede no sonar, pero sí diptongar la vocal de la sílaba anterior, made (meid). ¡Menudo lío!
En español podemos llorar con un solo ojo porque pronunciamos correctamente lo que leemos. Lástima que no ocurra también lo contrario,: trasladar a la escritura lo que oímos. Nuestra escritura contiene un preciado regalo, para el lector, muy poco frecuente en las lenguas: ofrecer una facilidad tan grande para le lectura que cualquier extranjero puede leer y ser entendido. Lo ideal sería que también fuera capaz de oír y escribir correctamente, pero eso no es posible. El grafema c puede representar al fonema interdental /θ/, como en cera, o velar sordo /k/, como en casa. Por otra parte, el fonema /g/ (velar sonoro) se escribe, según los casos, con cuatro grafemas distintos: g, j, x, h: gente, jamón, México, hámster.
A pesar de todo, nuestra ortografía es, con diferencia, la más lógica, la más sencilla, una de las más fáciles de aprender en el ámbito de las grandes lenguas del mundo.
Lo ideal es que cada grafema se corresponda con un fonema, pero no siempre es así. En nuestro abecedario el dígrafo ch se corresponde con un solo fonema, el africado palatal, mientras el grafema x corresponde a dos fonemas, el oclusivo velar k y el fricativo s.
Cuanto más ajustada e inequívoca es la equivalencia, más fácil resulta aprender a escribir y a leer, pero el peso de la tradición en tan fuerte que pocas veces se atreven las lenguas a cambiar la ortografía, aun conscientes del inmenso beneficio para estudiantes y usuarios. Mientras tanto, escribir en español compensa.
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