Parece que el bufón de Kiev, el actor Nato Zelensky, producto in vitro de Washington, si no de Hollywood, está realmente al límite de sus fuerzas y se encuentra, como suele decirse, sosteniendo al bebé, abandonado por todos y por todo a su suerte. Su probable fin es similar al de los héroes históricos descritos por Hegel, de los que, sin embargo, está lateralmente distante en términos de grandeza: una vez que ya no son útiles al espíritu del mundo, los héroes históricos caen como cáscaras vacías, y lo mismo parece destinado a sucederle al bufón de Kiev, que tampoco es, por lo demás, un héroe. Lo hemos repetido innumerables veces: el sinvergüenza de la tribu de la nariz blanca no luchó por la independencia y la libertad de su pueblo, sino que sacrificó ambas en el altar del imperialismo de Washington, de la OTAN y de ese Occidente que sería mejor llamar el liberal-atlantista asesino.
Después de todo, esta nunca fue una guerra de Rusia contra Ucrania: fue, más bien, el conflicto que la civilización del dólar inició contra la Rusia de Putin, culpable de no someterse al orden mundial liberal-atlantista. El payaso de Kiev no fue más que un títere utilizado por Washington para sus propios fines bélicos. Ahora que ya no es necesario, parece destinado a ser abandonado y dejado a la deriva en su triste balsa, una nueva «navis stultifera». Su destino recuerda directamente al de los pobres títeres descritos por Collodi en Pinocho en relación con las acciones del maestro titiritero Mangiafuoco. Éste, como es sabido, utilizaba los títeres para sus propios intereses, los enviaba al escenario mientras le eran útiles y luego, una vez agotada su función, los arrojaba sin piedad a las llamas. Estas son las palabras de Mangiafuoco en la obra maestra de Collodi: «Toma ese Arlequín de ahí, átalo fuerte y luego tíralo al fuego para que se queme». Reemplace al desafortunado Arlequín por el bufón Zelensky y al malvado Mangiafuoco por la civilización del dólar y tendrá una imagen bastante precisa de la situación en relación con los acontecimientos en Ucrania. Habiendo cumplido su función, el juglar de Kiev parece destinado a correr la misma suerte que el pobre Arlequín descrito por Collodi.
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