25 de abril de 2025

Director: Javier Ruiz Portella

Alumnos de un colegio de Mallorca haciendo el saludo romano y blandiendo la bandera de la patria. El laxismo de las autoridades hizo que ninguno fuera castigado, expedientado o encarcelado

El «facha cabreado» hoy sonríe: una ola de extrema derecha invade las aulas

No somos nosotros, es El País quien, por una vez, le da una inmensa alegría al «facha cabreado» afirmando que «una ola de extrema derecha azota a los adolescentes de nuestro país». El reportaje, publicado el pasado viernes, se hizo inmediatamente viral en las redes sociales. ¡Cómo no iba a hacerse viral algo que se titula: «“Están en contra del feminismo y hablan bien de Franco”: los profesores luchan contra la ola de extrema derecha de sus alumnos»!

Los pobres profes progres (¡vaya trabalenguas!, tan trabado como sus ideas) son los únicos cuya opinión recabó El País. De lo que dicen los pobres profes queda claro que están desesperados, no saben qué hacer para contener la ola de patriotismo y antizquierdismo —todo lo inmadura que se quiera— que invade las aulas y de cuyo origen no entienden nada. Se limitan a atribuir los pecados antiwoke de sus educandos al desarrollo de las redes sociales y al papel jugado por los influencers de la malvada derecha radical. Cosas todas que juegan un obvio y crucial papel; pero Internet, sus influencers y sus redes no hacen sino actuar como detonador o transmisor de un movimiento social que está hondamente calado en el hartazgo de la gente ante el «inmundo mundo» (como decimos en EL MANIFIESTO) que nuestras oligarquías nos han diseñado.

Que ello es así, que estamos ante el fin de un ciclo, si es que no de un mundo, lo muestran los siguientes datos que daba el reportaje de El País y a los que aludía Voz Populi en otro artículo dedicado al mismo tema.

¿Cómo no se va a tirar de los pelos cualquier progre que vea estos datos?

Interfaz de usuario gráfica, Texto, Aplicación

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

 

El «facha cabreado»

¡Alegra, pues, esta cara, hermano facha cabreado! Sonríe…, pero sólo un poco, no saltes ya de júbilo, no eches aún las campanas al vuelo, que nadie ha dicho aquí que las cosas ya estén zanjadas y la victoria lograda. Todo lo que hay son tendencias, gérmenes, movimientos cuyo resultado final (y aún menos su fecha) nadie puede predecir. Lo único seguro son los movimientos… telúricos, habría que llamarlos, que se están empezando a producir donde más importa: allá abajo, en las honduras donde se mueven con la parsimonia de una tortuga milenaria (y su lentitud te resulta insoportable) los oxidados ejes de la carreta del tiempo y del ser.

¿Quién, en últimas, mueve la carreta? ¿Nosotros, tal vez? ¿Nosotros, los que estamos en primera línea? En parte, sí. Nuestra acción mueve cosas, no cabe duda; pero si de nosotros solos dependiera, todo entonces sería tan fácil, tan sencillo, tan elemental… ¿De quién depende, pues, que la gran carreta de la historia se mueva o se detenga? ¿Quién hace o deshace los grandes movimientos que, como olas de fondo, conforman el mundo y sus transformaciones? ¿Quién determina la historia? En cierto sentido no la determina nada ni nadie. Se determina por sí sola, sus movimientos aparecen o desaparecen (como el wokismo parece ahora empezar a desaparecer) por sí mismos. Como la rosa de Silesius, el místico alemán que glosa Heidegger y cuya rosa, radiante de belleza, es porque es, aparece porque aparece.

Los grandes hitos de la historia —las grandes configuraciones del mundo— aparecen o desaparecen por sí mismos…, pero contando con la participación absolutamente indispensable de quienes están al frente de la acción y de la reflexión. Si no hubiera un Trump, un Vance, un Musk, un Orbán, un Putin…, si no hubiera todos los que, agarrando el timón, señalan la senda a seguir; y si, por otra parte, no hubiera los Alain de Benoist, loa Philippe Muray, los Dugin, los Esparza…: todos los escritores, pensadores, periodistas y profesores (no todos son progres) que llevan años y años clamando en el desierto; si no hubiera los unos y los otros, el desierto seguiría siendo un descorazonador páramo en el que ninguna ola de regeneración «azotaría», como dice El País, a nuestros adolescentes.

Pero al revés también. Ya podrían actuar cuanto quisieran los rebeldes de la Polis y del Pensamiento, que de nada serviría su rebeldía si ésta no se conjuntara con algo como un nuevo espíritu, una nueva sensibilidad, un nuevo aire del tiempo que se pone de pronto a soplar. Así sea, al comienzo, dando sólo leves bocanadas.

De modo, querido hermano facha cabreado, que más vale que dejes de estar siempre amargado y desesperanzado. Lo que sientes, piensas, dices, haces —ya sea poco o mucho— no sólo es indispensable, sino que vale un potosí. Y da igual que nadie vea aún los resultado plenamente plasmados en la realidad: recuerda que el mundo no se cambia ni en un día ni en mil. Y da igual que nuestra acción tenga que juntarse con esa cosa inaprensible, indeterminable, que son las concepciones del mundo, los aires del tiempo y su cambiante soplar: eso en donde podemos y debemos actuar, pero eso que nadie podrá nunca determinar.

 

Y, para ilustrarlo, este video. En él, una horripilante  profe progre (ataviada con un collar de púas para defenderse probablemente de las bestias fascistas), expone los desmanes que ocasionan las ideas facciosas en el alumnado

 


 

Los «fachas cabreados» se descabrean
y animan leyendo nuestra revista

 

                      

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