El 84% de los lectores de "El País", favorables al autobús.
(También a usar pene y vulva)
El autobús, el pene y la vulva
Javier R. Portella
06 de marzo de 2017
"Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. ¡Que no os engañen!". He ahí lo que, como todo el mundo sabe, se podía leer estos últimos días en las calles de Madrid.
¡Oíd, oíd, buena gente! ¡Asombraos, pasmaos, maravillaos! Sabed por fin que “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. ¡Que no os engañen!”. He ahí lo que, como todo el mundo sabe, se podía leer estos últimos días en las calles de Madrid. Se podía, pero tranquilizaos, buena gente: ya no se puede, pues tales ignominias —una vulneración manifiesta del derecho a la libre elección de sexo; perdón, de “género”— ya han sido prohibidas por un bienpensante juez de la bienpensancia.
Las ignominias en cuestión figuraban inscritas en un autobús fletado por la organización Hazte Oír. Ni que decir tiene que palabras tan reaccionarias y “tránsfobas” han llenado de rabia e indignación a las muchedumbres transexuales y transgénero que pueblan —es bien sabido— las calles de Madrid y del conjunto del planeta. Su más que legítima indignación ha sido compartida y respaldada por el mundo progre tanto de izquierdas como de derechas; tanto más cuanto que “el autobús del odio”, como lo ha calificado la prensa del Régimen, tenía la jeta de exponer otros lemas aún más escandalosos: “Si naces hombre, eres hombre. Si naces mujer, seguirás siéndolo”. Y la mayor de todas sus insolencias: “No permitas que manipulen a tus hijos en el colegio”: en estos colegios, tanto públicos como privados, en los que cada vez se está difundiendo más la ideología de género.
Pero es a todas luces insuficiente. Más aún deberían difundirla si quieren que su adoctrinamiento cale en el espíritu de la gente y acabe venciendo las imposiciones de la naturaleza. (Porque esto es lo que se juega, en últimas, en la ideología de género: alzarse contra las leyes de la naturaleza, ese último bastión que le impide hacer lo que le viene en gana al individuo, pretendido fundamento de todo.) Una encuesta, en efecto, llevada a cabo por el periódico bienpensante de izquierdas El País (pero los medios de la derecha bienpensante opinan y actúan igual) nos indica que el 84,38% de sus lectores son unos redomados reaccionarios que han respondido “No” a la pregunta “¿Qué piensas de la campaña tránsfoba lanzada por la asociación Hazte Oír? ¿Debe ser prohibida?”. Hay de qué afligirse y rasgarse las vestiduras: ¡sólo el 15,62% de los lectores de El País avanzan por el recto camino defendido por el periódico!
Qué más da que la aplastante mayoría de la gente no tenga nada contra las leyes con las que la naturaleza conforma a hombres y mujeres. (Es la propia naturaleza, es cierto, la que hace sentir a veces la imperiosa necesidad de cambiar de sexo. Que quede claro: nadie se opone a que un adulto consintiente trate, mediante tal cambio, de salirse de los tormentos de la desgracia que le aflige. Pero ¡no es esto, en absoluto, lo que pretende la ideología de género!) Qué más le da a dicha ideología que el pueblo no tenga nada que ver con ella: quienes la defienden tampoco tienen nada que ver con él. Por ello, respondiendo a las demandas tanto del Fiscal (a las órdenes del Partido denominado Popular) como de los partidos de la oposición —desde el partido denominado socialista, obrero y español hasta los denominados “populistas de izquierdas” de Podemos—, un juez acaba de prohibir la circulación del “Autobús del odio”. Ahora bien, los “odiosos tránsfobos” son testarudos como una mula y astutos como un zorro: acaban de obviar la prohibición añadiendo una interrogación a sus lemas, los cuales son ahora: “¿Los niños tienen pene? ¿Las niñas tienen vulva?”.
Hará falta, así pues, que los jueces y juezas, abriendo sus braguetas y alzando sus faldas (las suyas o las de sus cónyuges o amantes), palpen la cosa e intenten responder a la pregunta.
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