«El ciudadano que recibe voluntariamente una asistencia sanitaria debe asumir los efectos adversos derivados de la misma si prestó su consentimiento informado” dice nuestra ministra de sanidad, la bombástica y petardera Mónica y Madre.
Cuidado con los novelones históricos en vinagre, con las novelitas románticas que sueñan con ángeles de poquito pecado y con los tochacos impresionantes que en realidad son cuatro o cinco manuscritos hasta ayer inéditos y seguramente impublicables, embutidos en el mismo tomo.
¿Por qué hablar de «derechona»? ¿Por qué usar este sufijo, entre burlón y despectivo, que resalta lo que de blanduzca y bobalicona tiene semejante derecha?