"Ulises y las sirenas", de Herbert James Draper

Por primera vez en nuestra historia se prohíbe a Homero

Por machista, heteropatriarcal, violento y racista.

Según informaba en su momento el Washinton Post, los energúmenos de un centro “educativo” de Massachusetts prohibieron hace unos meses la enseñanza de la Odisea de Homero. Por machista, heteropatriarcal, violento, racista... Lo de siempre, en fin. Es curioso que en un mundo como el nuestro centrado en las noticias espectaculares, tal cosa haya pasado desapercibida. ¿Es curioso, decía?... No, qué va a ser curioso, es normal que en un mundo como el nuestro semejante noticia no haya escandalizado a nadie, ni abierto los telediarios, ni ocupado las primeras páginas de los periódicos.

Por machista, heteropatriarcal, violento, racista...

La cosa, sin embargo, es estremecedora. Por primera vez en la historia de nuestra civilización se ha prohibido la Odisea de Homero, la obra que, junto a la Iliada y los relatos mitológicos de Hesíodo, constituía la “biblia” sobre la que se cimentaba toda la cultura de la Antigüedad al tiempo que continuó marcando el saber y el sentir de los hombres durante los siglos en que nuestra civilización florecía y los bárbaros no pretendían destruirla.

Porque de esto precisamente se trata: de acabar con nuestras raíces, con nuestra civilización. Con la más alta, dicho sea con todo el respeto por las demás.

Da igual que “sólo” en un centro escolar de Massachusetts se haya prohibido la enseñanza de la Odisea (junto con el aplauso tributado en Twitter por los profesores censores y por sus ya descerebrados alumnos). Da igual que “sólo” se haya puesto en la picota la Odisea y se haya, en cambio, preservado la Iliada (vayan ustedes a saber por qué), así como la multitud de obras de nuestro acervo cultural, la mayoría de las cuales incumplen los preceptos de lo políticamente correcto y sobre las que acabará cayendo, tarde o temprano, el hacha del verdugo. O de la verduga. 

También querían prohibir la Quinta Sinfonía de Beethoven

Todo ello da igual porque el hecho reviste una importancia simbólica que produce escalofríos. Tanto más cuanto que la persecución contra nuestro arte —lo único sagrado que nos queda hoy en las manos— no comienza en absoluto con este acoso contra Homero. Las acusaciones de racismo, sexismo, machismo... también se han cebado (y me temo que la lista sea incompleta) en el mismísimo Beethoven, cuya Quinta Sinfonía otros energúmenos querían también prohibir. A la literatura y a la pintura se les debe añadir asimismo la pintura y la escultura, sobre las cuales también han caído los escupitajos del hembrismo desaforado (véase el artículo de El País que clamaba contra “La violencia de género en los grandes museos” y del que también aquí dimos cuenta).

La indiferencia del hombre blandengue

Y ante la afrenta, la indiferencia de nuestra gente.  La mayoría de los medios de comunicación ni siquiera han mencionado el hecho, las Redes Sociales ni han ardido ni han quedado chamuscadas. Ni un solo partido (ni siquiera Vox) ha mencionado ni mencionará nunca los ataques emprendidos contra algo tan evanescente, para ellos, como la civilización y la belleza.

Es cierto, sin embargo: sólo los militantes y militantas de la ideología de género y del wokismo aprobarán con fervor las prohibiciones lanzadas contra Homero, Beethoven o la pintura "machisto-patriarcal". Toda la demás gente lo reprobará. Pero nadie se conmoverá, nadie se indignará, nadie estallará... Nadie exigirá, en una palabra, que se tomen medidas contundentes —coercitivas, si hace falta— contra los bárbaros.

Porque el asunto no se puede dejar así, como si no pasara nada, como si se tratase de una mera gamberrada. Si la cultura y el arte ("la belleza de gran estilo", que decía Nietzsche) constituyen nuestro bien supremo, al Estado, como garante de este bien —bien común, donde los haya— le corresponde el deber de velar por él, de defenderlo. Con medidas, si es preciso, tan contundentes y constrictivas como las tomadas por los pretendidos profesores y musicólogos que prohíben a Homero y a Beethoven. 

Si el hombre blandengue de nuestros días quiere seguir encogiéndose de hombros...

O si, embebido en el sopor de su blandenguería, el hombre de nuestros días quiere seguir encogiéndose de hombros y bajarse los pantalones, que nadie venga, luego, a quejarse.


Y para concluir, un rayito de esperanza


Para que no se diga que solamente hablamos de las cuestiones sombrías que nos asechan, aquí va esta información (data ya de hace algún tiempo) sobre un grupo de doce alumnas de Griego del Instituto Néstor Almendros de Tomares, en Sevilla, las cuales se movilizaron activamente, junto con su profesora, para defender el mantenimiento de la enseñanza del griego clásico en su centro. Que los dioses les sean propicios y tengan la mayor suerte posible en su empeño: luchan no por ellas, que ya tienen asegurada la enseñanza, sino de cara a los alumnos de los próximos cursos.

Más información aquí.

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