La doma del lenguaje: Twitter contra el pueblo

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El bloqueo de la cuenta de VOX en Twitter por los sicarios de la corrección política nos obliga a pensar sobre el fenómeno de las redes sociales y su control por las oligarquías políticas y académicas del pensamiento único, cuya función exclusiva es que reflexionemos en lo que la superélite mundial quiere y no en lo que a nosotros se nos ocurra. En definitiva, Twitter, Facebook, Wikipedia y demás engendros son correas de transmisión del capitalismo global y de su extraño aborto ideológico: el liberalismo de extrema izquierda, el fruto envenenado del injerto entre la French Theory postmarxista y los intereses de la plutocracia de multimillonarios que paga la ONU y sostiene las grandes universidades yanquis.

¿En qué consiste este nuevo totalitarismo "blando" (de momento)? El fin básico es crear un gobierno mundial de la superélite; para ello hay que convertir a los Estados-nación en simples entidades administrativas más o menos homologables; si se quiere cumplir este propósito, hay que despojarlos del poder político y económico para convertirlos en inocuos departamentos regionales de la economía global. Por otro lado, su reconversión en gigantescas maquinarias de "atención social" y "defensa de minorías" (cuantas más, mejor), permite cebar y estabular a buena parte de la población y desactivar su rebeldía política.

Basta con ver cómo opera el voto del PSOE en buena parte de España para entender el papel decisivo que ejerce la farsa del "Estado del bienestar"

Basta con ver cómo opera el voto del PSOE en buena parte de España para entender el papel decisivo que ejerce la farsa del "Estado del bienestar". Evidentemente, lo que sobra no es el Estado, sino la nación, con sus tradiciones, su identidad y, sobre todo, con su soberanía, único impedimento real y democrático al imperio de las grandes empresas.

Desde los años sesenta en adelante, la denigración del modo de vida de Occidente ha sido uno de los elementos esenciales de las campañas del mundialismo: el hombre europeo debe avergonzarse de sí mismo, despreciar su herencia y, sobre todo, sentirse culpable: debe demonizar toda la historia que le vincula con un pasado que hasta anteayer fue glorioso y que hoy se pretende exterminar por parte de los poderes que deberían defenderlo y protegerlo. El europeo es culpable por ser cristiano, blanco, viril, emprendedor, duro e independiente; por haber circunnavegado el globo y haber dominado el mundo; por haber dado nacimiento a ese capitalismo que ahora busca su extinción y por defender unas libertades y derechos que ahora se manipulan contra él.

Instrumentos básicos de esa denigración de la herencia europea son las redes sociales y los medios de comunicación

Instrumentos básicos de esa denigración de la herencia europea son las redes sociales y los medios de comunicación, dominados de forma absoluta por la oligarquía mundialista. El borrado de las grandes identidades tradicionales europeas se combina con la aparición de "minorías" cuya concepción es de nueva factura. Las minorías de "género", por ejemplo, se fabrican a finales del siglo XX; hasta entonces eran lo que el sentido común dicta: conductas puramente privadas. El "género" no existe, es pura subjetividad; de hecho, empieza a haber tantos "géneros" que el propio término empieza a ser un flatus vocis. Lo que nos condiciona y determina en nuestra vida real se llama "sexo" y viene impuesto por la genética. Se puede cambiar de genitales, se puede incluso creer que se cambia de "género" (a fin de cuentas toda esta ideología es una cuestión de fe), pero jamás se podrá cambiar de sexo: la biología es implacable. El "género" es un subproducto de la sofisticada élite burguesa, de los intelectuales de izquierdas que necesitaban encontrar un sustituto del proletariado para seguir jugando a la revolución. Y quien dice "género" puede referirse también a la "multiculturalidad", al "planeta" y a los múltiples fetiches del capitalismo totalitario. ¿Por qué toda esta algarabía? Porque a la izquierda elitista y académica ya no le interesan las mayorías, las odia. Odia a los pueblos y a las naciones, que se han negado por activa y por pasiva a ser como ellos les ordenaban. Setenta y cinco años de experimento soviético, de socialismo científico, de utopía intelectual marxista carente de límites... y la vieja Rusia ha resurgido de sus prisiones más cristiana que nunca, como a su estilo lo han hecho Polonia, Hungría o Rumanía. No, las mayorías nacionales son incorregibles y persisten en su ser de manera obstinada y silenciosa. Por mucho que les pese a los marxistas de cátedra, eso del Volksgeist parece que es real y persistente, mucho más que la lucha de clases.

Para cometer todas estas atrocidades culturales, para que nos creamos lo increíble, lo que atenta contra el sentido común, y para que todo este "constructo" ideológico pueda sobrevivir ante la objeción que supone la simple realidad de la cosas, hay que mantener un estricto control de los medios de comunicación de masas. Para que el planeta comulgue con estas ingentes ruedas de molino, se deben lavar continuamente millones de cerebros y, sobre todo, se tienen que imponer delirios dogmáticos cada vez más extravagantes, para que la gente se acostumbre a los más moderados y los tome por "naturales" y "sensatos". La exclusión de todo disidente se ejecuta con puño de hierro. Cuando el emperador está desnudo, basta la voz de un niño para dejarlo en evidencia. La tarea de los medios de adiestramiento de masas consiste en armar tanto ruido que sea imposible escuchar esa voz.

Para esto se han creado Twitter, Facebook y las demás redes sociales. Para controlar lo que la gente dice y para criminalizar con la manida excusa del "odio" a las voces disidentes. Twitter es cualquier cosa menos "neutral". Basta con que nos fijemos en su lenguaje: cuando pontifica sobre "categorías protegidas", esta red social afirma: "Nuestro compromiso es combatir el abuso motivado por el odio, el prejuicio o la intolerancia, en particular, el abuso cuyo objetivo es silenciar las voces de quienes han sido históricamente marginados". Para los que tenemos la desgracia de frecuentarlos, sabemos que así es como se expresa en sus textos la extrema izquierda académica. Sus categorías intelectuales, además, son muy discutibles. ¿Qué es un marginado "histórico"? Para esa izquierda de origen yanqui, un blanco pobre que vive en una caravana es un "opresor" que goza del skin privilege y, sin embargo, los millonarios jugadores de la NBA o los demagogos como Obama son unos "oprimidos" históricamente silenciados. Lo cierto es que, desde los años sesenta, la única voz que se escucha en América y, por extensión, en Occidente, es la de los "silenciados", cuyo alboroto es permanente. A quien no se da audiencia ni tribuna pública es al blanco de clase media y menos aún al pobre redneck. Quien todavía no se explique el triunfo de Trump aquí tiene una explicación bastante obvia.Fijémonos en un ejemplo: Francia, donde el Frente Nacional obtiene un tercio de los votos del país; sin embargo, esa enorme porción del pueblo francés no tiene televisiones, ni grandes periódicos, ni apenas radios; no produce películas ni puede dar salida entre las masas a la producción de sus intelectuales. La inquisición liberal le coarta toda capacidad de llegar a la gente que no sea por el boca a boca y sólo en los debates electorales está obligado el poder a que sea escuchado su mensaje por el gran público. Sin embargo, los comunistas y la extrema izquierda, mucho menos votados que los nacionalistas franceses, tienen a su disposición televisiones, radios y productoras de cine y disfrutan de vara alta en el diseño del sistema educativo que, como en España, es un monopolio indiscutible de la izquierda más extrema. Varios millones de franceses votan a Marine Le Pen, y su partido es el más grande del país, pero se restringe draconianamente el acceso de una parte muy importante de los franceses a la libre expresión de sus ideas.

La corrección política, evidentemente, es unidireccional. Las "categorías protegidas" nos pueden insultar, ofender y amenazar porque, según una más que discutible teoría, han estado siempre oprimidas y tienen derecho a desahogarse. Parece ser que nadie oprimió históricamente a los millones de proletarios europeos sacrificados en la Revolución industrial, ni a las legiones de "caucásicos" masacrados en las innumerables guerras de la historia. ¡Curioso el skin privilege de las hambrunas de Irlanda, del GULAG ruso o de la trata de millones de europeos cristianos bajo los esclavistas árabes, turcos y berberiscos! 

La lucha de clases y la apología del terror y de la guerra civil de Lenin y Trotski no es "odio"

Además, la corrección política impone una neolengua con modos absolutamente totalitarios. El uso de los términos "correctos" es el primer paso de la autocensura: la doma del lenguaje. A partir de ese momento, todos los tabúes de la supersticiones dominantes se vuelven inatacables. Quien asume el lenguaje del enemigo (y no nos equivoquemos, la oligarquía progre lo es y nos quiere extinguir) ya ha perdido la primera batalla por su libertad. La imposición de este lenguaje totalitario por Twitter y Facebook no sólo indica un evidente afán liberticida, también nos enseña que no puede ser neutral quien impone unos términos fabricados por unos ideólogos tan fanáticos que son capaces de revisar los diccionarios para obligar a la gente a expresarse como ellos quieren. 

Twitter y Facebook ni son neutrales ni pretenden que la gente se exprese con libertad. Para empezar porque criminalizan las opiniones contrarias a su credo, y para ello utilizan el comodín del "odio" como les viene en gana.

Se pueden escribir barbaridades contra los heterosexuales o los votantes de VOX. No pasa nada. Es la libertad de expresión

Se pueden escribir barbaridades contra los heterosexuales o los votantes de VOX. No pasa nada. Es la libertad de expresión. La menor ironía o hipérbole en sentido contrario a la corrección política se castiga de forma draconiana. Está prohibida la esvástica en Twitter, pero se permite y alienta la presencia de la hoz y el martillo, con sus cien millones de muertos a la espalda y sus genocidios. La lucha de clases y la apología del terror y de la guerra civil de Lenin y Trotski no es "odio". Eso es Twitter, donde se puede hacer propaganda de Cuba, de China, de Corea del Norte, pero no de VOX; donde se puede instigar a la caza del "hetero" o del "facha", pero no expresar una legítima angustia ante la islamización de Europa.      

Pero ante esta tiranía de la izquierda "tuitera", que nos prohíbe la disensión y nos criminaliza por expresar lo que pensamos, hay un remedio muy sencillo: darse de baja. Existen otros medios de comunicación y son más inteligentes y libres.

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