Por más que lo parezca...
Por más que lo parezca...
Querida amiga: El otro día, en el cruce de correos que mantuvimos y en el que me contabas tu experiencia al visitar el granadino barrio conocido como Almanjáyar –"Polígono de la Cartuja" para los naturales, "Polígano Cartuha" para casi todos sus vecinos -, noté algo de envaramiento por tu parte cuando, tras aclararme que no habías visitado nunca ese barrio, hasta aquel momento, yo respondí un poco airado -lo reconozco -, que servidor, a los 17 años, iba allí con frecuencia para impartir clases de alfabetización en unas aulas organizadas por las Hermandades Obreras de Acción Católica.
Para las víctimas de la LOGSE: don José se apellidaba Ortega
El decano de una prestigiosa facultad de letras norteamericana, en clase de literatura, pregunta por dos alumnos --él y ella—, que no han aparecido en todo el curso: "¿Quiénes son?" ¿Acaso estoy refiriéndome a oscuros espectros?". El decano se llama Coleman Silk, personaje interpretado por Anthony Hopkins en la interesante adaptación cinematográfica de la novela "La mancha humana", de Philip Roth.
De tal palo, tal astilla...
Lo reconozco, soy seguidor del "reality" "Curso del 63", uno de esos programas que siempre tratan de lo mismo: se encierra a unos cuantos gaznápiros en cualquier sitio, se les graba mientras hacen lo que saben, o sea, nada interesante, y ya tenemos la audiencia asegurada. La fórmula aburre incluso a los coleccionistas de dedales, pero en el caso que les refiero la cosa cambia, milagrosamente. Me divierto a rabiar.
Hasta en León… Y pronto en el barrio donde usted vive
Una de las ventajas de ser español es que si no le gusta a uno tal condición gentilicia, puede cambiarla cuando quiera. Se pone de acuerdo con diez o doce que piensen como él, se construye su propia patria y santas pascuas. No van a faltarle ayudas oficiales, subvenciones, apoyo político y lo que sea menester. Y cuidado con criticar estos nobles afanes de nación novedosa sobre la invertebrada Iberia, aunque sea con argumentos rigurosamente basados en nuestro ordenamiento constitucional, el sentido de la Historia y el otro infrecuente sentido, que es, o debería ser, el común. De facha intolerante no bajarán los calificativos. Hacer patria pequeña es progresista, cuanto más pequeña mejor. Pensar en una nación grande… huy, huy. ¿Grande? ¿Libre? ¿Y qué más? Lo dicho: fascistas perdidos.