La sombra de Chirac y la política exterior

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ARNAUD IMATZ

No olvidemos que el predecesor de Sarkozy, Chirac, fue también un candidato inequívocamente nacional-liberal… hace veinte años. A raíz de su elección como Presidente de la República, Chirac también emprendió verdaderas reformas y precisamente sobre los mismos temas. Pero ante las manifestaciones de los sindicatos, de los estudiantes y de las múltiples asociaciones se asustó, se echó atrás y abrió un interminable periodo de inmovilismo. Resultado: un balance mediocre, casi nulo. Hablando un día de ello, su antiguo ministro de Interior, el gaullista ortodoxo Pasqua, sentencio sarcásticamente: "Las promesas electorales solo comprometen a los que creen en ellas". El vacilante y tornadizo Chirac sólo se mantuvo firme sobre un punto: continuó la tradicional política exterior francesa. Una política formulada en los años sesenta por De Gaulle y proseguida sin fallo por Mitterrand: la de la amistad con los Estados Unidos pero sin renunciar jamás a la soberanía y a la autonomía de decisión.

Precisamente ahí podría residir una de las principales rupturas entre Chirac y Sarkozy. Signo elocuente: a raíz de su elección, Sarkozy nombró como ministro de Asuntos Exteriores a Bernard Kouchner, un socialista, antiguo extremista de izquierda en los años sesenta, mediático fundador de "Médicos sin Fronteras", paladín de los derechos humanos y acérrimo defensor de la política exterior norteamericana.

El diario Le Canard Enchaîné reveló el 16 de mayo 2007 que, debido a los rumores sobre el posible nombramiento en Exteriores del socialista Hubert Vedrine, actual presidente de la Fundación François Mitterrand, muy conocido por sus convicciones a favor de la línea "Gaullo-Mitterrando-Chiraquiana" en política extranjera, el ex-líder del CRIF (Consejo representativo de las instituciones judías de Francia), Roger Cukierman, llamó personalmente a Sarkozy para informarle de que la comunidad judía de Francia consideraría semejante nombramiento como un autentico casus belli. La respuesta no se hizo esperar: Sarkozy nombró a Bernard Kouchner, el adalid de la política de Bush y de los neo-conservadores en Oriente Medio, el defensor a ultranza del deber de injerencia (esa nueva versión del viejo deber de civilización tan utilizado por las viejas potencias colonizadoras del siglo XIX y hoy instrumentalizado por los Estados Unidos). Una decisión enjuiciada como altamente equivocada, deplorable y peligrosa por los que obran a favor de un mundo multipolar y sin hiperpotencias.

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