J.J.E.
Es un tema recurrente desde la literatura romántica: el pirata, preferentemente del Caribe, que va por la vida abriendo barrigas mientras canta himnos a su libertad. La serie de películas Piratas del Caribe, que anda ahora por su tercera entrega, está construyendo una mitología popular en torno a esta figura, mitología que arraiga particularmente entre los niños. Pero, ¿quiénes eran realmente los piratas del Caribe?
Enemigos de España
El Caribe se llenó de piratas y filibusteros por una sola razón: las enormes riquezas que España estaba extrayendo de América, la prosperidad general que habían alcanzado los virreinatos españoles. Prosperidad que despertaba la codicia no sólo de delincuentes marítimos, sino de las potencias enemigas de España. Los gobiernos y las compañías comerciales de Inglaterra, Francia y Holanda querían su parte del pastel. Como España tenía el monopolio de las rutas comerciales en el área, aquellos países decidieron alentar tanto la guerra de corso como la propia actividad pirata. La primera, el corso, con una finalidad militar: debilitar la potencia española. La segunda, la actividad pirata, con una finalidad puramente destructiva: aterrorizar a las colonias españolas. En cierto modo, los piratas hicieron la “guerra sucia” para ingleses, franceses y holandeses. Después, ya en el XVIII, se la harían éstos entre sí.
El primer gran ataque pirata tuvo lugar en 1521. Fue un francés nacido en Florencia, Jean Florin, quien capturó en las Azores el tesoro de Moctezuma II, enviado por Hernán Cortés desde México. Muchos siguieron el camino de Florin. Entre los franceses, el primer Pata de Palo, François Leclerc, y también Jacques Sore y Martín Cote. Entre los ingleses, John Hawkins, Francis Drake, Thomas Cavendish y el conde de Cumberland. Luego llegarán los holandeses, como Piet Heyn. De toda esta gente, unos eran piratas, delincuentes de la mar, y otros eran corsarios, marinos que trabajaban por encargo de
Y es que, a pesar de toda la literatura, es preciso deshacer el equívoco: los piratas y filibusteros no eran románticos héroes libertarios. Las experiencias de organización libertaria se limitan a momentos muy concretos y, además, por razones que tienen que ver más con el reparto del botín que con otra cosa. Es el caso de
Desde sus bases en
Criminales en “guerra sucia”
Las acciones de los piratas eran muy sencillas: llegar, robar, violar, torturar, matar, incendiar, marcharse. Es lo que hicieron en Panamá en 1671, por ejemplo. El pirata no era un guerrero, sino un depredador secundario. Cuando se le atacaba, huía; cuando se le plantaba cara con una fuerza suficiente, también. Sus éxitos se circunscribían siempre a ciudades costeras poco protegidas o a convoyes navales con defensa insuficiente.
Gente simpática, ¿verdad? Jean-David Nau, “El Olonés”, un desertor del ejército francés que se instaló como filibustero en las Antillas, acostumbraba interrogar a sus presos cortándoles el cuerpo en pedacitos. Cuando terminaba, les rajaba el pecho, extraía el corazón, lo masticaba y escupía las piltrafas al rostro de los demás prisioneros. Los españoles no pudieron cazar nunca al Olonés. Lo hicieron los indios: los kuna, un pueblo chibcha del sur de Panamá extremadamente agresivo, que habitualmente se aliaba con los piratas y contra los españoles. Pero el Olonés había dejado tanta sangre detrás que hasta los kuna le detestaban. Lo mataron lentamente, entre grandes sufrimientos.
El Olonés era un bárbaro canalla, y también un tipo muy listo, pero nunca habría podido desplegar toda su crueldad y toda su astucia durante tanto tiempo si no fuera porque
De hecho, la piratería en el Caribe se extinguió cuando a Inglaterra se le reconoció el derecho a mantener rutas comerciales en la zona. Eso fue en el tratado de Utrecht, en