Dejemos de lado la discusión sobre quién es el español más importante de la Historia: sería un debate sin demasiado sentido. Pero fijémonos en el personal que compone la lista de los cincuenta personajes más votados por los españoles, lista donde brillan sin el menor recato Isabel Pantoja, Dani Pedrosa, Lola Flores, Pau Gasol, Julio Iglesias… Y con frecuencia, con una valoración mucho más alta que las grandes figuras históricas.
Lo decía Ortega: “nuestra facultad más enteca ha sido siempre el intelecto”. O sea que aquí siempre ha habido mucho ciruelo y mucho membrillo. “Como en todas partes”, dirá el aludido. Bueno, pues sí, pero con la desagradable salvedad de que aquí se concede al ciruelo y al membrillo más cancha de la que en rigor merecerían. Esa cosa tan posmoderna de que todas las opiniones valen igual y que lo mismo vale un graffiti de retrete que la Gioconda, en España la venimos cultivando con esmero desde hace muchos años. El resultado es que cualquiera puede opinar sobre cualquier cosa y, aún peor, esperar que su opinión devenga en ley. Por ejemplo, el gentío puede llegar a esperar que tenga algún valor su opinión sobre quién es el español más importante de la Historia.
¿Y por qué no? ¿Por qué no vale esa opinión? Por la forma en que se ha recogido. La encuesta de Antena 3 no reflejaba las opiniones de los espectadores que han respondido motu proprio a la pregunta que el canal hacía en su web, sino que esa encuesta ha sido, además, “cocinada” por una empresa demoscópica. La diferencia es decisiva. Si alguien lanza al aire la pregunta “Quién ha sido el español más importante de la Historia”, y a usted el tema le resulta sugestivo y le inspira una respuesta, usted acude y contesta. A lo mejor usted contesta una bobada, pero, al menos, usted cree tener una opinión sobre el caso, y eso está muy bien. Pero si a usted le llaman un día por teléfono de una empresa de encuestas y le preguntan quién ha sido el español más importante de la Historia, y usted jamás se ha hecho esa pregunta, o lo ignora todo sobre la historia nacional, o simplemente no está de humor ese día, lo más probable es que usted conteste lo primero que se le pase por la cabeza, y hay altas probabilidades de que sea una estupidez. Este género de encuestas, donde se pregunta algo concreto a gente que no tiene a priori ningún interés en la respuesta, es una perfecta tontería, porque la respuesta carece de cualquier valor.
Ese ha sido el procedimiento empleado por Antena 3, y el resultado es un paisaje donde el tenista Nadal es más importante que Juan Sebastián Elcano, donde el baloncestista Pau Gasol es más relevante que Don Pelayo, donde Isabel Pantoja se codea con Ortega y Gasset y con Velázquez. Al tenebroso escenario se unen las opiniones expertas, en ese programa de Antena 3, de José Bono y Antonio Gala, dos excelentes demagogos, cada cual en su género, la literatura el primero, la política el segundo (¿o es al revés?). En fin, la imagen misma de esa España tan bruta como petulante que hay que cancelar con toda urgencia.