Los españoles están recuperando un episodio olvidado de su historia: cuando España decidió la independencia de los Estados Unidos. Sin la iniciativa militar de Bernardo de Gálvez contra los ingleses y su apoyo logístico a los rebeldes norteamericanos, episodios que hemos narrado en Elmanifiesto.com, la independencia norteamericana habría tardado muchos años más en producirse. En esa historia aparece otro personaje extraordinario: el oficial catalán Fernando de Leyba, cuya gesta en San Luis, Missouri, permitió mantener libres las vías de aprovisionamiento para los colonos rebeldes. Una historia que hay que contar.
Gregorio Urquía Osorio
De este olvidado Capitán español presumiblemente nacido en Barcelona se desconoce hasta su fecha de nacimiento. Apenas se saben tampoco detalles de su vida, excepto que estaba casado y tenía dos hermanas en su ciudad natal, una de las cuales le acompañó en su futura misión. No se conoce mucho más de su vida hasta el 14 de Julio de 1778, cuando es nombrado tercer gobernador adjunto de la Luisiana, por entonces española, para ayudar al gobernador don Bernardo de Gálvez. Este lo destinó a San Luis (Missouri), una villa fundada por los franceses en 1764 que controlaba el río Missisipi desde su margen occidental antes de la unión con el río Ohio y después de la del Missouri. Se trataba de un pueblo que no llegaba al millar de habitantes que carecía por supuesto de fortificación. Asimismo tenía también a su cargo un pequeño poblado 30 millas al sur llamado Santa Genoveva. La rebelión de las colonias inglesas en Norteamérica harán que San Luis cobre relevancia geoestratégica. Aunque España no estaba oficialmente en guerra con Inglaterra, desde Nueva Orleans llevaba tiempo Bernardo de Gálvez enviando ayuda a los rebeldes subiendo el río Missisipi, por ello Leyba es destinado para proteger San Luis y por tanto el libre acceso a las colonias sublevadas.
El desdén británico
Con una población propia de frontera que en su mayoría no era española sino francesa, y que apenas tenía costumbres agrícolas, Leyba debía crear una milicia y entrenarla para el conflicto armado que estaba por venir. Aunque su autoridad real no era tal en un lugar tan alejado de los centros de gobierno y a pesar de que Gálvez no pudo satisfacer su petición de 200 soldados, las gentes de San Luis reaccionaron favorablemente ante la peligrosa situación prebélica. Así que manteniendo una apariencia de neutralidad comenzó la construcción de un fuerte y a finales de julio de 1778 se encontró con George Rogers Clark, oficial norteamericano que hostigaba a los ingleses en la frontera oeste. Intercambiaron información y se le facilitaron suministros llegados de Nueva Orleans, pero además, tras los ataques rebeldes por el Missisipi, don Fernando de Leyba facilitó de su propio bolsillo nuevos suministros para Clark. El oficial español había empeñado su fortuna con los habitantes de San Luis: “la llegada de los norteamericanos a este distrito me ha arruinado por completo“. Como las desgracias nunca vienen solas, su mujer “vio frustradas todas sus esperanzas en el laberinto de deudas en el que me vi metido y le invadió una melancolía tal que, después de sólo dos días de estar enferma en cama. murió“.
Todo esto para enfrentarse las fuerzas del coronel británico Henry Hamilton, un rival que no tomaba ninguna precaución para decir que “los españoles son débiles y los franceses los odian, los franceses son veleidosos y no tienen un hombre con capacidad para aconsejarles o liderarles“. Afortunadamente el tiempo pone a cada uno en su sitio y el 24 de febrero de 1779 la milicia franco-canadiense de Hamilton, lo abandonó rindiéndose sin pegar un sólo tiro ante las fuerzas de Clark, que eran la mitad, quedando el oficial británico prisionero. El sacrificio daba sus frutos, la zona quedaba por el momento asegurada.
Pero poco a poco la atención norteamericana fue desplazándose a otros frentes, dejando la zona desprotegida, cuando el 21 de Junio de 1779 España declaraba formalmente la guerra a Gran Bretaña. Para comienzos 1780 se empezaron a recibir informes de planes de ataque británicos sobre San Luis, interrumpiendo de esa manera el transporte de ayuda y dejando el flanco oeste de los rebeldes y el norte de los españoles muy vulnerables. Los británicos, una vez consiguieran su objetivo, seguirían hacia el Sur para recuperar las posiciones perdidas ante el genio militar de Gálvez. Para ello desde febrero del mismo año se había ido reclutando en Canadá una fuerza compuesta en su mayoría por “indios menominees, siux, sacs y fox que se uniría al regimiento británico en la desembocadura del río Wisconsin”, además de una pequeña milicia de comerciantes y criados. En total sumaban unos 750 hombres bajo el mando de Emanuel Hesse, que avanzaban hacia el Sur sumando cada vez más combatientes, pero perdiendo el factor sorpresa, algo que parece que nunca existió, pues ya antes de la ruptura de hostilidades Leyba sabía que más que a soldados ingleses se iba a enfrentar sus aliados indios. Y es que los exploradores y espías españoles eran fundamentales para Gálvez y Leyba.
Inferioridad numérica, superioridad moral
Aunque el militar español se había prevenido levantando, con su propio dinero y el de una colecta, una pequeña fortificación bautizada como Fuerte de San Carlos, ésta distaba mucho de estar acabada, no contando con sus cuatro torres completamente acabadas y mucho menos la muralla. Para colmo de males la salud de don Fernando empezó a degradarse alarmantemente, pero ante lo apremiante de la situación hizo de tripas corazón y ordenó excavar dos trincheras que unieran las cuatro torres. Sin ayuda de Nueva Orleans los americanos le propusieron un contraataque para ayudarle, pero ya era tarde, el enemigo se aproximaba con 1200 hombres: 300 soldados ingleses, 200 siux, 250 sacs y 450 indios de otras tribus. Para hacerles frente, Leyba contaba con un total de 210 personas: 2 barcos, 5 cañones (3 de 4 libras y 2 de 6 libras), 21 soldados regulares, 39 milicianos y 150 milicianos de Santa Genoveva.
Estas últimas tropas llamadas de la vecina Santa Genoveva con “alrededor de 150 hombres, todos ellos buenos tiradores”, serían muy importantes para los acontecimientos posteriores. Con el enemigo ya próximo don Fernando dispuso 20 combatientes al mando de Silvio Francisco Cartabona para proteger a mujeres y niños, distribuyó a sus hombres por las trincheras, ordenó colocar un cañón en una de las torres y en otra se dispuso a dirigir, muy enfermo, la defensa del pueblo. Tan calamitoso era su estado de salud que “no podía ni escribir una carta”, pero encontró fuerzas para defender el pueblo tomando el mando de sus tropas.
Finalmente el ataque tuvo lugar el 26 de mayo de 1780, en el que inicialmente el enemigo tomo por sorpresa a algunos colonos y esclavos en los campos de cultivo adyacentes, que intentaron ponerse a salvo, mientras la maestra de escuela María Josefa Rigauche, armada con una pistola y un cuchillo, hacia salidas para rescatarlos. Muy confiados por el éxito inicial, los indios e ingleses se lanzaron hacia el pueblo, pero allí encontraron a 210 hombres en dos trincheras haciendo fuego muy vivo junto con los cañones. Con esa desagradable sorpresa los indios, ya muy asustados por la artillería, y los milicianos ingleses, no estando acostumbrados al asalto de fortificaciones, terminaron cediendo en pocas horas ante la decisión y firmeza de los defensores, gracias al buen mando de don Fernando de Leyba que dejaba ante todos sus últimas fuerzas dirigiendo a sus hombres.
La derrota frustró de tal manera a los indios aliados ingleses que comenzaron a realizar sanguinarios ataques sorpresa aislados sin ningún tipo de beneficio militar, simplemente pura venganza, destripando y desmembrando a los infelices que estaban a su alcance. Tal barbarie lleva a Leyba a “armar a toda la población, incluidas las mujeres“. Aunque se temía un segundo ataque, los británicos optaron por retirarse, ya que no podían contar con unos aliados que se hallaban fuera de control. El balance final para los atacantes se desconoce, no así para los defensores, cuyas bajas fueron casi todas civiles: 22 muertos (7 esclavos), 7 heridos (1 esclavo), 70 prisioneros (13 esclavos).
Dos semanas más tarde Leyba organizó una expedición de 100 hombres, junto a 200 norteamericanos, para perseguir a los atacantes, pero no encontraron rastro de un enemigo que había puesto pies en polvorosa. Ya moribundo, don Fernando pudo enviarle el 20 de junio de 1780 su última carta a Gálvez en la que informaba de persecución conjunta y de la enfermedad que acababa con él, “la maladie“. Dejaba a Cartabona a cargo de San Luis mientras su vida se extinguía sin remedio. Unos días más tarde, el 28 de junio de 1780, don Fernando de Leyba fallecía, siendo enterrado “el mismo día, frente al altar de la iglesia parroquial de la ciudad que había defendido de manera tan brillante“. Y gracias a ello el río Missisipi, vía de aprovisionamiento de las colonias, se mantendría seguro, al igual que los flancos españoles y norteamericanos, lo que sería en conjunto fundamental para el devenir de la independencia de los Estados Unidos de América.
Al conocer la noticia de su muerte, Gálvez le concedió a título póstumo el grado de teniente coronel, pues quedó profundamente impresionado por la fortaleza demostrada por Leyba hasta sus últimos momentos, en los que cumplió más allá de lo exigible lo encomendado por él. Perdió todo lo que tenía, perdió a su mujer y finalmente su propia vida. Cumplió con su deber hasta la muerte.
Bibliografía:
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(www.elguaridadegoyix.com)