Lo que pretendía en realidad era colarme "en las tripas" del programa y conocer el mecanismo mediante el cual, teóricamente, se benefician las infelices almas cándidas que prestan su imagen, su dolor y seguramente su sonrojo al espectáculo de la caridad de sobremesa. Ofrecí lo que podía: ropa para adolescentes/jóvenes que seguramente le vendría muy bien al pedigüeño de esa hora. Tomaron nota de mi número de teléfono y me dijeron que el mismo interesado (o sea, el pobre de pedir), me llamaría en cuanto acabase el programa y pudiera ponerse a la faena de recaudar lo apalabrado por todas las personas que llaman para solidarizarse con cada caso. Es un decir. Ahora les explico.
El necesitado que acudió a Entre todos (llamémosle Juan), ha telefoneado a casa hace un rato. He conversado con él durante casi una hora.
Mi primer propósito era recomendarle vivamente que dejase de mendigar por los platós de TV, de dar pena en plan semiprofesional, de contar su vida a una audiencia más interesada en hacer la digestión que en sus auténticos problemas (me refiero a los problemas de Juan), y que acudiese a los servicios sociales de su ayuntamiento, a la consejería del ramo de su comunidad autónoma, a los sindicatos, los partidos, los parlamentarios, todo ese gremio de hipotéticos servidores de la ciudadanía que se supone están para algo. Que diese la tabarra con "lo suyo", que se hiciera pesado como el H2O2, que incordiase y protestase hasta que alguien le hiciera caso e hiciese algo por ayudarle de verdad. Eso me había propuesto.
Pero la realidad apabullante de este hombre, y del programa al que acudió, me han dejado tan sin palabras que sólo he podido hacer una cosa: comprometerme a enviar esa ropa para sus hijos y quedar a su disposición para lo que necesite y en mi mano esté, que será poco o muy poco pero, desde luego, bastante más de lo que hicieron por él los productores de Entre todos, la añusgada y condoliente Toñi Moreno y, para qué andarnos con rodeos, la inmensa mayoría de los espectadores que llaman exhibiendo su ruidosa, aplaudida y celebradísima solidaridad. Joder, si aquello es solidaridad, los petardos falleros son tecnología armamentísitica termonuclear.
Me comenta Juan que, tras acabar el programa, le facilitaron un teléfono móvil con el que podía hacer numerosas llamadas (un detallazo, algo es algo); una lista de unas sesenta personas que se habían postulado como benefactores y un "Que haya suerte". Hala, a buscarse la vida.
Me comenta que las cuatro o cinco personas que telefonearon durante la emisión para "darle trabajo", han hecho eso justamente: ocupar su tiempo en la redacción del obligatorio currículo que deberá entregar en "ya te diré la dirección y cuándo conviene que lo presentes". Por otra parte, de quienes le prometieron ayuda económica sólo una señora de Valencia y otra de Madrid han cumplido (en total, 1200€); los demás, "cuando me venga bien", o "espera al verano y la paga extra".
Se lamenta mi buen Juan de que una cosa es llamar al programa en caliente, decidido el personal a un acto caritativo-impulsivo, y otra pensárselo dos veces antes de aflojar la mosca. Igualmente me dice, con toda razón conturbado, que a esas personas que han pospuesto la materialización de su ayuda (con bastantes sólo pudo contactar después de muchas llamadas a su domicilio, sintiéndose esquivado), ¿cómo demonios les insiste, les recuerda el compromiso dentro de un mes, o de dos? "Se me cae la cara de vergüenza", me confiesa. A él y a cualquiera.
Y ese es el fondo y así funciona el programa Entre todos. Un tinglado cutre-benéfico del que sólo sabemos una cosa cierta: si su presentadora, la glucémica, condoliente y añusgada Toñi Moreno, gana 1400 pavos por emisión, es porque su productora está sacando una lana con cada gala-espectáculo caritativo. Los que pagan, por supuesto, los de siempre: TVE es la televisión de todos.
Resumiendo: si quieren ayudar a Juan, con su permiso, les facilito el mismo teléfono que él me ha dado: 692 141 230. Llamen sólo en caso de que estén interesados en auxiliarle de verdad. No generen falsas expectativas a un hombre desesperado.
Otra sugerencia: llamen a Entre todos y díganles, de mi parte, que son unos jetas.