Debe de haber un error en la detención del presunto asesinato del pequeño Gabriel. La asesina no ha podido ser una mujer, y para colmo inmigrante, y además, de color. Imposible. El pasado día 8 las más conspicuas publicistas del sexismo feminista, y los periodistos feministos que cumplen condena de género, han repetido infinitas veces que la violencia es cosa del heteropatriarcado machista y criminal. Vamos, que son cosa de hombres y sólo de hombres todas las manifestaciones violentas, desde la guerra al asesinato antes llamado de violencia doméstica o de pareja. Tras la implantación de la Ley contra la Violencia de Género, que discrimina al hombre y la mujer que cometen un mismo delito (de forma claramente anticonstitucional, pero aceptada prostitucionalmente por el Alto Tribunal, con el aplauso de todos los partidos), no hay posibilidad legal de que las mujeres maten por las mismas razones que los hombres, porque estarían sujetas al mismo castigo y eso está prohibido por Ley. Por el sexo de la Ley.
Zoido, nuestro ministro del Interior, que no deja de ser un machito sevillano, habrá inventado esa estadística según la cual de los 23 asesinatos de niños de este último año, 16 los cometieron las madres. Eso es imposible. La alcaldesa de Madrid, que además era jueza, dice que las mujeres no matan. Y la prueba, insisto, es que el Código Penal discrimina el delito por el sexo. No se penalizaría al marido con respeto a la mujer si no hubiera diferencia entre la capacidad criminal del varón, que es toda, y la de la mujer, que es ninguna. ¿Complejo de Medea, a cuenta del niño Gabriel? ¡Antiguallas! ¿Qué eran Esquilo y Sófocles sino machos griegos, adictos al queso de cabra? En la España actual las mujeres no matan, y si lo hacen, es por una buena razón: vengarse del hombre asesino, aunque el muerto no hubiera matado una mosca.
Corre por las redes la especie de que la amante dominicana del padre de Gabriel, que posó con él y con la madre para la televisión mientras el niño yacía muerto en el pozo, no fue detenida antes para que no pareciera que el Gobierno boicoteaba la jornada sexista del 8–M. Yo no lo creo, aunque viendo a Carmen Martínez Castro manifestándose con las periodistas ricas, entiendo el bulo. Tras contemplar a Rajoy con lazo malva, morado o lila, todo disparate es verosímil. Nada puede sorprendernos.
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