Beneméritos

En estas horas negras hay que rendir homenaje a quienes se mantienen leales, serenos, fuertes y dignos, con una firme contención frente a las hordas que gritan, insultan y pisotean toda dignidad, todo honor.

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No están los días para muchas palabras. Ahora, cuando todos los traidores les atacan, quiero rendir un breve pero muy sentido homenaje a los beneméritos, a aquellos que en estas horas miserables, cuando nuestras élites compiten entre sí por humillarse delante de los delincuentes que gobiernan Cataluña, mantienen el honor de España. Hoy, los cobardes que tienen el deber de defender a la patria hacen una evidente dejación de sus altas funciones, pero los beneméritos sustentan nuestra esperanza y nuestra fe.

En estas horas negras hay que rendir homenaje a quienes se mantienen leales, serenos, fuertes y dignos, con una firme contención frente a las hordas que gritan, insultan y pisotean toda dignidad, todo honor, y que en cualquier país decente, de existir alguna noción de la supervivencia de la patria, estarían sufriendo severísimos castigos. Cuando se ve a nuestros guardias civiles y policías soportando lo insoportable, con un estoicismo de guerreros, uno no puede dejar de admirar su conducta: eso se llama honor, eso les honra y eso nos enorgullece. Sabemos que unos compatriotas hacen del uniforme un hábito de caballero, un símbolo del servicio a la nación.

Benemérita Guardia Civil y benemérita Policía Nacional, cuyos hermosos ejemplos de lealtad y obediencia dudo que otros puedan igualar, y mucho menos los causantes de esta catástrofe. Ellos, los defensores de la patria, iluminan estas horas oscuras en las que España corre un mortal peligro.

Beneméritos los catalanes que han salido a la calle con la bandera roja y gualda y con la venerable senyera, la verdadera bandera de Cataluña. Su valor, su entusiasmo, su patriotismo no merecen ser traicionados por el Gobierno y el Parlamento de España. Beneméritos todos los españoles que han protestado contra esta sedición imperdonable.

Malditos, miserables y réprobos todos los demás: los que traicionan a cara descubierta y los que ponen paños calientes, esos que se enorgullecen de negociar con criminales. No debemos olvidar ni perdonar. A nadie.

Por las mismas razones, tampoco quedarán perdidas en el olvido las horas tristes en las que estos beneméritos cuerpos del Estado nos llenan de un innegable orgullo.

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