El aquelarre secesionista ya ha escrito su guión

El 11 de septiembre no va a pasar «res de res»: nada de nada

Voy a adelantar la noticia que todos estamos esperando: El 11 de septiembre no va a pasar nada de nada.

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Tampoco el 9 de noviembre se organizará ninguna consulta ni nada parecido. Todo está bajo control, ya que los amos del universo (ADU) ya han experimentado suficientemente con el amago secesionista catalán y han podido calibrar empíricamente el nivel de desasosiego que crea y las consecuencias irreparables que causaría un proceso independentista unilateral: por ilegal y potencialmente generador de violencia, de caos socioeconómico y de diversas inestabilidades geoestratégicas. Otra cosa es Oriente Medio, la periferia de Rusia u otros lugares en los que se dirimen fuentes de suministro energético, mineral o de materias primas escasas.
Sin embargo, por aquí, desde que se encabronó la cosa por parte de una facción de una pequeña proporción de  catalanes con apetito revanchista antiespañol, los ADU han ido soltando el pelo durante los últimos meses. Desde el ex presidente de la Comisión, Duran Barroso, a los presidentes y máximos representantes de los gobiernos occidentales, como Obama, Hollande / Valls, Merkel, Draghi, se han sucedido en el último año las respuestas contundentes y contrarias a la aventura independentista catalana, y por tanto a una disgregación de España.
En consecuencia, los mandatarios, asesores, spin doctors y demás cerebros de mosquito que pululan alrededor del movimiento catalán hostil a todo lo español, desde la extrema izquierda comunista de las CUP o de ICV –y ahora de lo que pueda suponer el apoyo de Podem / Podemos–, pasando por la facción freak del socialismo autóctono (PSC), y siguiendo por ERC y por la propia CiU, saben perfectamente que no hay nada que hacer y que cualquier intento ilegal o alegal abortará de facto la causa efecto de cualquier consulta. Aparte de que ejecutarla puede comportar detenciones, duros procesos judiciales, embargos, penas de cárcel y expulsiones e inhabilitaciones para la vida pública remunerada con recursos del Estado (los de la Generalidad lo son, como lo es el salario de los capitostes que dirigen las distintas bandas que fomentan la insurrección).
Así que no tensarán más la cuerda, aunque de cara a la galería y a sus hooligans sigan manejando los tiempos y provocando problemas de forma errática e incongruente. ¡Si ni siquiera consiguen ponerse de acuerdo en el discurso que han de soltar a la masa!
Así que preparémonos para una escalada de bravuconadas y órdagos desde las huestes de Mas y sus aliados; dispongámonos a soportar diez días de delirante frentismo separatista con notables dosis de intimidación –sobre todo vía prensa oficial o afecta y subvencionad–, y estemos sobre aviso de que veremos montajes públicos surrealistas como el del 10 de septiembre en el Fossar de les Moreres, que es una minúscula plaza (el 10% de superficie de Sol, en Madrid) que hasta ahora era el centro neurálgico de reunión anual de los extremistas autóctonos del “viva Terra Lliure”, “viva ETA”, “muera España”, etc., y que este año se usará como espacio de una batahola nocturna con antorchas y exhibición de banderas “cubanas” o neobanderas “negras” ilegales.
Así toca: el 10 regodeo nocturno, y el día siguiente, el 11, la Diada, alborozo diurno con el asesoramiento de Blue State Digital, agencia de estrategia digital que colaboró, entre otros, en la campaña de Barack Obama para las presidenciales de Estados Unidos, la cual recomendó a Ómnium Cultural y a la Assemblea Nacional Catalana –los dos artefactos mercenarios del agtitprop de la causa hiperseparatista– que este año tocaba formar una V con manifestantes que porten ropas amarillas, rojas y azules, de manera que, debidamente situados, dibujen los colores de la senyera con la estrella; una V configurada sobre los once kilómetros (observen la sutileza del “11”) de las dos grandes arterias que confluyen en ángulo de 45 grados: la Avenida Diagonal y la Gran Via de Les Corts Catalanes, que fueron las dos primeras grandes calles barcelonesas cuyo nombre fue cambiado por los nacionalistas y por el universo marxista justo al aprobarse la Constitución de 1978.
Alea iacta est.   O sea, que… tranquis todos (y todas).

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