Mucho más que un "Juego de tronos" a la española

"El Reino del Norte": la nueva gran novela de Esparza sobre la España medieval

Oscuras intrigas, grandes batallas, amores prohibidos, rencores inconfesables, crueles venganzas, heroísmo elemental… Esos son algunos de los ingredientes de "El reino del norte". Y no es "Juego de tronos", sino una historia realista sobre un episodio igualmente veraz de la Historia de España.

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“Hubo un momento en que la Reconquista pudo quedar frustrada para siempre. Fue en la primavera de 842. Si eso hubiera ocurrido, hoy España sería tal vez como Turquía, dicho sea con todos los respetos.” Así de convencido se expresa José Javier Esparza sobre el argumento de su nueva novela, El Reino del norte, en La Esfera de los Libros.
 
P: ¿Y qué pasó en aquella primavera de 842?
R: Lo que pasó fue que hubo un golpe de Estado contra el flamante rey Ramiro, designado sucesor por Alfonso II el Casto en su lecho de muerte. Ramiro, como Alfonso, era de los que querían mantener a toda costa la resistencia contra el islam. Pero muchos nobles de Asturias y de Trasmiera (la actual Cantabria), cansados de guerra, preferían llegar a un acuerdo con los musulmanes: islamizarse y tributar con esclavos y víveres… para seguir mandando en sus tierras.
¡Pero eso es una traición!
– Sí, pero hay que ponerse en su pellejo: Al-Ándalus era una auténtica superpotencia que dominaba los territorios más fértiles de la península, mientras que el Reino de Asturias apenas era un agregado de señoríos no siempre bien avenidos y mal comunicados entre sí. Alfonso II fue un gran rey que creó una conciencia de comunidad y, además, supo inculcar en su gente la idea de la Reconquista –puede decirse, de hecho, que es con él con quien aparece tal cosa–, pero el Reino seguía siendo lo que era: una construcción muy precaria. Por otro lado, otros terratenientes, en otros puntos de España, habían pactado con los moros y no les había ido mal. Los Casio del Ebro, por ejemplo, islamizados como Banu-Qasi a cambio de conservar su poder territorial. Es comprensible que una facción de la nobleza asturiana optara por una vía de ese género.
¿Y esto es verdad o es novela?
– Es verdad y es novela. Verdad porque así ocurrió, y novela porque este es el contexto de “El Reino del norte”.

Castilla era el “far west”

El rey Ramiro, recién designado por Alfonso II, emprende viaje a Castilla para buscar esposa, Paterna…
– …Es la circunstancia que aprovechan los aristócratas de Oviedo para dar el golpe.
Sí, pero de eso hablaremos luego. Fijémonos en la esposa: Paterna. ¿Por qué buscarla en Castilla?
– Realmente no lo sabemos, pero no es difícil imaginarlo. Castilla era entonces un pequeño rincón entre el norte de Burgos, el norte de Palencia y parte de Álava donde los colonos habían empezado a ganar tierras al vacío. Un espacio de frontera que se había convertido en algo así como una tierra de promisión para miles de aventureros. En torno a sus campos habían crecido ya linajes influyentes…
Parece que esté hablando usted del far west…
– ¡Es que era como el far west! Más fascinante todavía, porque era más duro.
Vale. Ramiro va a Castilla a buscar esposa. Pero por influyente que fuera, no sería una princesa…
– No, evidentemente. Había otras razones de orden político. Ramiro era conde del rey en Galicia, una especie de delegado del poder regio en aquel territorio. Un matrimonio con una castellana sería tanto como sentar a Castilla y a Galicia en el trono de Oviedo.
Crear lazos sólidos entre todas las tierras del Reino.
– Así es.
Y esta Paterna, ¿cómo sería? ¿Una rústica dama de la nobleza rural, o algo así?
– Probablemente. Las Crónicas no nos dejan saber de ella nada más que su nombre. Es toda una invitación para el novelista. Yo me imagino a Paterna como una mujer hermosa, fuerte, de voluntad decidida, dispuesta a ser reina por encima de todo… hay que imaginar lo que supondría semejante cosa para una familia castellana del siglo IX.
Y cuando Ramiro va a buscarla, es cuando se produce el golpe.
– En efecto.
 
Un misterioso cuñado
 
¿Cómo fue?
– Una vez más, las Crónicas no nos dicen sino el nombre del líder, del usurpador, porque llegó a coronarse: Nepociano.
¿Quién era?
– Un magnate, un rico terrateniente. “Cognatus” de Alfonso II, dicen las Crónicas. Aunque nadie podría explicar qué quiere decir exactamente el término “cuñado” en la España del siglo IX.
Un momento… ¿Cuñado de Alfonso II? ¡Pero Alfonso II había muerto con ochenta años, así que su cuñado…!
– Debía de ser un anciano, sí. O al menos, un tipo de edad muy avanzada.
Cuñado, pues. ¿Acaso Alfonso II tenía hermanos?
– Este es otro misterio que al novelista le brinda un campo amplísimo. Según cierta tradición, no bien documentada, Alfonso tenía una hermana llamada Jimena.
¿Jimena?
– Jimena. Esa tradición, a su vez, se desdobla en otra que la hace madre de Bernardo del Carpio, un héroe popular de la España altomedieval.
Pero eso es leyenda, no es Historia.
– Ciertamente. Pero ahora pensemos en esa Jimena. ¿Por qué son escasísimas las fuentes que hablan de ella? ¿Existió realmente? Y si existió, ¿cómo sería? ¿Por qué se había casado con el tal Nepociano, si fue ese el caso? Y Nepociano, ¿por qué se sublevó contra la voluntad del rey difunto? ¿Y qué pensaría Jimena? ¿Cuál sería su papel en este drama?
Usted dirá…
– En El reino del norte he tratado de penetrar en la psicología de esta otra mujer, Jimena la conspiradora, contraparte de la castellana Paterna, la elegida por Ramiro.
No me dirá usted que ha escrito una novela de mujeres…
– No del todo; pero sí me ha parecido interesante poner en escena los sentimientos, pasiones, ambiciones y convicciones de estas mujeres, llevadas una y otra a jugar un papel decisivo en la política de su tiempo.
Una política que terminó escribiéndose con sangre…
– Así fue. Ramiro tuvo que regresar a Galicia y formar un ejército para recuperar el trono que le habían birlado. Hubo una batalla: Cornellana. Y ganó.
 
No falsear la Historia

Cornellana… Cuando la presentación de su libro en Oviedo, explicó usted que había ido a documentarse sobre el terreno recorriendo paisajes a orillas del Narcea.
– Es un paraje precioso, ese de Cornellana. Hay que imaginar cómo sería hace mil doscientos años y por qué pudo haber allí una batalla…
Batalla a la que dedica usted muchas páginas, pero pura ficción, porque no sabemos cómo fue.
– En efecto. No sabemos cómo fue. Lo que yo he intentado es leer el terreno como podría leerlo un tipo del siglo IX y aplicar ahí las tácticas y técnicas, muy primitivas, del repertorio bélico de la época.
Está muy documentada la batalla y está muy documentada la boda regia de Ramiro y Paterna. ¿Es fácil documentarse sobre ese tipo de cosas?
– No. Pero si eres un ratón de biblioteca, entonces es una ocupación deliciosa.
¿A la novela histórica española que se escribe hoy le falta documentación?
– En muchos casos le falta rigor, hasta el punto de falsear la Historia. Pero hay verdaderos maestros, como Postiguillo o Sánchez Adalid, que consiguen recrear perfectamente la atmósfera de un tiempo lejano.
Hablando de atmósferas: El reino del norte dedica muchas páginas a ejecutar fastuosas descripciones del Oviedo del siglo IX… que ya no existe. Uno se imaginaba aquello como una aldea de Braveheart, pero, leyendo el libro, resulta que no. ¿De verdad era tan monumental?
– Sí lo era. Todos los trabajos arqueológicos apuntan a eso: un excepcional conjunto de templos y palacios, una ciudad episcopal levantada con la determinación –política– de dejar claro que allí estaba la capital de la cristiandad española. Hay investigaciones como las de Borge Cordovilla, por ejemplo, que han sido capaces de hacer reconstrucciones virtuales simplemente fascinantes. La España cristiana del siglo IX no tiene literatura. Y en las épocas que no tienen literatura, su alma ha de buscarse en las piedras.
Pero Oviedo no es la única capital de este libro. En El reino del norte hay una trama paralela que es la del emirato de Córdoba con Abderramán II, su bella favorita Tarub y el astuto eunuco Nasr Abu el-Fath. Parecen personajes de Las mil y una noches.
– Y sin embargo, existieron realmente y su peripecia es prácticamente tal y como se cuenta en este libro.
¿No era Al-Ándalus un paraíso de cultura y tolerancia?
– Eso es un mito moderno. Lo que fue es una magna construcción política. Y justamente eso da más valor a la gesta de los que hicieron la Reconquista. El reino del norte tiene que leerse como un homenaje a aquella gente… nuestra gente.

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