Cuida de su marido en coma durante 19 años

Esto es una historia de amor verdadero

No será noticia de primera plana, pero es para quitarse el sombrero y ovacionar largamente a la señora Gertruda, que así se llama la doña. Su marido, el obrero polaco Jan Grzebski, sufrió un gravísimo accidente laboral hace diecinueve años. Quedó en coma. Desde entonces, doña Gertruda ha cuidado de él cambiándole de posición ¡cada hora! para evitar que el cuerpo inerme de su marido se cubriera de llagas. Eso es amor. Ahora Grzebski ha despertado y, además de constatar que Polonia ya no es comunista, está que se sale de gozo, como es natural. Y si a usted esta historia no le conmueve, es que no tiene corazón, oiga.

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En el 2003 se rodó Good Bye Lenin a las órdenes del director alemán Wolfgang  Becker. La película, con una trama muy sencilla, consiguió un gran número de premios, entre ellos el “Premio Especial del Jurado” de Valladolid o el “Premio Ángel Azul” del Festival Internacional de Cine de Berlín. En ella se contaba la historia de Christiane, una dirigente del partido comunista de la Alemania Oriental que en 1989 caía en coma para despertar sólo ocho meses después. Sin embargo, muchas cosas habían cambiado en muy poco tiempo. El médico, temeroso de que la mujer tuviera una recaída, le pide a su hijo que la mantenga en reposo y sin darle ningún disgusto. Desde ese momento, Alex, el hijo, utilizará la imaginación para evitar que Christiane se entere de lo sucedido, es decir, para ocultarle la caída del Muro de Berlín y la entrada del capitalismo en Alemania Oriental. 

Ahora, cuatro años después, una historia semejante ha golpeado la actualidad. Jan Grzebski trabajaba en una vía de ferrocarril cuando tuvo un gravísimo accidente. El golpe fue muy fuerte, aunque no llegó a perder el conocimiento. Sin embargo, su estado general empeoraba cada día más, ante la impotencia de su familia. A los pocos días dejó de hablar y, finalmente, perdió todo contacto con el mundo exterior. Los médicos le dieron dos o tres años de vida como mucho. De eso hace ya 19 años, el tiempo que Jan ha tardado en despertar.

Pero los paralelismos con la película no terminan aquí. Grzebski, al igual que Christine, vivía en un país comunista, -aunque en su caso la Polonia de 1986-, y también él despertó cuando ésta ya había conocido la democracia. Sin embargo, a Jan no se le han ocultado los cambios, y éstas son las principales diferencias que encuentra con la época pasada: “En las tiendas sólo había té y vinagre, la carne era racionada y por todas partes había largas filas para obtener combustible; ahora veo a las personas en la calle con teléfonos móviles y hay tantos productos que me marea”.
 

Y aún hay un paralelismo más: el importantísimo papel que juega el amor en ambas historias. En la primera, encarnado en Alex, quien inventa una y mil formas de ocultar a su madre una verdad que para ella sería muy dolorosa. En la segunda en la familia de Jan, en especial en su mujer, Gertruda. Un emocionado Grzebski dijo tras despertarse que ella fue quien le salvó. Durante los últimos diecinueve años se encargó de cambiarle de posición cada hora para evitar los daños que supone el roce continuo del cuerpo con la cama.

Entre otras cosas sorprendentes, Grzebski ha declarado que recuerda de alguna forma, aunque vagamente, las reuniones familiares a las que se le llevaba mientras estaba en coma, así como los intentos de su esposa e hijos de comunicarse con él. Nunca fue más acertada esta frase que dice, “la realidad supera la ficción”.

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