Una visión derechoescéptica

Radiografía de la derrota, sismografía de la batalla

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Cuando todos esperábamos una victoria como la de Las Navas de Tolosa, he aquí que sufrimos una dura derrota como la de Guadalete. Porque traidores los hay y los ha habido en todas las épocas. Ha quedado claro que las batallas electorales no se ganan ni en las redes sociales ni en los confortables pabellones, sino en la confrontación ideológica… pero este enfrentamiento, en esta época crucial en Europa, no se gana oponiendo el liberal-conservadurismo al liberal-progresismo, porque, en última instancia, siempre sale ganando el liberalismo. Ésta es, en mi opinión, la principal razón del catastrófico resultado del Partido Popular y del modesto rédito obtenido por Vox. Pero la soberanía popular, mal que nos pese, ha hablado rotundamente: existe una mayoría de ciudadanos ‒esos átomos individualistas y progresistas‒ que apuesta por la liquidación de España, por su desmembración y su desintegración, en mayor medida que por una refundación y reunificación de la nación. No podemos aspirar a la reivindicación de la identidad nacional apelando a una ideología, el liberalismo, que es fundamentalmente antinacional, anticomunitaria y antiidentitaria. Si, además, lo hacemos pasando del “liberalismo clásico” (filosófico) al ultraliberalismo (político, económico y social), como ha exteriorizado Vox con demasiado énfasis, los cantos a la nación española se convierten en brindis al sol.

No hablaré del Partido Popular, que de la mano de Aznar, Rajoy y ahora con Casado, ha pagado sus continuas cesiones a la ideología progresista y sus rendiciones ante los terroristas y los separatistas. Hablaré de Vox. Quizás a la derecha valiente le ha sobrado hablar tanto de algunos temas que ya están muy interiorizados en la decadente población española (y europea) como la llamada violencia de género, el aborto y la familia tradicional (¿cuántas familias quedan de este tipo?), y le ha faltado hablar más de justicia social, de protección de las clases medias y populares trabajadoras, de un proyecto de futuro para los jóvenes… Vox no puede convertirse en un movimiento popular bajando impuestos (o suprimiéndolos directamente) a los ciudadanos con mayores rentas, proponiendo una capitalización privada de las futuras pensiones de los ciudadanos con rentas modestas o privatizando servicios públicos para ponerlos en manos de transnacionales fondos de inversión.

La soberanía nacional no se defiende sólo frente a los secesionistas, se defiende también ante los poderes económicos extranjeros y los lobbies societales.

La soberanía nacional no se defiende sólo frente a los secesionistas, se defiende también ante los poderes económicos extranjeros y los lobbies societales. Se llama proteccionismo.

Si Vox quiere marcar diferencias con la derecha liberal representada por el Partido Popular y Ciudadanos (¡qué manía con considerar de derechas a un partido liberal-progresista como C´s!), debería fijarse en la evolución ideológica de otros partidos de la derecha radical europea, como los liderados, por ejemplo, por Le Pen, Salvini u Orbán, que han renunciado ‒o se han distanciado‒ del liberalismo al uso, proclamándose directamente “antiliberales” o “iliberales” según la nueva moda terminológica, y dando prioridad ideológica a un populismo que no es un pragmatismo nacionalista, sino una apuesta por las clases medias y populares, esas de las que Orwell elogiaba su “decencia común”.

Hablábamos de Guadalete, sí, pero después de esta derrota también existió Covadonga. El triunfo del liberal-progresismo, de la socialdemocracia (ese socialismo postmarxista en fusión nuclear con el liberalismo) y de los micronacionalismos (que repudian el Estado-nación, pero se esposan a la Unión europea y al Nuevo orden mundial), nos ofrece, sin embargo, una magnífica oportunidad de catarsis. Se sucederán los actos de traición: indultos a los golpistas y los terroristas, concesiones de estatuto nacional a las regiones levantiscas, acuerdos de ventajosos convenios fiscales a los independentistas, masivas subvenciones a los colectivos neofeministas de género, promoción de la inmigración clandestina, claudicación ante la gobernanza neoliberal de Bruselas… Una oportunidad para Vox y la España auténtica, un inmenso terreno abonado para el enfrentamiento ideológico, para la guerra de guerrillas, para la emboscada, para los golpes de efecto, para las alianzas circunstanciales, antes de conseguir la inevitable victoria final, a condición, por supuesto, de que Vox abandone definitivamente ese liberalismo que es la causa mundial que persigue la desaparición de las antiguas naciones en beneficio de los individuos movidos exclusivamente por su interés particular.

Se ha perdido una batalla, no la guerra.

Jesús Sebastián Lorente es director de la revista digital Elinactual.com

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