El pistolero de Bilbao

Llama la gaditana "pistolero de Bilbao" a Santiago Abascal, lo cual no sólo es una mentira, sino un sarcasmo cruel, una ofensa a las víctimas del terrorismo.

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Teresa Rodríguez es el espécimen más típico de la extrema izquierda española, por encima de  los profesores mesócratas, las niñas pijas feminazis, los orondos tertulianos y los periodistas estabulados de la Sexta. La andaluza tiene el desparpajo que sólo da una incultura monumental, de víctima de la LOGSE, y, pese a ello, esta mujer muestra unas dosis nada despreciables de garra, tirón popular y gracia. Reconozco que es la que más me gusta del zoo podemita, porque ella es pueblo de verdad, de ahí sus desavenencias con los siniestros profesores de Madrid, esos niñatos empollones que juegan a Lenin. Teresa Rodríguez encarna a la izquierda feroz, de instintos atávicos y primarios, que es la que forma el nervio del soviet subvencionado de Marinaleda y que bulle en la violencia okupa. La Rodríguez es auténtica de una manera burda, montaraz y plebeya, pero eso es la izquierda española en estado puro, la del Cantón de Cartagena y las matanzas de frailes. Ella sí que es una lideresa de tronío, no la funcionaria mediocre de la Susana Díaz  o las niñas bon chic bon genre de Madrid como Irene Montero, las rojas caviar.

Es decir, aunque seamos irreconciliables, reconozco que en Teresa Rodríguez hay una secreta hermandad de sangre, que en su discurso arrastrao y zarrapastroso atisbo una esencia ibérica y muy española, que nada tiene que ver con la pedantería siniestra y cursi de Podemos-Madrid o de las CUP. Teresa tiene la fuerza de lo auténtico, de lo visceral. Es como una corrida  del maestro Padilla encerrado con seis miuras. Sus discursos saben a solysombra de anís Machaquito y Soberano, a resopón tras una noche de farra, a polvo apocalíptico después de una de esas inolvidables broncas de pareja. Esa es su fuerza. Por eso Adelante Andalucía le ha hecho la higa al malaje de Iglesias y opera como una taifa analfabeta e hirsuta en las campiñas anárquicas del Sur eterno.    

Pero

La anarcoiletrada Teresa Rodríguez tiene muy mala uva y bastante desvergüenza: miente como una genuina bolchevique.

la anarcoiletrada tiene muy mala uva y bastante desvergüenza: miente como una genuina bolchevique, algo en lo que se parece mucho a su abuelita estalinista, la Pasionaria. Manipula y falsea con un descaro de rostro de piedra ostionera y con una vehemencia tal que hasta parece que se cree sus propios embustes. No sé: a lo mejor es sincera en su mentira. Todo puede ser. Pero su discurso en la sesión de investidura del nuevo gobierno andaluz fue una bárbara emisión de dislates que, en el fondo, resultó bastante más contundente que la lamentable exhibición de decrépitas jubiladas feminazis que vinieron en los autobuses de la Pesoe, empresa de transportes, colocaciones y festejos en concurso de acreedores.

Llama la gaditana "pistolero de Bilbao" a Santiago Abascal, lo cual no sólo es una mentira, sino un sarcasmo cruel, una ofensa a las víctimas del terrorismo. Para empezar, Abascal no es de Bilbao, sino de Amurrio (Álava) y de esta manera la matriarca de la gauche cañí confunde, como los nacionalistas vascos, al todo —Vasconia— con la parte —Bilbao—, no en vano Unamuno siempre llamó bizkaitarras a los antropoides errehachenegativos del PNV, aunque los navarros carlistas del 36 los denominaban con un término más acertado: los nacis. Así como suena,  con “c” de “cornúpeta”.  Pero, además, el fusco que porta Abascal no es el producto de una afición a ejercer de Harry el Sucio o de Charles Bronson, sino que le sirve para protegerse de las amenazas de ETA y disuadir a los cachorros de esa izquierda salvaje y violenta que Podemos, Bildu, Adelante Andalucía, las CUP y demás franquicias homicidas del bolivarismo azuzan contra él día sí y día también. Abascal ha sufrido atentados, ha enterrado a varios de sus compañeros de partido y ha tenido que convivir con escoltas casi desde la infancia por ser concejal del PP en el País Vasco. La izquierda mata, y mucho, y los amiguitos vascos de Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias se llevaron por delante a ochocientos españoles de bien en los últimos años. Muertos para los que no hay memoria histórica que valga. Del desprecio que la extrema izquierda y el PSOE sienten por las víctimas del terrorismo hemos tenido una muestra repugnante  en la misma sesión de investidura, cuando al mencionar el candidato Moreno Bonilla al concejal Carpena y al matrimonio Jiménez Becerril, víctima de uno de los atentados más repulsivos de las bestias abertzales, las izquierdas se negaron a secundar el aplauso del resto de los diputados, en bolivariana solidaridad con los matarifes etarras, sus socios de legislatura en Madrid.

No es muy sorprendente.

El PSOE tiene un historial de crímenes que deja tamañito al de ETA, véase la acción de sus chekas en la Guerra del 36.

El PSOE tiene un historial de crímenes que deja tamañito al de ETA, véase la acción de sus chekas en la Guerra del 36, y la extrema izquierda actual es cómplice directa de las matanzas de Ortega en Nicaragua y del hambre de Maduro en Venezuela. No olvidemos que los líderes de Podemos fueron asesores e instrumentos decisivos en la implantación de la tiranía de Chávez. De hecho, Iglesias y el doctor Sánchez sí que están a partir un piñón con Bildu y su dirigente, Arnaldo Otegui, un pistolero de verdad, condenado por terrorismo en la Audiencia Nacional. Pero es inútil exigir decencia y coherencia al nuevo Frente Popular.        

En cambio, fue muy divertido escuchar a la matriarca roja afirmar que celebrar la Toma de Granada en 1492 es festejar el fin de un renacimiento, la implantación de una edad oscura en Andalucía. No sé en qué libro ha leído semejante disparate Teresa Rodríguez, pero f

Fue tras la conquista de Granada cuando Andalucía conoció un renacimiento esplendoroso, una auténtica edad de oro.

ue precisamente tras la conquista de Granada cuando toda Andalucía conoció un renacimiento esplendoroso, una auténtica edad de oro, en la que podemos destacar la arquitectura de Andrés de Vandelvira en Úbeda, las decenas de iglesias y monasterios que se erigen en los siglos XVI y XVII o la maravilla ignorada que es el Palacio de Carlos V en la Alhambra, joya arquitectónica que debemos a Pedro Machuca. Teresa Rodríguez ignora que en esos siglos brillaron poetas como Fernando de Herrera, novelistas como Mateo Alemán, escultores como Torrigiano, por no hablar de Velázquez, Alonso Cano, Martínez Montañés, Góngora o Murillo. Casi nada. La aportación de los andaluces al Siglo de Oro y a la conquista y civilización de América es esencial: ¿En qué Andalucía vive esta analfabeta? En la de la ideología de género y el marxismo al que habría que dejar de llamar “cultural”, es decir, en la negación de los valores de Occidente y en su desprecio, que se debe en buena medida a la ignorancia sectaria promovida por los poderes públicos.

No es de extrañar semejante exhibición de burricie cuando el santón de la llamada “patria” andaluza es un orate como Blas Infante, un Sabino Arana muladí y resentido, rebosante de odio a España. En eso se lleva “educando” a dos generaciones de andaluces, por fortuna sin éxito. Andalucía es tan rematadamente española que las chorradas nacionalistas han acabado siempre en el ridículo electoral.  

Ahora, Teresa, que empieza una travesía del desierto que te deseo larga, haz el favor de leer algo. Túmbate en La Caleta o en La Victoria, coge una buena obra de divulgación (las de Esparza están muy bien) e ilústrate un poco. Perderás garra y gracejo, pero a lo mejor te haces más útil a Andalucía. Por lo menos, la empezarás a conocer.

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