VOX, los Fueros y Navarra

VOX puede ser la próxima revelación de la política navarra, pero únicamente lo será desde la valentía, la transparencia y el descaro.

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El todopoderoso Diario de Navarra, quien ya había manifestado cierta animadversión hacia VOX –siempre fiel a su veterana estrategia de propiciar una coalición entre UPN, PSOE y Ciudadanos como única alternativa al cuatripartito radical-separatista hoy en el poder de las principales instituciones públicas navarras– abofeteó, el pasado domingo 20 de enero, a los militantes y posibles votantes de la nueva formación en la persona del presidente de su gestora, Javier Horno, por medio de la pluma de Jaime Ignacio del Burgo, quien fuera superior en filas de su madre, la concejala por UDF en Pamplona María Teresa Gracia. Tiene muchas tablas, Jaime Ignacio. Y las presenta siempre muy bien.

En el artículo amonestó al hijo de quien fuera su fiel escudera, golpeándole donde más puede doler a un navarrista peteuvero: en los mismísimos fueros. Y aplicó a los futuros voxistas, en consecuencia, el navarrómetro: “si queréis quitar los fueros, ni sois navarros, ni españoles, ni nada. Y no tenéis ni idea. Y hacéis el juego a los separatistas. Y además no os vais a comer un rosco en política”, parecía decir entre líneas Jaime Ignacio paternalmente. Pero, desde VOX, ¿le habían pedido consejo? ¿Lo necesitaban? Todo indica que Horno y VOX se lo pusieron muy fácil a Jaime Ignacio: una reprimenda, por tanto, bien merecida. Si no quieres amanecer mojado, no duermas con niños…

La ambigüedad de VOX –al menos conforme a las palabras previas de Javier Horno en algunos medios– respecto a la cuestión foral, facilitaba como inevitable tamaña amonestación. Si de las 100 medidas de VOX se evidencia, sin lugar a dudas, su voluntad de impulsar una España unitaria, propugnando expresamente la eliminación del Convenio y Concierto, el intento de salvar de alguna manera –escasamente perfilada– las diputaciones forales, a modo de “tercera vía” entre el fuerismo y el centralismo, bien puede parecer un puro nominalismo, una falta de formación científica, una engañifa… o una falta de carácter. Por el contrario, es la audacia lo que le ha permitido a VOX plantarse –desde la nada– como un factor revulsivo en la actual situación política, social y cultural española. No, en VOX no tienen fácil encaje los maricomplejines.

Las Españas que tuvieron vida bajo la Monarquía Hispánica del Trono y el Altar no han terminado de morir. Pero la revolución liberal del siglo XIX tampoco fue capaz de consolidar una nación moderna. Esta paradójica situación histórico-constitucional se encuentra en la base de tantas distorsiones y confusiones: desde el empuje de los separatismos –que se remiten a los derechos forales preconstitucionales entre otros argumentarios para sus independentismos irredentos–, al fuerismo furibundo de algunas derechas lindantes con el supremacismo.

La alternativa al respecto, hoy, de toda derecha española, es simple: Fueros para todos (con fórmulas similares al convenio y al concierto para cada autonomía)… o para nadie. Y, salvo cambios de última hora, VOX nació con vocación unitaria al margen de la actual realidad positivo-legal; no en vano, el suyo sería un programa a largo plazo, pues a su modo de entender la nación que quieren salvaguardar es previa a la Constitución. Y si España es el objetivo, la Constitución únicamente será un medio; nunca el fin en sí mismo.

Mucho tendría que cambiar VOX para reclamar ahora “café, perdón, fueros, para todos” cuando su fórmula unitaria le ha dado tan buenos réditos en momentos tan delicados de la profunda crisis nacional que sufre España.

Si el liderazgo de VOX en Navarra juega a la ambigüedad, perderá siempre.

No se puede conseguir la cuadratura del círculo; tampoco en política. Y si busca como maestro a Del Burgo, lo que es una gran opción –pues nadie mejor que él para amueblar una cosmovisión fuerista–, su fruto siempre será un hijastro dependiente de tan gran inspirador. Entonces, VOX, en Navarra, ¿necesita autorizaciones diversas para nacer? ¿No se atreve a plantear su propio programa político, por no gustar, en un sentido u otro, a alguien? ¿Acaso VOX se limitará a reciclar ciertos ingredientes de un casi extinto carlismo en una fraseología de aparente superioridad electoral?

Al igual que todo partido político, es legítimo que VOX se plantee como objetivo ganar alguna representación institucional: también en Navarra y con su propio programa. Para ello debe jugar a fondo sus cartas de la claridad y la radicalidad: mensajes nítidos, contundentes y desacomplejados; sin bendiciones ni el plácet de nadie. Salvo el de sus electores y militantes. Y es que el mundo está cambiando y Navarra también.

Para defender el fuerismo ya están UPN, acaso el PPN, e incluso Ciudadanos, si así lo valoran para terminar de cuajar tan oportunistas macronianos…

Sin duda, el unitarismo de VOX le puede bloquear ante determinados sectores de votantes afines en otras áreas ideológicas; pero así es la política: no se puede intentar contentar a todos.

Como novedad que nace de un estado de ánimo colectivo muy extendido, VOX constituye una oportunidad para la derecha navarra: liberándose de ataduras y prejuicios ideológicos de un pasado muerto; prescindiendo de castas endogámicas que siempre la han enfeudado en su particular beneficio; abriéndose a las nuevas corrientes que triunfan en Europa (transversalidad, arraigo, identidad, soberanismo); situando al cristianismo en el plano cultural que le corresponde y prescindiendo de clericalismos y sectarismos incomprensibles para la mayoría social.

VOX puede ser la próxima revelación de la política navarra, pero sólo desde la valentía, la transparencia y el descaro.

VOX puede ser la próxima revelación de la política navarra, pero únicamente lo será desde la valentía, la transparencia y el descaro.

Ciertamente, buena parte de los navarros no han nacido en la Comunidad. Y, en cualquier caso, en su conjunto, muy pocos pueden hablar de los fueros con preciso conocimiento: apenas se conocen y menos se entienden; a lo sumo, se sienten. Ha faltado pedagogía democrática: ni se han divulgado, ni explicado. Allá cada uno con su responsabilidad. No le corresponde a VOX, recién llegado a la política navarra, tamaña falla histórica.

Para mayor inri, los fueros, hoy, están en manos de los nacionalistas, quienes se han embarcado en una carrera de “vamos a ver quién es más fuerista aquí”. Los fueros, en definitiva, pueden ser un instrumentos al servicio del bien común… o de la construcción nacional vasca. Un medio, en definitiva. Pero sólo eso. Entonces, ¿por qué sacralizarlos? ¿No han dado ya todo lo que podían dar de sí?

Y por lo que respecta al Fuero Nuevo, su próxima reforma en ciernes lo ajustará a la agenda LGTBIQ; de modo que desnaturalizándose así sus de históricas raíces con el derecho socialcristiano, perderá definitivamente su razón de ser.

Estamos ante un tiempo nuevo: o así se reconoce o cualquier otro diagnóstico será del todo errado. Y la política, en definitiva, es decisión y voluntad desde el conocimiento de la realidad social. Y los argumentos de apoyo, por otra parte, siempre pueden encontrarse: desde la historia, la política, la sociología, la dialéctica y las ideologías...

O VOX se construye mirando sólo a la Navarra del pasado, o sintoniza con la España europea del hoy y del mañana.

VOX se encuentra en una encrucijada: construirse mirando únicamente a la Navarra del pasado, o sintonizar con la España europea del hoy y del mañana.

Es su decisión: la de sus militantes, votantes y, en comunión con ellos, de sus líderes. Y si éstos se dejan aconsejar por políticos de otros partidos, titulares de otros intereses, por muy legítimos que sean, mal empiezan. Pues para ser líder hay que ser libre y soberano: política y moralmente.

© La Tribuna del País Vasco

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